[ narrado ]
La Vale conocía la mirada que le estaba dando la Rita, era esa mirada de mamá oso que se niega a dejar ir a su cría.
—Voy a estar bien. —dice la Vale ladeando la cabeza y tratando de sonreír para mantener tranquila a su amiga.
La Rita, sin embargo, chasqueó la lengua y luego la atrajo hacia su pequeño cuerpo para abrazarla. La Vale no pudo evitar soltar un leve suspiro quebradizo al sentir los brazos de la Rita fundirse con su cintura.
Iba a extrañar los abrazos de la Rita que la hacían sentir como en casa.
La Scarleth no se quedó ajena al abrazo de ellas e hizo lo que solían hacer desde que se conocieron, puso su cabeza en el pequeño espacio que quedaba entre los hombros de la Vale y la Rita, para luego dejar que sus brazos se enrollaran por la espalda de ambas.
Iba a extrañar el perfume de la Scarleth que se quedaba pegado en la ropa por horas.
El labio de la Vale comenzaba a temblar y por las respiraciones de la Rita supo que probablemente iban a estallar en llantos en cualquier momento.
—Valucha... —llamó suavemente su papá.— Ya se esta haciendo hora de irnos.
La Vale asintió con la cabeza y con todo el dolor en su pecho se alejó de sus amigas y les dio una última mirada antes de girarse en dirección al auto.
Ya estaba frente al auto cuando no pudo evitar girarse y mirar a aquellas dos chicas que tanto adoraba.
—Las amo. —dice la Vale frunciendo su ceño.
—Te amamos más. —dijeron ambas casi al mismo tiempo mientras se sostenían de la mano.
Los ojos de la Rita estaban empañados por lágrimas y la Scarleth mantenía una mano en su pecho como si ese acto fuera a hacer que el dolor que sentía se calmara.
Y por primera vez en todo el día la Vale sonrió sinceramente, dientes y todo.
Aún estaba cansada, aún sentía el peso de su propia existencia en su pecho, aún preferiría dormir una eternidad que tener que afrontar la vida, pero al menos ahora ya no se sentía sola.
Esperaba que esa sensación durara más que otras veces.
—¡Titi! —gritaron a lo lejos arrancando a la Vale de aquellos pensamientos.
El ceño de la Vale se frunció y giro su cabeza con tal velocidad que pudo escuchar el tronar de su cuello.
Y es que solo había una persona en el mundo que le llamaba de esa manera.
Solo él.
—Seba... —suspiro con alivio la Vale al verlo bajar de su bicicleta y correr hacia ella.
Sintió una presión en su nuca haciendo que su mente se pusiera en modo de alerta al verlo acercarse tan rápido, pero puso toda su fuerza en no chillar de miedo, porque sentía el picor en su cuerpo que rugía con hambre de ser abrazada por él.
—Sé... sé que me dijiste que no viniera, pero no podía... no podía dejarte ir así sin haberte visto antes. —dice el Seba con el aliento entrecortado.— No voy a acercarme, no voy a tocarte... no haré nada que te incomode, pero no me niegues el verte, por favor...
Los ojos del Seba se bañaron de lágrimas y la Vale se maldijo a sí misma por haberle dicho que no viniera.
Había sido una decisión estúpida, pero es que no se sentía preparada para despedirse cara a cara, al menos no de él.
—Dijiste que te rompería el corazón verme, pero tú me rompiste el corazón en ese mismo instante que me pediste no venir. —dice el Seba recobrando lentamente una respiración normal.
La Vale lo observó y en ese momento decidió hacer tripas corazón, y sin quitar su mirada del Seba se acercó a él, con cada paso que daba la respiración del Seba se entrecortaba, pero él no se movía, no quería hacer ningún movimiento que fuera a asustarla.
Cuando estuvieron a menos de un metro de distancia, la Vale se detuvo sin quitar su mirada de la de él en ningún momento.
—Te amo. —susurró la Vale con su corazón latiendo tan fuerte que casi se le salía del pecho.
El aire abandonó el cuerpo del Seba en un suspiro de alivio y este sonrió entre las lágrimas que caían de sus ojos.
—Pero, por favor, no esperes por mí. —terminó por decir la Vale antes de dar media vuelta y subirse al auto dónde sus papás la esperaban.
Con la misma rapidez que las palabras de la Vale abandonaron su boca, partió el auto.
La Vale ni siquiera se giró para mirar por última vez, pero si lo hubiera hecho su corazón se hubiera partido más de lo que ya estaba.
El Seba temblaba de pies a cabeza y las lágrimas caían por su rostro sin ningún atisbo de querer ser detenidas.
Su cabello estaba revuelto y su pecho subía y bajaba acorde a como los sollozos abandonaban sus labios.
El único consuelo que encontraba era el pequeño cuerpo de la Rita que lo sostenía por el costado evitando que el cayera al suelo.
—Aquí estoy. —susurró la Rita cuando el Seba dejo caer casi que su peso completo sobre ella.— Todo va a estar bien, vamos a estar bien.
Él sabía que era verdad, ellos iban a estar bien.
Él iba a estar bien en Santiago y la Vale iba a estar bien en Temuco.
Solo le hubiera gustado que hubieran podido estar bien juntos, pero en la vida las cosas no suelen salir como uno quisiera.
Así que él dejaría que el amor por ella le abrazara y haría lo que ella le había pedido.
La amaría hasta que su corazón sanara, pero no se marchitaría esperando a que ella volviera.
—Nosotras nos vamos a dónde el Lucas, ¿vienes? —murmuro la Scarleth tomando suavemente al Seba del brazo.
El Seba asintió con la cabeza y se dejó guiar por sus dos amigas que le trataban como a un niño al que se le ha perdido su tesoro más preciado.
—Vamos a estar bien. —susurró el Seba mirando hacia la dirección por dónde había desaparecido el auto de la Vale.
Puede que no volvieran a verse jamás o tal vez volverían a verse en 3 meses, como fuera él siempre guardaría el amor que le tuvo a la Vale en su corazón y esperaba que ella hiciera lo mismo.
Esperaba que cuando ella pensara en él le recordara con cariño, porque así es como él lo haría.
Porque ella fue su estrella fugaz entre tantas constelaciones.
~ f i n ~
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Ámate, porfa
Short Story❝ Nunca te tratas bien a ti misma, querida, pero yo quiero que lo hagas. ❞ La Valentina tiene una relación tóxica con el Ignacio, y el Sebastián solo quiere que ella sé ame a si misma.