Capítulo 29

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Abro y cierro los puños para apartar un poco el entumecimiento luego de la pelea con el chico ruso

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Abro y cierro los puños para apartar un poco el entumecimiento luego de la pelea con el chico ruso. La verdad no fue la gran cosa después de que me dijeron que era rudo y difícil de derribar, no me costó ni la media hora que me dieron para noquearlo y no estoy muy seguro si eso vaya a repercutir en la cantidad de dinero que se apostó.

Algunas veces cuesta más el circo que el verdadero don de saber pelear.

No todo es como la gente piensa, no se trata de salir al ring y noquear en un segundo al competidor. Todo depende de los encargados que hacen las apuestas, sí muchos apuestan por uno, el otro competidor tiene que dejarse perder sí o sí. Si ese no es el caso, entonces te dan instrucciones dependiendo del sujeto con el que vas a pelear, si es fuerte o si mucha gente va por él con las apuestas, entonces, aunque uno no quiera tenemos que hacer que la batalla dure al menos media hora para que valga la pena.

Es una tontería, pero gracias a esas reglas mucha gente se une a las apuestas todos los días que se abre el ring.

   —No estuvo mal —esa fastidiosa voz me saca de mis pensamientos. Segundos después, algo pesado golpea sin fuerza mi abdomen. Antes de que caiga al suelo, mis reflejos lo atrapan. Es un fajo, billetes verdes perfectamente doblados en una liga.

No soy un cerebrito, pero teniendo en cuenta el peso y el grosor, creo que es menos de lo que había pensado. Arrugo mi frente casi por instinto, mientras veo el rostro insoportable de Elías.

   —No es mucho, teniendo en cuenta que no pasó la media hora —agrega. Su tono burlón me hace apretar los dientes, pero me quedo en silencio sin ganas de hablarle. —Necesitas esforzarte más, Leck, de lo contrario no serán cinco o seis peleas más las que hagas a mi favor.

No puedo hacer nada al respecto porque es él quien se encarga del dinero apostado en mis peleas. Sé que no se gana mucho en una noche por toda la repartición que hacen los patrocinadores, dependiendo de las circunstancias, pero también sé que no necesito más de diez combates para juntar todo lo que mi hermano y Mike le deben.

Falta menos.

Sin intenciones de responder sólo bajo la cabeza, recargando los brazos en mis rodillas. Mis deportivas color oscuro son más interesantes que la presencia de ese pendejo.

Si estuviéramos en el pasado estoy seguro que no me importaría nada la ganancia de la noche, estaría mas preocupado por saquear los bolsillos de Elías para después tirarme en cualquier parte del piso y no saber de nada y de nadie el resto de mi conciencia.

   —Sé mejor que nadie que no quieres estar aquí —vuelve a romper el silencio sin importarle mis pocas ganas de socializar, sin embargo, se queda parado al lado de la puerta. —También me queda más que claro que tienes mucha ira acumulada, aunque entiendo que gran parte de ella se deba a mí, no sé de dónde venga la restante.

Las vendas cubiertas con sangre que aun yacen en mis manos me dan nauseas, ese olor combinado con el lugar y con la adrenalina viva aun corriendo por mis venas, retuercen mis entrañas. Esta pelea no bastó para deshacerme de todo lo malo que tengo acumulado. No bastó para hacerme sentir menos miserable.

Para ti de alguien más ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora