II

456 36 1
                                    

Violet

Los analgésicos y cuánta mierda me aplican cada dos horas me tienen atontada, pero no soy boba, sé que me estoy moviendo en un auto o algo parecido. No puedo viajar de un lado a otro sin que me duerman pues según los auxiliares enfermeros soy muy peligrosa.

Desde niña me he caracterizado por "no ser normal". Había nacido sana pero un problema mental es difícil de detectar y todo comenzó cuando era solo una niña, cometía actos impulsivos y hasta me hacía daño a mi misma, las cosas fueron peor cuando jugando con una vecina en el lago cerca a la casa de mis padres le pedí que se metiera al lago. No me importó verla ahogarse por no saber nadar y volví a la casa con total normalidad.

Fue peor en la escuela cuando utilizaba toda clase de manipulación para mí beneficio o satisfacción, me gustaba ver a las personas sufrir y las chicas con problemas de casa o de depresión eran un blanco fácil. He presenciado más suicidios que cenas en familia en toda mi vida.

De aquí me diagnosticaron con este trastorno que yo consideraba normal y me divertía. No tiene cura pero los tratamientos son una mierda.

Había perdido ya la cuenta de en cuántos hospitales psiquiátricos había estado, mis padres no me querían en casa porque siempre le hable a mi madre de la peor forma diciéndole que era un inútil por parir a alguien como yo, por no mantener cerca a su esposo adúltero y ser una inservible con falta de carisma sexual, que así me hubiera abortado buscaría la forma de fastidiarle la vida de porquería que trataba de aparentar haciendo pasteles de fondant y llevándolos a la iglesia los niños desamparados.

Con mi padre nunca trate, sentí su miedo cuando supo lo que hacía pero sabía que era él quien estaba haciendo los tramites para que me llevarán a otro hospital.

Austin State Hospital.

Por fuera no se veía tan mal como en los anteriores pero por dentro era, literalmente, una casa de locos.

—¿Trabajas aquí? —le pregunté al enfermero que me acompañaba en la furgoneta.

Era joven, no recordaba haberlo visto antes en el hospital de porquería en el que estaba, tenía unos rasgos masculinos muy marcados, la mandíbula apretaba y unas bonitas venas marcadas en la manos blancas. Sin embargo no me contestó, ni siquiera me miraba y parecía sería y absorto mirando por la ventana.

—Creo que no te he visto antes, me acordaría de haberlo hecho pues eres muy apuesto —dije, siguió sin contestar —. Parece que a los enfermeros de aquí les cortaron la lengua. Háblame, yo no voy a hacerte nada, no entiendo porque dicen que soy peligrosa si no he hecho nada más que estar encerrada.

—Casi matas a un colega en el otro hospital anoche —dice y yo sonrió ampliamente.

—Era un mecanismo de defensa, el muy pervertido iba a tocarme las tetas...

—No seas mentirosa. Ni siquiera haces un buen intento por escapar, la habitación tenía cámaras.

—Gracias por la información, muñeco —le guiño el ojo —, tendré más cuidado para cuando tú y yo hagamos el amor en una de las habitaciones.

Suelto una estruendosa carcajada mientras el enfermero se sonroja y mira hacia otro lado. Es nuevo, estoy segura y al parecer vamos a estar viendonos muy seguido.

La furgoneta hace la parada frente a la gran edificación en piedra que se hace llamar hospital psiquiátrico que más bien parece un ancianato porque lo único que veo fuera son personas de mediana y mayor edad caminando acompañados de enfermeros.

—¿Seguro que me trajiste al lugar indicado? —pregunto —. No creo que quieras una masacre llena de viejitos.

—Son enfermos mentales al igual que tú que fueron abandonados aquí hasta que mueran. Supongo que estás viendo tu futuro.

Amar, Besar, Matar [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora