❀ veintiuno ❀

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[narrado]

La Rita miraba intranquila al Lucas, mientras este se reía junto a la Cata y el Ángel.

La Scarleth sentada junto a la Rita trataba de animarla y hacerla sonreír un poco, de vez en cuando le funcionaba.

—Vamos, niña, tu sabes lo que vales. —le dice la Scarleth abrazándola por los hombros.

La Rita la miro y por primera vez en la noche le sonrío con todos los dientes.

—Tienes razón. —dice abrazando a la Scarleth.

Ambas se levantaron y fueron a la cocina donde el Seba estaba preparando panqueques.

—Hola. —dice el Seba sonriéndoles.

—Eso huele demasiado bien. —dice la Rita tratando de asomarse a ver.

El Seba la empujó levemente riendo, la Rita le frunció el ceño e intento de nuevo mirar.

—Basta, Ritita. —dice el Seba riéndose.

—Sabes que odio que me digai así, Sebita.

El Seba la miro con el ceño fruncido y al final ambos terminaron riendo.

—Si no los conociera pensaría que están pololeando. —dice la Scarleth tomando un paquete de galletas y saliendo de la cocina.

La Rita rodó los ojos y el Seba le sonrío divertido.

—Está loca. —dice la Rita riendo.

El Seba simplemente la miro y volvió a concentrarse en sus panqueques.

—¿Un pucho después que termine? —dice el Seba dando vuelta el panqueque.

La Rita soltó un ruidito de aprobación y camino hacia el mesón donde pego un saltito para sentarse sobre este.

—El Lucas ni me ha meado. —dice la Rita suspirando cansada.— pero decidí que no voy a dejar que él me afecte de esta manera.

—Eso es perfecto, no dejes que te hagan pensar que sin él te mueres. —dice el Seba sonriéndole dulcemente.

La Rita sonríe más tranquila y mira por sobre su hombro por donde provienen las risas del Lucas y los demás.

—Además la Vale ya no nos habla, y honestamente tampoco le hablamos nosotras a ella. —dice le Rita mirando con cautela al Seba.— Y la hecho de menos.

La espalda del Seba se puso tan tensa que incluso la Rita podía ver como los músculos de él se comprimían.

—Su pololo es un tóxico culiao. —gruñe el Seba echando mezcla de panqueque a la sartén.

El Seba terminó el último panqueque e hizo todo con tal lentitud que la Rita casi siente desesperación.

La Rita atrajo al Seba hacia ella con su pierna y este simplemente se dejo llevar por la Rita.

—Ven aquí, boludito. —susurra la Rita abrazando al Seba quedando este entre sus piernas.

El Seba escondió su cara en el cuello de la Rita y esta le acaricio la cabeza.

—Tarde o temprano la Vale verá como son las cosas y ahí vamos a estar para quererla como se merece que la quieran. —murmura la Rita con sus ojos cerrados sabiendo que sus palabras también tenía que creérselas ella misma.

Y ambos abrazados permanecieron quietos durante largo rato sin darse cuenta que cierto mino rubiecito los miraba desde el umbral de la puerta.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora