『21』Padres.

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Cubrí la mejilla de Christopher con maquillaje. Vaya... un día estás emocionada por conocer a tus suegros y al otro solo deseas borrar cada moretón que tiene tu novio en el rostro, porque es un tonto que no hace más que meterse en problemas.

Aún así lo amo.

Christopher se queja cuando le aplico la base en el rostro.

—Quédate—gruñí.

—Pásalo más suave entonces—frunce el entrecejo.

—Ayer no te quejaste en absoluto—rodé los ojos.

—Ayer me sentía una diva—se encoje de hombros.

Una risa escapa de mis labios; no puedo evitarlo. La calidez de su presencia siempre logra hacerme sonreír. Christopher me envuelve las caderas con sus brazos, obligándome a subir a horcajadas sobre su cuerpo. Esta situación me gustaba. Me gustaba estar con él. Me gustaba la calidez que me daba.

Él era la tranquilidad que necesitaba en mi vida, la única persona que realmente importaba. No podía mirar a otro hombre que no fuese él, porque lo amaba, más que a cualquier otra persona.

—¿Lo golpeaste?—pregunté, acariciando sus labios. Christopher observa mis ojos, sabiendo de qué le hablaba.

Un suspiro escapa de sus labios mientras echa su cabeza contra el respaldar de la silla. Sostuve la parte trasera de su cuello, obligándolo a que me mirara nuevamente.

—No, Sam lo golpeó—resopló. —Antes fui encarcelado por violencia. Quisieron faltarle el respeto a mi madre; me enfureció y, ya sabes, odio las injusticias...—se encoje de hombros. —Probablemente el imbécil ese lo sabía, aunque, de todos modos, no importa—besa mis labios cortamente.

—Sam no estaba el otro día—fruncí el ceño mientras lo observaba.

—Diana lo llamó—respondió.

—¿Te la has follado?—pregunté, sintiendo la inseguridad apoderarse de mí. Christopher acaricia mi trasero con sus manos mientras me balanceo sobre su cuerpo.

—¿A Sam?—pregunta. Golpeo su espalda con mis manos, haciéndolo reír.

—Estoy hablando en serio, Vélez—dije, rodando los ojos.

—Vale... Sí, me he follado a Diana—respondió bufando. No le gustaban ese tipo de preguntas, pero, ¿qué más puedo hacer? Soy insegura.

Y más aún, después de que se la hubiera follado, ahora la tenía trabajando para él, en el mismo lugar donde estaba su novia, bajo el mismo techo en el que vivía con él.

—¿Te acostaste con ella porque tenías sentimientos incluidos?—hice una mueca, besando delicadamente cada una de sus mejillas.

Christopher niega con la cabeza y sujeta mi rostro entre sus manos, obligándome a mirar sus ojos café.

—Me acosté con ella porque no podía sacarte de mi cabeza. Siempre he tenido sentimientos hacia ti, te lo he dicho más de una vez—murmura. —Tú siempre serás la única mujer de mi vida, hoy, mañana, pasado, el próximo mes, durante mis últimos días. Serás la única mujer que podría ver y nunca cansarme de ella—confiesa, haciéndome sonreír. Lo amaba, lo amaba mucho. Aunque suene redundante, él era el hombre de mi vida.

—¿Me amas?—pregunté, besando sus labios esta vez con más pasión.

—Te amo, demasiado—responde. —Cambiando de tema... Vas a ser la primera chica que conocerá a mis padres, por favor, sé tú misma y te van a amar—acaricia mi mejilla y yo asiento con la cabeza.

No estaba segura de muchas cosas. Nunca fui alguien segura, mucho menos confiada. Pero desde que lo conocí a él... mi mundo cambió por completo. Creo que él es la única persona en la que de verdad debería creer, porque somos nosotros, dos personas que se aman y harán todo lo posible para salir adelante, dejando el pasado atrás y mirando al frente con una sonrisa de oreja a oreja.

Diana, Eduard, Albert... ellos no significaban nada. Simplemente fueron personas sin importancia en nuestras vidas. Diana nunca dañó a Christopher, sin embargo, mi tío sí me lastimó a mí, Eduard me hirió. Miles de hombres tocaron mi cuerpo, muchos hombres besaron cada parte de mí, y aún así a Christopher no le importaba.

No le importaba qué fue lo que me sucedió, ni por cuántas cosas tuve que pasar. Lo único que le importaba era nuestro presente, que yo estuviese bien actualmente, que dejara el pasado atrás.

Y lo haría por él. Por él dejaré mi pasado atrás y centraré mi mente en el futuro, en mi futuro con él. Seríamos felices, solamente nosotros dos, él y yo, nadie más.

(•••)

Por la noche, estábamos en casa de sus padres. Yo estaba con los nervios de punta. Christopher golpeó la puerta, acomodando su traje mientras me sonreía. Yo llevaba un corto vestido beige que realzaba mi figura, pero me molestaba, porque quizás no era el atuendo indicado para conocer a mis suegros. Por eso estaba tan nerviosa.

Aunque "nerviosa" queda corto para describir lo que sentía en esos momentos, Christopher se aferró a mis caderas mientras me dedicaba una sonrisa tranquilizadora.

La puerta principal fue abierta por una mujer de mediana edad. Su cabello azabache y sus ojos color café brillaban con un aire cálido. Llevaba un vestido negro que le llegaba a las rodillas y unos zapatos de tacón pequeño del mismo color.

La señora era bellísima y me sonrió al ver a Christopher. No pude evitar sentir ternura al observar cómo lo miraba.

—¡Mi pequeño! ¡Ven aquí!—dice la mujer, extendiendo sus brazos hacia Christopher.

Él suelta mi cadera para abrazarla con calidez, una conexión que me hace sonreír aún más.

—Mamita, te presento a mi novia—musita el castaño, soltando a su madre.

Me observa, al igual que ella. Ella me tiende su mano, saludándome, y yo la extiendo, tomando la suya.

—Soy Yenny, un gusto—dice la mujer sonriente.

—Yo soy Freya—respondí de igual forma. Los ojos de la señora se iluminan mientras observa a su hijo, soltando mi mano.

—¿Es ella?—pregunta con emoción. Christopher asiente con la cabeza. —Bien, creo que sé más de ti que de mi propia vida; Christopher me ha contado muchas cosas sobre ti—me dice la mujer, y Christopher bufa.

—Mamá, por favor, no empieces—dice el castaño a su lado.

—Va, pasen, pasen—dice la mujer, invitándonos a entrar.

Yo sigo a mi novio, tratando de parecer que conozco la casa. Christopher voltea hacia un lugar y no entiendo hacia dónde se dirige, hasta que veo una mesa y un hombre de mediana edad sentado en la punta de la mesa.

—¡Hijo!—exclama el hombre levantándose de la silla para acercarse a nosotros.

—Buenas noches, papá—dice Christopher a mi lado. El hombre llega hasta nosotros y abraza a su hijo para soltarlo casi al instante, dirigiendo su mirada hacia mí.

—Tú debes ser mi nuera—dice el hombre, observándome, y yo asiento con la cabeza. —Leonardo Vélez, para servirle—me dice.

Asiento de nuevo, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza.

Y la noche transcurrió así, con mis suegros y mi novio, una cena en casa de los padres de él. Y lo único que podía decir es que me sentía como en casa, porque Christopher me hacía sentir así. Él era mi lugar seguro, mi refugio en este mundo lleno de incertidumbres.

Subasta ||C.V. ||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora