| Christopher Vélez |
Al día siguiente, decidí enviar a Sam para que la vigilara. Necesitaba saber qué estaba pasando con Freya. Sin embargo, cuando Sam regresó con la noticia de que la cafetería no había abierto, una ola de desesperación me invadió.
«¿Le habrá pasado algo?»
—¡Maldita sea! —exclamé, la frustración brotando de mí.
—Señor Vélez, hice todo lo posible para... —intentó explicar Sam.
—¡Cállate! ¡Solo tenías una tarea! ¡Una simple tarea, Sam! ¿Es tan difícil cuidar de ella? —mis palabras resonaron en la habitación, llenas de angustia.
—Christopher—, comenzó a decir.
—¡Sam! ¡Solo cierra la boca! —interrumpí, mi paciencia a punto de romperse.
—¡Creo que sus padres tuvieron un accidente! ¡Posiblemente ella esté con ellos en un hospital! —gritó, su tono alarmante me sorprendió.
Examiné sus ojos azules. Estaba molesto, muy molesto. Lo conocía desde que éramos niños, y sabía que no diría algo así sin una razón.
—¿Por qué lo dices? —pregunté, intentando mantener la calma.
—Ayer en la noche, Freya estaba exaltada. Su tío hablaba por teléfono, y logré escuchar algo sobre un accidente —respondió.
—¿Crees que si preguntamos en—?
—Christopher, te pido que no actúes como un acosador —dijo con una sonrisa, pero su tono era serio.
—Solo quiero saber cómo está —gruñí, frustrado. Mi mano golpeó un florero que estaba cerca y este se rompió en pedazos, el sonido resonando en la habitación.
—Lo vas a saber. Voy a ir a su casa y esperaré a que lleguen. Te apuesto que tendrás noticias de tu "princesa" en un abrir y cerrar de ojos —dijo Sam, con una mirada decidida.
—Está bien —suspiré pesadamente, sintiéndome impotente.
| Dos semanas después |
Los días se convirtieron en semanas, y no tenía noticias de Freya. Cada día iba a la cafetería con la esperanza de que abriera sus puertas, pero nada. La única persona que aparecía era Albert, y su mirada cargaba una tristeza que no entendía.
Miraba en las redes sociales, pero tampoco había señales de ella. «¿Dónde estás?» era la pregunta que resonaba constantemente en mi mente.
La desesperación crecía como un fuego descontrolado. ¿Y si Albert le había hecho algo? La palabra "accidente" retumbaba en mi cabeza como un eco angustiante.
Suspiré mientras arrojaba un plato de comida al suelo, el ruido del quiebre haciendo eco en la soledad de mi casa.
—¿Dónde carajos está? —pregunté, golpeando la encimera de la cocina con frustración.
—¿Señor Vélez? —preguntó Nahiara, apareciendo en la puerta de la cocina.
—¡Déjame solo! —le grité, sintiéndome atrapado en una jaula de ansiedad.
—Señor Vélez, ¿qué está haciendo usted aquí? —preguntó, con preocupación en su voz.
—¡No tengo que darle explicaciones sobre lo que hago en mi casa! ¡Lárguese! —me acerqué a ella, pero solo asentí cuando vio el miedo en mis ojos.
Ella asintió y se fue corriendo, dejándome solo con mis pensamientos oscuros. Pasé mis manos por mi cabello, sintiendo el desasosiego apoderarse de mí, y me deslicé por la pared hasta llegar al suelo.
—¡Christopher! —escuché gritar a Sam desde afuera, su voz resonando en la tensión del momento.
—Estoy en la cocina —respondí, tratando de mantenerme sereno.
Escuché pasos apresurados, y Sam apareció en la puerta.
—Oye, levántate. Te tengo noticias —dijo con una sonrisa, aunque yo no podía compartir su entusiasmo.
—¿Son buenas o malas? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.
—Depende...
—¿De qué? —mi voz sonó más ansiosa de lo que quería.
—De cómo lo tomes —dijo, una chispa de misterio en sus ojos.
Cada palabra de Sam parecía llevar una carga de esperanza, pero también de incertidumbre. Si había algo que había aprendido en las últimas semanas, es que la vida podía cambiar en un instante, y yo solo podía esperar que las noticias fueran mejores que mis peores temores
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Subasta ||C.V. ||TERMINADA
Fanfic-¿Por qué haces esto? ¿Qué es lo que quieres de mí? ¡Déjame en paz! Esas eran las únicas palabras que lograban escapar de mis labios cada vez que lo veía. Sus ojos verdes, siempre tan seguros, solían hacerme sentir protegida... hasta que dejaron de...