XXII

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Violet

Por órdenes del ser supremo Jessie, tuve que revisar la guantera, la parte de atrás del auto y otras cosas para ver que tenía en el auto el hombre que cayó en el acantilado. Encontré los papeles del auto, la licencia, un poco de dinero y ropa de vejete. Al parecer iba de viaje.

Revise su billetera que estaba en la guantera, tenía varios recibos de banco y consignaciones, además de una foto con su familia, una mujer regordeta y un bebé de unos diez meses. Iba a lanzar todo eso por la ventana pero la voz de Jessie me alertó.

—No lo hagas. Sería dejar pistas y no queremos eso.

Lo mire un rato. Parecía que estaba más tranquilo pero conducía rápido y el auto derrapaba por la congelación de la carretera. Solté una risita y mire por la ventana.

—¿Que es lo gracioso? —pregunta frunciendo el ceño.

—Nada — sonrió —. Que has estado todo el rato dándome órdenes como si fuera un soldado.

—Tengo que hacerlo, ciertas cosas las haces sin pensar y esto es muy delicado, Violet.

Como si no lo supiera.

—Lo se —le dije.

—Eres un poco impulsiva.

¿Y ahora por qué sacaba a relucir todo lo que yo era? Él mismo me había escogido para escapar, ¿con qué derecho me sacaba todo esto en cara?

—Entonces hubieras escogido a otra ¿no? —le dije con amargura.

—¡Por favor! —se burló —. Tú y yo sabemos que sola no hubieras podido escapar, seguramente habrías herido a unos cuantos enfermeros y eso sería todo, con suerte solo te sacarían de tu habitación para llevarte a aislamiento. No voy a negar que sabes mentir, pero eres terca e impulsiva y si no hubiera sido por mi estarias llorando en esa habitación.

Me hirvió la sangre. ¿Así que era eso? Solo tenía que buscar a una tonta que hiciera las cosas sucias por él (como matar a Alexandra) y una vez afuera, me mandaría a volar. O tal vez buscaba solo entretención en medio de su escape.

«Vida sexual promiscua» recordé que decía su expediente.

— Detén el auto —dije seriamente sin mirarlo.

Me miró confundido y volvió la vista a la carretera.

—¿Que? —dijo.

—Que detengas el jodido auto, White.

—¿Que estás loca?

Le lance un puño justo en la una zona de la pierna, entre la rodilla y el músculo que lo hizo gruñir y pisar el freno, nos ladeamos un poco pero yo misma accione el freno de mano y abrí la puerta del auto aún cuando estaba en movimiento por lo resbaloso del suelo.

—¡Violet! —grito cuando me baje y empecé a caminar hacia el bosque.

Maldito idiota.

Ay si, todo hermoso hasta que salió del maldito hospital y solo fui un peón, un eslabón en sus métodos de escape o tal vez pensaba que iría tras él y lo follaría cuántas veces quisiera pues su libido siempre andaba por las nubes. Pues no, me hubiera matado a mi y se hubiera ido con Alexandra.

Llegaría yo sola al pueblo más cercano y no necesitaba ayuda de un maldito auto. Me quite el suéter que me había dado para cubrirme y lo lance lejos de mi, me cubrí los pechos con los brazos y seguí caminando derecho.

—¡Violet! —escuche que gritaba.

—¡Vete a la mierda!

Después de unos pasos y justo cuando vi un arroyo, me tomo del brazo y me giró bruscamente. En la otra mano llevaba el suéter que yo había lanzado.

Amar, Besar, Matar [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora