Los días pasaban, y cada vez era más evidente lo mucho que Christopher significaba para mí. Me cuidaba como si fuera una niña frágil, me trataba como su mujer, y me adoraba como si fuera una diosa. A medida que el tiempo transcurría, comprendía que mi vida ya no sería la misma sin él. Su presencia lo había cambiado todo, y aunque me aterraba admitirlo, lo amaba.
¿Era amor? Sí. Y no solo por el sexo que habíamos compartido, sino por la manera en la que sus ojos me buscaban, sus manos me sostenían, y su voz me hacía sentir segura. Era mi primer y único amor.
—Nena, ¿quieres algo? —preguntó Christopher, su mirada fija en la mía, llena de una mezcla de ternura y vigilancia.
—Pide lo que quieras para mí —respondí con una sonrisa, intentando ocultar la inquietud que crecía dentro de mí. Pero él, como siempre, era demasiado observador.
Frunció el ceño por un instante, antes de dirigirle unas palabras rápidas al camarero. Cuando volvió su atención a mí, deslizó su mano sobre la mesa, atrapando la mía. El calor de su tacto era reconfortante, pero también sofocante en ese momento.
—¿Estás bien? —preguntó, su tono suave pero con una preocupación evidente.
—Estoy perfecta —dije, tratando de sonar convincente, pero mi respuesta solo hizo que me mirara con más intensidad. Él sabía que algo no estaba bien, lo sentía, y yo no sabía si eso me hacía sentir segura o expuesta.
—Ya sé que estás perfecta, pero quiero saber si te pasa algo —insistió, dejando su silla y sentándose a mi lado, como si la distancia entre nosotros fuera insoportable. Sus dedos entrelazados con los míos me daban una falsa sensación de calma, mientras acariciaba mi mejilla con ternura.
¿Lo amaba? Sí, pero había algo que me retorcía por dentro. Algo que no quería enfrentar. ¿Y si el amor no era suficiente para apagar todo el caos que me rodeaba?
Me apoyé en su hombro, intentando encontrar refugio en su cercanía.
—No me pasa nada —reí, aunque mi voz sonó más nerviosa de lo que pretendía.
—¿Estás segura? —repitió, su voz más baja, casi un susurro. Estaba tan cerca de mí que sentía su aliento acariciar mi piel. Su cercanía, aunque me daba consuelo, me hacía sentir vulnerable, como si no pudiera ocultar nada de él.
—Por dios, Christopher, deja de agobiarte —intenté bromear, pero él no rió.
—Estás muy risueña, cariño. Y tú no te ríes con facilidad. Es muy raro —dijo, su mirada fija en la mía, como si estuviera intentando descifrar algo que no podía entender.
El camarero interrumpió el momento al dejar nuestros platos, y Christopher lo observó con una ceja alzada.
—¿Te gusta el camarero? —preguntó, sus ojos buscando los míos mientras esbozaba una sonrisa que no llegó a sus ojos.
¿Hablaba en serio? No supe si debía reírme o preocuparme. Lo conocía lo suficiente para saber que, detrás de esa broma, había una chispa de duda.
—¿Te has fumado uno de los fuertes? —pregunté, tratando de romper la tensión. Él rodó los ojos, pero la preocupación seguía ahí, tangible.
—No sé qué es lo que te pasa, nena, dímelo, por favor —su voz se quebró por un instante, y pude ver el miedo que ocultaba detrás de su fachada de seguridad.
—Te lo diré al llegar a la casa, ¿okey? —respondí, no queriendo discutir en público. Él suspiró, asintiendo con una resignación que me hizo sentir culpable.
(***)
Cuando llegamos a la casa, Diana nos abrió la puerta principal, su mirada llena de resentimiento. Traté de ignorarla, pero algo en su expresión me hizo sentir incómoda. Mientras caminábamos hacia la habitación, sentí que algo estaba mal, como si todo lo que habíamos construido pudiera desmoronarse en cualquier momento.
—¿Me dirás ahora por qué estabas tan risueña? —preguntó Christopher, deshaciéndose del nudo de su corbata.
—Humm... nop —dije, tratando de mantener el juego.
Él frunció el ceño y, antes de que pudiera reaccionar, dejé que el vestido cayera al suelo, revelando mi tatuaje.
—¿Qué es eso, Freya? —preguntó, su tono cambiando de inmediato.
Se acercó a mí, sus manos acariciando mi cadera, deteniéndose en el diminuto tatuaje de rosa.
—Voy a matar a Sam —dijo con el ceño fruncido, sus ojos fijos en el tatuaje como si fuera una afrenta personal.
—Es solo una rosa diminuta —respondí, intentando restarle importancia.
—¡Te hiciste un puto tatuaje! —exclamó, la furia evidente en su voz.
—Cállate, tú tienes más tinta que piel. No eres quién para juzgar —respondí, señalándolo con el dedo.
—¿No te das cuenta? Te lo hiciste cerca de la parte íntima —gruñó, sus manos aferrándose a mi cadera con más fuerza de la necesaria.
—¿Crees que me desnude frente a un tatuador? —repliqué, frustrada por su reacción.
—Voy a castigarte —dijo, su tono bajo, pero cargado de promesas oscuras.
El aire entre nosotros se volvió denso, y en ese momento supe que, aunque lo amaba, siempre habría algo inquietante en nuestra relación.
—¿Cómo? —pregunté, desafiándolo.
—No tendremos sexo, una semana —declaró, como si eso fuera el mayor castigo que podía imponerme.
Y quizás, lo era.
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Subasta ||C.V. ||TERMINADA
Fanfic-¿Por qué haces esto? ¿Qué es lo que quieres de mí? ¡Déjame en paz! Esas eran las únicas palabras que lograban escapar de mis labios cada vez que lo veía. Sus ojos verdes, siempre tan seguros, solían hacerme sentir protegida... hasta que dejaron de...