XVIII

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Violet

No estuve nada tranquila en las dos semanas que pasaron luego de presenciar el intento de suicidio de Jessie y no entendía porque me afectaba tanto ese hecho, era algo creciendo en mi pecho que me molestaba cada día que despertaba.

—¿Quisieras decirme cómo estás hoy? —me pregunto mi terapeuta.

Lo mire con el pulgar metido en la boca, era un acto de reflejo desde que era chica. Mi psiquiatra me había estado hablando y preguntando cosas sin sentido sin ti prestarle mucha atención hasta que llego esa pregunta.

—No lo sé...

Levantó las cejas y se quedó callado. Yo nunca le respondía esa pregunta, sobre todo con tanta sinceridad.

—Pues... Dime más o menos que es lo que sientes, que es lo que quieres hacer...

Me quedé callada unos segundos y mi psiquiatra se recostó en la silla pensando que no le iba a responder.

—Me siento inquieta —dije de repente —con un montón de emociones que me abarcan en la mañana y no se cómo responder a eso, quiero acabar con el mundo y a la vez no quiero hacer nada.

—¿Hay algún evento que creas que haya ocasionado esas sensaciones?

Me quedé callada ahora sí, mi tiempo de comunicación había terminado y no quería comentarle nada de Jessie, que era eso lo que me mantenía inquieta. El doctor suspiro y torció la boca en un intento de sonrisa, tal vez satisfecho por el "avance" de hoy.

—¿Puedo irme? —pregunte bajando los pies del sillón.

—Adelante.

Me levanté y camine hacia la puerta, no sé porqué pero ese ambiente siempre me resultaba tan cerrado, como si no pudiera respirar. Empezaba a pensar que lo que necesitaba era distraerme, divertirme un poco de la manera que conocía.

Salí y apenas poner un pie afuera y cerrar la puerta, sentí una mano cerrándose en mi muñeca; me gire, me golpee la frente con una pequeña esquina de una columna pero lo vi y mi boca se abrió en asombro.

Jessie me miraba con ojos impasibles,con esa expresión fría que a veces lo caracterizaba. Estaba bien al parecer pero habían sido dos semanas sin verlo y el recordatorio de lo que vi en el suelo de su habitación me golpeó el cerebro.

—¡Auh! —me queje sobando mi frente —Jessie, estás... estás...

—¿Guapo? —una sonrisa divertida apareció en su rostro —. Si, muchas gracias por notarlo, eres tan amable.

¿Que demonios?

Quería ver las marcas de su intento pero como siempre, llevaba una chaqueta que le cubría hasta la mitad de las manos.

—Ven, quiero darte algo...

Me acarició la mejilla y me tomo de la mano para que lo siguiera; yo estaba pasmada, Jessie parecía no recordar que había hecho eso y que lo habían encerrado por quince días enteros. Su arrogancia, su egocentrismo, su sarcasmo habían regresado.

Llegamos a la puerta de las escaleras de servicio, abrió la puerta un poco para no activar la alarma y me indico que pasara, luego me siguió. No bajamos ni subimos, su espalda se pegó en la pared y me sonrió. Aquí el frío era mayor.

Llevo una de sus manos al interior de su chaqueta y saco una cajetilla de cigarros.

—Tuve que hacerle un favor a uno de los enfermeros para conseguirla. Ya sabes, más favores, más recompensas —dijo.

Siempre supe que Jessie manipulaba a los enfermeros: les decía que no haría ciertas cosas con tal de que ellos le dieran pequeñas recompensas y eso le funcionaba muy bien.

Amar, Besar, Matar [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora