『02』Entre Sombras.

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|Christopher Vélez|

Una sonrisa se curva en mis labios mientras repaso las fotografías de Freya. Cada imagen me habla de su juventud, de su inocencia. Era bonita en las fotos, sí, pero en persona... su belleza era deslumbrante, casi imposible de ignorar. Parecía irradiar una luz especial, como si el mundo a su alrededor no pudiera alcanzarla.

En la mesa frente a mí, los papeles están llenos de información sobre ella. 

Tiene 18 años, lo sé bien. Hace poco cumplió la mayoría de edad, lo que solo intensificó mi deseo de conocerla más. 

En esos documentos está todo: su dirección, su teléfono, su estado civil. Está soltera.

Acosador.

La palabra resuena en mi mente, pero la dejo de lado rápidamente. No es acoso si lo hago para protegerla, si lo hago porque... me preocupo por ella. Cada paso que doy hacia ella es con el objetivo de asegurarme de que esté a salvo.

Aunque, en el fondo, sé que mi interés en Freya va más allá de una simple preocupación.

Muevo la silla hacia atrás y enciendo la laptop, buscando algo que ha estado molestándome desde hace días. Abro Instagram y reviso el perfil de Albert Miller, el hombre que siempre está en la cafetería con ella. Su tío. Un hombre que no me inspira confianza.

Frunzo el entrecejo mientras escaneo su perfil. Las fotos que publica no son suyas. Ninguna lo muestra a él. En su lugar, el perfil está lleno de imágenes de jovencitas, todas en poses sugerentes, algunas incluso en ropa interior. Las descripciones que acompañan las fotos son aún más perturbadoras: "Vendida. Gracias a todos los que participaron."

Siento un nudo en el estómago.

Este tipo es un enfermo.

Mis dedos tamborilean sobre la mesa mientras repaso las imágenes, una por una. No es que no hubiera visto cosas como esta antes, pero el hecho de que este hombre esté cerca de Freya... me revuelve el estómago. Ella no debería estar cerca de alguien como él.

Guardo una de las fotos de las chicas y cierro la laptop. No tengo pruebas de que Freya esté en peligro, pero hay algo en mi instinto que no puedo ignorar. Algo me dice que Albert Miller no es lo que parece.

Dejo la computadora a un lado y me recuesto en la cama. Mi mente sigue regresando a Freya. Cada noche, sin excepción, ella es la última persona en la que pienso antes de dormir.

Tomo una fotografía de ella que tengo a mi lado. Es una imagen que saqué de su Instagram, una en la que lleva un vestido veraniego y está sonriendo, despreocupada. No puedo evitarlo; su sonrisa me envuelve en una sensación de calor, de deseo. Paso mi pulgar por la imagen, recorriendo el contorno de su rostro, sus labios, sus hombros desnudos bajo el sol.

Acaricio su imagen como si al hacerlo, pudiera acercarme más a ella, como si pudiera sentirla realmente. Cierro los ojos y me imagino que está aquí, que esa sonrisa es para mí y solo para mí.

El deseo es un fuego que me consume. La imagino a mi lado, en la cama, su cuerpo entrelazado con el mío, sus manos explorando mi piel, y sus suaves gemidos llenando la habitación. Sé que estoy caminando por una línea peligrosa, pero en mi mente, la idea de ella es demasiado poderosa para detenerla.

Freya..., susurro en la oscuridad, sintiendo cómo su nombre se desliza entre mis labios como una promesa.

Aún con los ojos cerrados, la imagino a mi lado, riendo, juguetona, su cuerpo moviéndose sobre el mío con una confianza que nunca muestra en público. En mi mente, ella es solo mía, solo yo puedo entenderla y solo yo puedo protegerla de ese mundo que no sabe cómo cuidarla.

El deseo alcanza su punto máximo. Exhalo profundamente, dejando que el último vestigio de control se escape de mí. Luego de un momento, me relajo, aunque mi mente sigue en ella. Siempre en ella.

Me pongo el pantalón de nuevo, gruñendo en frustración. Mañana tengo una junta importante y no podré ir a la cafetería a verla. No soportaba la idea de no observarla, de no asegurarme de que todo estuviera bien con ella.

Decido que enviaré a Sam, mi asistente de confianza, para que la vigile. Alguien tiene que mantener un ojo en ella. Y si ese tal Albert se acerca demasiado, Sam sabrá qué hacer.

|Freya Miller|

Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando recuerdo cómo el señor Vélez me había sonreído hoy. Fue un momento extraño, diferente. En todo el tiempo que él ha venido a la cafetería, nunca me había mirado directamente a los ojos, y mucho menos me había sonreído de esa manera tan amable.

No es que él me atraiga, no exactamente. Pero me resulta curioso. Siempre parece tan serio, tan concentrado, como si algo más estuviera ocurriendo en su mente. Y hoy, su sonrisa fue... diferente.

—¿En qué piensas? —pregunta mi madre mientras se sienta a mi lado en el sofá.

—En nada importante, solo... —solté un suspiro, tratando de sacudirme esos pensamientos. —Estaba pensando en algo sin sentido.

—¿En los monos con pijama? —pregunta, divertida.

La referencia a mi infancia me hace sonreír. Cuando era pequeña, cada vez que mi mamá me preguntaba en qué pensaba, siempre respondía: "En los monos con pijama, mami."

—Supongo —le sonrío, recordando esos días simples. Aunque ahora ahora las cosas son diferentes, complicadas, mucho más de lo que me gustaría admitir.

Mi madre me observa en silencio, como si pudiera leer entre líneas que algo más ronda mi cabeza, pero no dice nada. En su lugar, se recuesta un poco en el sofá, acercándose a mí, buscando una conversación más ligera.

—¿Entonces? ¿Irás mañana a casa de la abuela? —pregunta con esa calidez familiar que siempre me hace sentir en casa.

—Quisiera, pero me quedaré en la cafetería con el tío Albert, ¿no es así? —respondo, intentando parecer entusiasmada. Aunque últimamente, trabajar con él me hace sentir un poco incómoda, no sé exactamente por qué.

—Así es —dice mi madre, asintiendo con la cabeza—. Confío en que podrán llevar todo en orden mientras estemos fuera.

Le devuelvo una sonrisa tranquila, aunque por dentro, algo no se siente bien. Albert ha estado comportándose... raro, desde hace un tiempo. A veces me siento observada por él, como si sus ojos no se apartaran de mí ni por un segundo. Aunque nunca ha cruzado una línea directa, el sentimiento de incomodidad siempre está ahí, latente.

—Y yo confío en que ustedes me traerán las galletas de chocolate de la abuela —le digo con un tono infantil, intentando aliviar la tensión que siento dentro de mí.

—Por supuesto —dice mi madre, riendo mientras me acaricia el cabello como si aún fuera una niña pequeña.

Sin embargo, mientras ella se levanta y se dirige a la cocina, mi mente vuelve a divagar. No puedo evitar pensar en el señor Vélez. Algo en él siempre me ha parecido enigmático, como si hubiera algo oculto detrás de esa mirada seria, como si me estuviera observando con una intensidad que nunca he sentido de nadie más.

Me sacudo esos pensamientos de la cabeza. No tiene sentido seguir dándole vueltas. Además, mañana tendré que estar en la cafetería todo el día con Albert, y ya será suficiente lidiar con su presencia extraña y con los clientes habituales.

—Freya, ¿quieres algo de tomar? —grita mi madre desde la cocina.

—No, gracias —respondo, mientras intento concentrarme en cualquier otra cosa que no sea la maraña de pensamientos en mi cabeza.

Mañana será un día largo, lo sé. Y algo me dice que no solo será un día como cualquier otro.

Subasta ||C.V. ||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora