『10』Confianza.

2K 166 33
                                    

Caminé hacia la habitación, notando que la puerta estaba entreabierta. Desde donde estaba parado, pude verla frente al espejo, observándose con una mirada perdida, como si tratara de encontrarse a sí misma en ese reflejo. Algo en su postura me pareció tan vulnerable que no pude evitar esbozar una sonrisa.

Entré en la habitación en silencio, nuestros ojos se encontraron brevemente antes de que ella hablara con un tono firme, pero cargado de incertidumbre.

—Me quiero ir de aquí—susurró, viéndome con esos ojos que parecían gritar algo más.

Desabotoné mi camisa lentamente, consciente de que ella no apartaba la mirada, y la dejé caer sobre una silla cercana.

—¿A dónde piensas ir? ¿A tu casa? ¿Con tus padres? ¿Dónde?—pregunté mientras terminaba de quitarme la camisa, tratando de mantener la calma.

—No quiero estar aquí—repitió, pero esta vez desvió la mirada, como si le pesara su decisión.

—¿Y qué piensas hacer? ¿Andar por las calles? ¿Qué vas a comer, Freya?—insistí, no porque quisiera hacerla cambiar de opinión, sino porque sabía que sus opciones eran limitadas, y ella lo sabía tan bien como yo.

—No lo sé—murmuró, apenas audible.

Me acerqué un poco más, mi voz suave pero firme.

—Sabes que no estarás bien en ningún otro lugar que no sea este—sentencié.

Ella tragó con dificultad, y finalmente asintió, aceptando algo que parecía dolerle.

—Señor Vélez, este no es un lugar para mí. No estoy acostumbrada a nada de esto—murmuró con un tono derrotado.

—¿Y por qué no te das la oportunidad? Aquí puedes ser feliz, Freya. Lo sabes—le respondí, sintiendo que estaba más cerca de convencerla de que esto, de alguna manera retorcida, era lo mejor para ella.

Me acerqué al armario, pasando a su lado, notando el suave roce de su pijama de seda al moverme. Era difícil no detenerme a admirarla. Saqué una camiseta y me la puse lentamente, dándole tiempo para procesar lo que había dicho.

—¿Y bien? ¿Qué piensas hacer?—le pregunté, girándome hacia ella.

—Me quedaré aquí—murmuró, resignada—. Confiaré en usted. Solo le pido que haga todo lo posible para que mi tío no le haga daño a más chicas.

Sonreí para mis adentros. Ya había pensado en eso desde hace tiempo.

—Tranquila, ya hay alguien encargándose de ello. En poco tiempo, tu tío estará tras las rejas.

Ella respiró hondo, como si una pequeña parte de su carga se hubiera aligerado.

—Y... Señor Vélez, ¿dónde dormiré?—me preguntó, su voz temblorosa, como si temiera la respuesta.

Me recosté en la cama y la miré, con calma, pero con firmeza.

—Dormirás conmigo. No te tocaré bajo ninguna circunstancia.

—Pero...—empezó a decir, dudando.

—Sin peros. Esa es mi última palabra—sentencié, cortando cualquier posible objeción.

Ella asintió lentamente, aceptando lo inevitable.

(•••)

La habitación parecía sumida en una calma inquietante, solo interrumpida por la tenue luz de la lámpara que creaba sombras en las paredes. Me recosté en la cama, y el suave sonido de la seda del pijama de Freya me recordó lo cerca que estaba, pero también lo lejos que debía mantenerme. No podía dejar de observarla. Cada vez que giraba o movía su cuerpo sobre la cama, mi mente se nublaba.

Subasta ||C.V. ||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora