XXV

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Violet

Digo su nombre en medio de suspiros, siento que estoy a punto de desmayarme a causa de su agarre en mi cuello pero no me importa, me gusta que lo haga y se lo demuestro con un gemido ahogado en cuanto sube las caderas para chocarlas con las mías.

Fuera hace frio y esta empezando a nevar de nuevo, pero dentro los vidrios de la habitación de hotel están empañados y casi no se ve nada mas allá de las luces del establecimiento.

Jessie suelta un gruñido cuando sale de mi y se derrama sobre su abdomen, aun tiene los ojos brillosos y no se que voy a hacer con el libido de este hombre. No para, desde que llegamos al hotel lo hemos hecho dos veces.

Me recuesto a su lado mirando el techo, me duelen las piernas y las marcas de sus labios empiezan a arder. Siento cuando se estira para tomar un cigarro y encenderlo con el mechero rojo que una vez me regalo.

—Cuéntame tu historia, Violet —susurra.

Volteo a mirarlo, el cabello se le pega a los lados y enfrente por el sudor pero no es una mala imagen, es lo que siempre fue Jessie: increíblemente seductor.

—¿Mi historia? —repito con sarcasmo —. No hay mucho que contar.

—Claro que si —me ofrece el cigarro y lo tomo —. ¿Como fue que adquiriste ese trastorno? Porque con ello no se nace, Violet...

—Pues... resulta que la historia de mi trastorno tambien lleva a la de mi primera vez.

Levanta las cejas y gira el cuerpo para mirarme, esta desnudo y no quiero que se tape nunca. Me acaricia el abdomen con movimientos de sus dedos en va y ven que me desconcentran.

—Cuéntame —me pide.

«Tres años. Tres años tenia cuando el tío religioso de mi familia y a quien todos le tenían confianza empezó a acercarse a mi, me atraía con sus juegos, su sonrisa tan amable y porque siempre me llevaban juguetes. Como era tan de confianza con mis padres, me dejaban a su cuidado.

Fue a los cinco años cuando empezó a tocarme; primero levantaba mis vestidos, me tocaba allá abajo y decía:

—Nunca dejes que un niño toque este, es sagrado.

Le preguntaba que si solo debía dejarme tocar por él pues en ese momento lo hacia, era solo una niña, no entendía nada de lo que pasaba. Luego le gustaba llevarme a otras habitaciones cuando mis padres no estaban, me veía mientras me duchaba, me desnudaba y luego... me violo.

No recuerdo haber gritado tanto en mi vida porque dolió, aun tengo su imagen estampillada en el cerebro cuando acabo sobre mi estomago, cuando me pidió que no le dijera nada a mis padres porque era algo "normal". Me mantuve callada, los abusos siguieron por un año y eran consecutivos.

No queria alejarme de mi infancia, de mi niñez, de mis compañeros de guardería y de mis padres pero sin remedio lo hice, ya no era la misma niña de antes y me aleje. Mis padres nunca sospecharon nada porque siempre estaba mi tío el violador diciendo que era normal, como si en verdad él supiera de esas cosas. Solo les pedía que me encomendaran a Dios, que todo iba a salir bien conmigo y solo era una etapa. Mi odio hacia Dios creció porque decía que bajo su escudo y su palabrería ese hombre estaba haciendo lo que hacia conmigo.

A los seis años jugaba con una amiga de mi misma edad en el lago cerca a mi casa en Alemania, ella cayo en el agua, no sabia nadar, gritaba y salpicaba el agua y yo... solo me quede mirando como se ahogaba, me invadió una sensación de satisfacción al verla gritar, llorar y berrear, viendo como el agua me salpicaba en los zapatos. Luego de unos minutos vi como su cuerpo se mantenía sobre el agua boca abajo, sonreí y me fui de vuelta a casa como si nada. Fue considerado solo un accidente, pero yo sabia que mi padre presentía lo que me pasaba.

A medida que fui creciendo me volví mas vulgar y grosera, insultaba a mi padre diciéndole que era un inútil y adultero y a mi madre que era un imbécil por no frenar lo que pasaba con mi padre. Me gustaba tratar mal a los chicos de mi escuela y todo se volvió peor cuando manipule a una chica a que se suicidara.

No puedo describirlo, es satisfactorio.

Me trajeron a Estados Unidos esperando un diagnostico, les conté a mis padres lo que había pasado con mi tío pero no me creyeron, solo decían que mi problema era algo de nacimiento, asi que me abandonaron. Cuando las clínicas en donde estaba tenían algún problema conmigo, ellos volvían y me llevaban a otro mas costoso...»

—Nunca hablan conmigo —continúe —se supone que tengo terapia familiar pero ellos nunca hablan conmigo. Mi madre me tiene miedo y no la culpo, ella puede considerarme de todo, menos su hija.

Se hace un silencio y volteo a ver a Jessie, no tiene expresión en el rostro y bueno, es algo común en él, tampoco esperaba que le conmoviera mi historia.

—¿Y tu? —le pregunto —¿De nacimiento o alguna escena traumática?

Sonríe.

—Un psicópata nace, no se hace. Mi padre es taxidermista, de niño lo veía disecar animales y le cogí un gusto a la sangre. Desde los seis años empecé a matar a los gatos de mis vecinas y hacer lo mismo que veía hacer a mi padre, solo que yo lo hacia cuando los animales estaban vivos —hace una pausa para darle una calada al cigarro que esta por terminarse —. En la escuela me gustaba molestar a los niños, acosar a las niñas y hacerlos sangrar, asi como tu, siento satisfacción cuando los veo chillar por su vida, en pocas palabras, me la pone muy dura...

Sonrió ante su chiste que es terrible pero ¿Qué mas le puedes pedir a alguien como nosotros?

—¿Nunca le hiciste algo a tu tío? —me pregunta.

—No, lo veía como alguien que podía hacerme callar, como al único al que le rendia pleitesía. Él mandaba, yo obedecía.

Jessie suspira y se remueve en la cama, se posiciona en medio de mis piernas con las manos a cada lado de mi cabeza, me besa las mejillas y los labios al tiempo que habla.

—¿No quisieras hacer algo, Violet? ¿Hacerle pagar todo lo que te hizo de niña y el hecho de que tus padres no te crean?

Nunca me he parado a pensarlo pues es un recuerdo que mi memoria borra cada cierto tiempo y tengo que esforzarme para recordar, pero no estaría mal. Al fin y al cabo se lo merece.

—No lo había pensado, pero no estaría mal —susurro dejándome llevar por sus caricias.

—Exacto, se lo merece, quien sabe que podría estar haciendo en estos momentos mientras tu sufres las consecuencias. Hay que hacer algo pero... ha de estar lejos ¿verdad?

—En Alemania, supongo.

—Aja y para ir a Alemania necesitamos dinero.

Lo miro a los ojos, tiene esa expresión de estar planeando algo.

—¿Qué sugieres? —le pregunto.

—La mansión del imbécil de la ferretería esta a unos cuanto kilómetros de aqui, no estaría mal ir por un pequeño préstamo... o robo, lo que suceda primero.

Se lo desalmado que puede tornarse en una actividad como esa pero... ni él ni yo medimos consecuencias.

Amar, Besar, Matar [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora