Capítulo 61

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Voy de picada justo al hoyo de mierda de donde salí. No hago nada por detener el sentimiento aplastante, simplemente dejo que me ponga de rodillas y me consuma. Merezco esto. Merezco cada una de sus palabras. Merezco regresar a donde pertenezco, nunca debí salir de ahí. Esta vez ya no hay nada que pueda hacer, todo es diferente, todo se jodió.

Todo se fue a la mierda.

No debí esperar un final diferente.

No debí pensar que podría con esto.

Aquí no hay nada para mí...

Mi respiración se atasca en mi garganta y me asfixia cuando regresan a mi mente todas sus palabras. Su expresión afligida. Sus lágrimas. La decepción que vi en sus ojos.

Esa decepción que yo causé.

Sólo déjate caer.

El pecho sigue oprimiendo sin compasión, me atraviesa, recorriendo todo mi cuerpo y no puedo hacer nada para detenerlo. Me gustaría decir que sirve de algo la cantidad de puñetazos que han caído en mi cara, las patadas y el golpe crudo de los nudillos golpeando sin piedad mis costillas, pero no es así. El dolor físico sólo me ayuda un momento a calmar lo que siento por dentro.

Sólo un puto momento.

Lo malo de recibir palizas constantes es que ya no me salvan de lo mierda que me siento, no aminoran la carga que siento en el corazón, no liberan mi mente de todos los sentimientos negativos que se acumulan en mi cabeza. Ya no sirven de nada.

Esta vez no puedo escapar.

Esto ya no está funcionando.

— ¡Qué mierda haces! ¡Golpéalo! —Ese es Elías, gritando desde algún punto de la habitación. La verdad no me importa lo que dice, puede chuparme las bolas e irse a la mierda.

Recargo mis manos en el piso mientras escupo una gran cantidad de sangre, pero no me levanto, ni siquiera estoy prestando atención a la pelea. Lo único que quiero es recibir más golpes, a donde sea que vayan a parar.

Necesito más.

Uso mi banda como pañuelo, limpiando la sangre que resbala desde mi nariz antes de ahogar un gruñido causado por un puñetazo directo en el estómago. Me saca el aire al instante y en lugar de cubrirme el cuerpo, me dejo caer al suelo otra vez.

Mierda.

— ¡Defiéndete! ¡Jax! —La voz de James llega hasta mis oídos. Noto la desesperación e impotencia en su voz por no poder ayudarme, de ser posible ya habría corrido hasta mí para golpearme y obligarme a defenderme. Pero no puede hacerlo. Intento verlo entre la multitud, abriendo un poco mi ojo menos hinchado, pero es inútil—. ¡Levántate!

Perdón, James, pero esta vez no quiero hacerlo.

Vuelvo a escupir la sangre acumulada en mi boca mientras me recargo en ambos brazos. No me levanto del suelo porque mi único propósito es hacerle saber a Viktor que todavía puedo recibir sus golpes.

Para ti de alguien más ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora