3. Sangre.

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3. 

Sangre.

Solo había sangre.

Sangre por todas partes.

La escena del crimen era perfectamente visible para todos. Poco a poco fueron llegando las personas, y así mismo se fueron desmayando y cayendo en la tentación de vomitar.

Había un cuerpo tirado en el patio.

Desnudo.

Con los miembros desencajados.

Y la lengua sacada por la garganta.

La imagen era tétrica y asquerosa, pero aun así había docenas de estudiantes a su alrededor, entre ellos Erin, quien no podía creer lo que estaba ante sus ojos.

De todas las cosas que había podido imaginar, jamás se le había pasado por la cabeza el presenciar tal atrocidad; nada en la información de la escuela hablaba sobre matanzas por las noches; se pudo pensar que solo había sido un accidente, pero las marcas, la forma en que los cortes estaban realizados, todo indicaba lo cruel que habían sido los causantes de la muerte y el sufrimiento de aquel chico, porque sin duda alguna, había sufrido exageradamente.

Nadie lo sabía, pero había sufrido varias torturas antes de que lo asesinaran. Fue como si hubiesen querido sacarle alguna información a la fuerza, y al momento de tenerla, como ya no les servía de nada, solo habían decidido acabar con su vida, como lo hacían aquellas almas, que en algunos momentos se sentían en los cielos, y con el poder de creerse Dios.

Sin saber porque, Erin dio unos pasos al frente, abriéndose así caminó entre las personas, estuvo a punto de quedar frente a frente con el cadáver, pero una mano en su hombro la retuvo.

Se giró rápidamente para ver quién era, y se llevó una extraña sorpresa.

Era María Antonia.

Llevaba el uniforme puesto, aunque aún era demasiado temprano para ir a las clases.

—No deberías estar viendo eso— Dijo en un tono calmado, pero a la vez firme.

Gracias a lo perturbadora que le había resultado la situación a Erin, no pudo objetar nada, solo dejó que María Antonia la guiase lejos de la escena.

— ¿Eso es usual aquí? — Preguntó Erin anonadada.

—Tal vez, depende— Respondió secamente.

— ¿De qué?

—De si encuentran el cuerpo— Era abrumador, pero para ella parecía algo normal, como si fuese algo de todos los días.

De una forma u otra Erin se asustó, pero se mantuvo en calma, lo cual no entendía, ya que tenía los nervios muy sensibles y se alteraba con cualquier cosa.

—No sabía que esto pasaba.

—Nadie que esté afuera de la escuela lo sabe, ni siquiera los habitantes del pueblo, son cosas extrañas que pasan cuando el sol se esconde, pero tú debes estar tranquila, no te pasará nada— Aseveró ella con mucha firmeza.

— ¿Cómo lo sabes? — Siguió indagando Erin, un poco más asustada que antes.

—Solo lo sé, confía en mí. Por ahora, ponte derecha, a nadie vas a impresionar con esa joroba, o eso era lo que decía mi madre.

— ¿Te decían eso? — Cuestionó cambiando de tema.

—Hago parte de la familia real española, no puedo mostrar una mala imagen. Antes era un poco insegura, lo cual hacía que no me quisiese poner erguida, pero después de muchas clases, aprender cosas, vivir un poco, entendí que una buena postura te puede atribuir en la clase de presencia que das; nosotras somos mujeres que pertenecen a un entorno público, debemos ser amables, pero con carácter, no podemos dejar que un mal comentario nos desequilibre o nos haga sentir mal.

Cuando el sol se escondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora