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Violet

Despierto a las cinco de la mañana sin poder volver a dormir porque Sam paso a esa hora para hacer vigilancia, a mi lado la chica Molly duerme entre toda su basura y lo peor de la noche es que algún imbécil no dejo de murmurar o hablar algo que no entendía muy bien.

A las siete y media todos teníamos que estar fuera de la cama. Hoy más que nunca estoy de mal humor porque tengo un pegote que no me deja en paz.

—Eres una mentirosita —m dice Molly con una risita estúpida —, me dijiste que te llamabas Penélope y tu nombre real es Violet.

—Es que uso el nombre Penélope para retrasados —digo sin prestar mucha atención. Molly carcajea.

—¡Que graciosa eres!

Se sienta a mi lado mientras nos dan el desayuno y es lo mismo que el día anterior: dementes lanzando comida en el aire, enfermeros tratando de calmarlos, personas que no comen, otras que se llenan como vacas y yo simplemente me llevo las tostadas a la boca. Estoy aburrida ya y quiero largarme.

No he visto al enfermero que me trajo a este infierno y mi única opción hasta ahora para escapar es él, tengo que hacer lo que sea, tengo que hacer que evada las normas y me deje salir... Eso, o liarme con el chico que va pasando.

Sé que Jessie no es al único que parecen temerle en este hospital
He notado también a un anciano al que nadie se le acerca pero no conozco su trastorno y me es difícil de detectar. Jessie parece muy normal dentro de lo que cabe, pero en los años que llevo en esta clase de hospitales, sé que a los que aparentan ser normales es a los que más hay que temerles.

A mi lado, la loca no deja de hablar del desayuno.

—¿Por qué no me haces una favor? —le digo fingiendo una sonrisa —¡Piérdete! Me está dando jaqueca tenerte al lado ¡Chuu!

Molly me mira por un segundo y toma su bandeja dando pasos bruscos lejos de mi. Cuando creo que está por llegar la paz, un chico moreno de cabello negro se sienta frente a mi.

—Genial, otro loco —digo golpeando la mesa.

—No estoy, estoy, estoy, estoy, estoy, estoy... estoy loco —dice.

—Ya veo —ironizo —. Eres un cassette rayado.

—Tampoco —sonríe.

Me parece extraño que al organizar su comida sea muy cuidadoso al ponerla de tal modo en que se vea perfecta sobre la mesa, cambia los lugares un montón de veces y se le nota tenso en cada movimiento. De tanto verlo creo que me estoy volviendo loca.

—¿¡Quisieras dejar de hacer esta estupidez!? ¡Solo tragatéla! —le grito. Esta gente me pone de los nervios.

—Violet —me advierte Sam poniendo una mano en mi hombro y ruedo los ojos —, vamos a tratar de contener nuestras emociones y no hacer sentir mal a los demás. Este es Brian, tiene trastorno obsesivo compulsivo y para él es muy difícil no hacer lo que estás viendo.

—Entonces dile a este loco frenético que se aleje de mi —sonrío con dulzura.

—Sé que no se te da bien relacionarte con los demás, Violet, pero haz un intento...

—No, y usted no es mi puta psiquiatra para venir a decirme esas cosas, usted no es nadie, es solo una vigilante que jode a cada cierta hora de la mañana...

Me levanto de la mesa y camino hacia la salida.

—No puedes dejar tu desayuno aquí, Violet.

—Tragueselo usted.

Amar, Besar, Matar [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora