17. Pánico.

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17.

La convocación al caos.

La convocación al dolor.

La convocación a la desesperación.

Tres cosas que movían las entrañas de diversos individuos, logrando así provocarles un regocijo genuino, siendo eso lo único que los lograba llenar realmente.

—La convocación al caos— Comenzó a decir Stefan por medio de susurros—. Hacer y deshacer para conocer lo que realmente es cada quien. La debilidad, el dolor, la fuerza, la soberbia... La locura, hay alguna forma de conocer eso, y es por medio del dolor, del miedo. Cuando alguien es expuesto a lo que le teme, siempre mostrará sus verdaderos colores.

Al María comprender que quería decir él. Era otro de sus juegos. Otra de sus sucias jugarretas. Con la rabia invadiendo cada parte de su ser, María hizo lo que mejor pudo haber hecho en ese momento; irse. Era lo más inteligente que hubiese podido hacer, ya que allí no había más que hacer. Stefan ni siquiera la miró irse, estaba absorto en la vista ante sus ojos. Solo que tuvo que desviar su vista hacia aquellos ojos azules que tanto conocía.

Dean.

Tenía su brazo totalmente lleno de sangre, e intentaba verse perturbado ante los ojos de Erin, pero no podía esconder ese brillo y excitación que solo su mirada podía expresar.

Estaba fascinado.

Compartieron una sonrisa leve y asintieron al mismo tiempo.

Eran tan iguales, pero tan distintos.

Dean sabía que debía actuar, pero estaba pasmado ante semejante vista.

La sangre había manchado su tierno vestido blanco; su cabello se pegaba a su rostro, cubierto de ese rojo tan bonito que podía tener distintas tonalidades según el lugar donde estaba.

Llevaba tanto sin ver algo tan bonito. Algo que le generara tanto placer. Era como estar padeciendo del síndrome de Stendhal en ese momento.

Las personas que visualizaba la escena se mantenían alrededor de Erin, pero a una distancia aún mayor de la mantenía Dean con ella.

—Erin— La llamó Adler acercándose cautelosamente.

Era su deber acercarse. Cuando Valery no estaba él era quien quedaba a cargo, sino era así, los otros se podían llegar a sentir perdidos, tal vez Akihiro pudiese manejar una situación de una mejor manera, pero desesperaba aunque no lo demostrase tanto, él no era un líder, era un seguidor, alguien predispuesto a recibir órdenes.

—Erin, Mírame— Pidió colocando las manos frente a él. Ella por su parte, alzó la mirada lentamente, para después empezar a sentir como perdía el control sobre su cuerpo.

Empezó a percibir un sudor que se mezclaba con la sangre, parecía que el aire le faltaba y su cuerpo se sentía con un sofoco sumamente extraño. Después de eso, la presión en su cabeza se hizo presente, llevándola así a tener un fuerte dolor de cabeza siendo acompañado de un irremediable dolor en el pecho. Poco después, las náuseas y mareos se hicieron presentes. Para ese entonces ya sentía las pulsaciones de su corazón aceleradas, parecía que le iba a dar una arritmia. Lastimosamente para Erin, esa pesadilla no acabo ahí, apenas empezaba la peor parte, y era que los temblores y la sensación de que en cualquier momento podría morir arrollaron con lo poco que quedaba de ella.

Todo aquello que la arrebataba podía sumergirse en un solo palabra: Miedo.

Un fuerte e incontrolable miedo la había invadido. Llevándola así a un lugar de su mente que no le permitía actuar con cordura, se sentía en otro lugar. Se sentía expuesta en indefensa.

Cuando el sol se escondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora