❀ cuarenta y nueve ❀

766 96 12
                                    

[narrado]

Se sentía impotente, era tercera vez que iba esa semana a la casa de la Vale y no había nadie. ¿Dónde estaba su Vale? ¿A dónde se la habían llevado?

El Ignacio trataba de pensar en como arreglar las cosas, porque en su cabeza aún quedaba algo que salvar.

—Nacho, te buscan afuera. —dice su tío asomándose por el umbral de la puerta interrumpiendo sus pensamientos.

El Ignacio se paro de un salto con la esperanza de que fuera la Vale que vino para arreglar las cosas.

Sin embargo, al salir se encontró con el Seba y el papá de la Vale.

Sintió la rabia al ver al Seba, pero trato de mantenerse firme al ver la mirada en el rostro del papá de la Vale.

—Hola, don Erne. —dice el Ignacio abriendo la reja.

—Mmh. —fue el único sonido que salió del papá de la Vale que trataba de no tirarse encima del Ignacio para meterle un cornete.

—Vinimos a buscar las weas de la Vale. —dice el Seba dando un paso adelante, quedando a la misma altura que el papá de la Vale.

—¿Qué? —dice el Ignacio no entendiendo lo que estaba pasando.

—Sus cosas. —repitió en un gruñido el papá de la Vale.— La ropa que ella dejó aquí, los libros, todo lo que le pertenezca.

El Ignacio parecía pez fuera del agua dando bocanadas tratando de armar una frase.

—Aquí están tus weas. —dice el Seba tirándole una mochila negra.

El Ignacio reconoció la mochila y la observo mientras la sostenía entre sus brazos.

Sin esperar invitaciones, el papá de la Vale y el Seba entraron y antes de entrar a la casa se giraron a la espera del Ignacio.

Este les observó sin entender nada y luego agitó la cabeza para empezar a caminar y llevarlos a su pieza.

Le parecía una huea surreal, como si el estuviera viendo una película, no entendía que mierda estaba pasando y apenas si podía retener la idea de que venían a recoger las cosas de la Vale.

Porque que vinieran a buscar las cosas de la Vale significaba que ya no iban a volver a estar juntos, significaba que la había perdido.

Y el Ignacio no podía permitirse a sí mismo la idea de haberla perdido.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora