Capítulo 40

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Has enviado un mensaje:

—Estoy seguro que te miras más preciosa que ayer

Envío el mensaje con una sonrisa enorme en la cara. Desde el día en que dejó mi casa oficialmente como mi novia, no hemos parado de hablar por mensaje todos los días. Ha cada hora. Cabe destacar, que las únicas veces que dejo tranquilo el teléfono es cuando la tengo para mí. Cerca.

Después de varios días en donde siempre me despertaba odiando al mundo y maldiciendo cada cosa que se atravesaba en mi camino, ahora han sido demasiado distintos. Empiezo las mañanas de manera natural y hasta puedo decir que soy menos antipático. La sensación de saber que ahora Jazzlyn es mi novia me ha tenido sonriendo como imbécil en cada maldito puto segundo de los días, simplemente a donde sea que dirijo la vista me encuentro sonriendo o intentando contener esa sonrisa de felicidad.

Pero al parecer en este momento ella continua con su rutina de la mañana, estando en clase o simplemente hablando con Vera, así que no me hago mucha ilusión en obtener una respuesta enseguida. Guardo mi teléfono en la mochila sobre la banca y me dispongo a continuar con una rutina que yo mismo me instauré.

Agito mi cabeza un poco deshaciéndome del sudor y del pelo que se ha pegado en mi frente por todo el ejercicio y por el calor que hace en este cuarto. Después de limpiarme con los nudillos el sudor restante en mis parpados, vuelvo a golpear el saco una y otra vez siguiendo el tic tac de la pauta.

El sudor vuelve a llenarme completamente unos minutos después, aunque esta vez no me detengo para quitarlo de mis pestañas. Continuo quizás otros veinte minutos antes de rendirme por los calambres en cada uno de mis brazos; recibo el saco que viene de regreso a mi pecho y lo abrazo para dejarlo otra vez sin movimiento.

Estoy por agacharme cuando observo de reojo el cuerpo de Nordik junto con otro par de sujetos pasando cerca de mi lugar. Él me ha visto y por obligación tengo que levantar la vista para mirarlo. Ahora que me siento cansado y todo lleno de sudor, no tengo ni la más mínima intención de socializar con ellos, y no tanto por Nordik, sino más bien por Elías que también viene en el montón.

—Cuando Elías mencionó que habías vuelto al circuito no lo podía creer —ese es Nordik, deteniéndose al lado del mismo saco que sostengo con las manos—Pero no sabía que también habías vuelto al gimnasio, hermano.

Hago una mueca por esa observación.

—Necesito un lugar donde seguir golpeando si voy a hacer esto —le informo—, y no está en mis planes hacerme público en otra parte.

Él se ríe a pesar de que mi gesto no ha parado de ser duro.

—Las puertas siempre están abiertas para uno de los que ha traído más dinero a nuestros bolsillos —dice. Que hable de dinero no me molesta ni me resulta extraño, él siempre ha sido de esa manera y por eso mismo no está en mi lista de personas intolerantes. Su preocupación siempre está pegada al color verde de los billetes y no se fija mucho en nosotros. —La pelea pasada, por ejemplo, Elías dijo que ganaron mucho dinero por una pelea excelente que dieron tú y Levi. ¿Te ha caído bien sentir el fajo gordo en tus bolsillos otra vez?

Para ti de alguien más ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora