15. Toxico.

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15.

Ya no había terrores.

Ya no había dolor.

Ya no había oscuridad.

El día había empezado, y el sol lograba protegerlos de cualquier acechanza nocturna que amenazara con acabar con aquellas almas inocentes que por la tierra a vagaban.

—Gracias, por todo — Dijo Valery al ya estar instalada en su habitación.

—No hay de que — Respondió el con una sonrisa fiable, para después quitarla de su rostro y mostrar una expresión más seria —. Quiero que sepas que sé que no me vas a contar la razón por la que terminaste con un cuchillo en la pierna, por eso no te pregunté, pero le contaré esto a la directora, a ella sí tendrás que decirle la verdad- Sopesó dando por terminada aquella charla. Hizo un movimiento de cabeza en forma de despedida y se fue franqueando la puerta.

Al ya encontrarse sola en sus aposentos, Valery soltó un suspiro y se relajó, sabiendo a la perfección que no tenía nada a que temerle con respecto a las palabras de Alexander. La directora estaba de su lado, ella lo sabía todo.

—Loky, ven aquí con mamá — Llamó a su gato, quien se había agazapado y escondido al ver a Alexander entrar.

—Veo que no se te ha hecho difícil embarcar al profesor — Señaló Adler con una sonrisa socarrona, entrando a la habitación.

—Me encontró en el pasillo. Al parecer es un buen samaritano que se apiada de los moribundos seres — Contestó Valery con indiferencia mientras pasaba la mano por el lomo del peludo animal.

—Hay algo en él que no me cuadra — Caminó hasta la cama, se sentó y empezó a quitarse las botas negras que aún llevaba, ya que, no había llegado a su habitación, había ido de inmediato a ver a Valery.

— ¿A qué te refieres? — Cuestionó ella levemente interesada. Ella conocía bien a Adler de una u otra forma, y sabía a la perfección que había algo en él que nunca fallaba; su intuición.

—Es... Demasiado bueno, con ese aura de perfección. Además, un profesor de física con todos esos músculos, no es normal, no quiero estereotipar a nadie, pero no es que a la mayoría de intelectuales les guste el ejercicio — Se terminó de quitar la ropa que llevaba, quedándose así solo en bóxer.

— ¿Quieres decir que los inteligentes no son ni quieren ser lindas? — Bromeó moviéndose un poco en la cama para poder verlo bien.

—Dije que no quería estereotipar — Respondió dándole una sonrisa de boca cerrada, pero sincera. Apartó las sábanas para poder quedar dentro de ellas y acomodó las almohadas.

Se recostó y la miró desde abajo, notando así que aún llevaba la chaqueta y la blusa con la que había salido, sin contar que aún en su rostro y cabello había rastro de sangre.

—Quítate eso — Indicó señalando las prendas antes de pararse de la cama y caminar en dirección al baño. Buscó alguna charola o recipiente que sirviera para almacenar agua, y una toalla. Volvió a la habitación, para toparse de entrada con que Valery ya no llevaba nada de eso puesto, sólo contaba con su largo cabello castaño para cubrir sus pechos.

— ¿Vas a limpiarme? — Preguntó con cierta diversión en su tono.

—Soy tu novio ¿No? Debo velar por ti — El sarcasmo mezclado con la real diversión en sus palabras lograron robarle una sonrisa sincera a Valery, una de esas que pocas veces usaba.

Con sumo cuidado, Adler dejó la charola y la toalla sobre la mesa de noche que se encontraba junto a Valery. Buscó una liga para el cabello y pasó sus manos por los costados del cuello de ella, para después tomar la cascada color chocolate, justo al tiempo en que Valery alzaba hasta su pecho la sabana que cubría su piernas.

Cuando el sol se escondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora