『16』Dominio.

2.7K 168 20
                                    

Christopher se había ido a trabajar, dejándome sola con Sam, que parecía más un guardaespaldas que otra cosa. No podía quitarme su sombra de encima. Salía al patio, y él me seguía. Iba a la cocina, ahí estaba. Caminaba a la habitación, lo mismo. El único refugio de paz era el baño.

—Sam—dije mientras pasaba las manos por el borde de mi vestido, sintiendo su peso sobre mi piel.

—¿Sí?—preguntó, frunciendo el ceño al verme.

—¿Qué tanto conoces a Chris?—le solté de repente.

Sam me observó con ojos divertidos, encogiéndose de hombros.

—¿Qué es lo que quieres saber?—replicó con una sonrisa traviesa.

—¿Tiene novia? ¿Está casado? ¿Hijos? ¿Ha tenido alguna aventura antes de mí?—desbordé mis dudas sin filtro, viendo cómo él se reía.

—No, no y no—respondió, entre risas. —¿Por qué? ¿A qué viene tanta curiosidad?

—Quiero saber si... si realmente quiero estar con él. ¿Es bueno para mí?—pregunté en voz baja.

—Supongo—Sam respondió con indiferencia, arqueando una ceja. —¿Estás investigando a fondo a mi jefe o qué?

Me encogí de hombros, incómoda.

—No sé nada de él... Me gusta, pero... siento que hay cosas que me oculta—confesé.

—¿Como qué?—preguntó, recostándose en el sofá con evidente desinterés.

—A veces creo que sabe mucho más de mí que yo de él—murmuré, recordando los momentos en los que había sentido su mirada fija en mí. —El otro día, en la sala de masajes, actuó... raro. Primero dijo que no tocaría mi cuerpo sin mi consentimiento, pero luego... bueno, lo hizo.

Mis palabras cayeron pesadamente entre nosotros. Sam simplemente enarcó una ceja, sin sorprenderse.

—Christopher es raro. Nunca ha tenido una relación seria—dijo con naturalidad.

Mis pensamientos se aceleraron. ¿Cómo alguien tan experimentado en el sexo podía nunca haber tenido una pareja? Su rudeza en la cama demostraba lo contrario.

—¿Es un mujeriego?—pregunté, mordiendo mi labio.

—No lo creo. Solo que... no se ha dado el lujo de comprometerse con una sola mujer. No le gusta esa idea—dijo sin rodeos.

El miedo me envolvió. ¿Me había mentido solo para llevarme a la cama?

Antes de que pudiera preguntar más, la puerta principal se abrió, y ahí estaba Christopher, impecable como siempre. Me levanté del sofá y corrí hacia él, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello. Sentí sus labios presionando los míos, cada beso profundo y cargado de promesas no dichas.

—¿Ya puedo irme?—interrumpió Sam desde el sofá.

Christopher ignoró su presencia mientras continuaba besándome, sus manos recorriendo mi cuerpo con familiaridad. Finalmente, se alejó, mirándome con una sonrisa.

—Si no me recibes así todos los días, no quiero nada—dijo entre risas.

—Te extrañé—murmuré, pegándome a su pecho.

—Nos vimos esta mañana—respondió arqueando una ceja.

—Pero tener a Sam siguiéndome todo el día fue... agotador—me quejé. —¡No me dejó ni cuando iba al baño!

Christopher rió, besando la punta de mi nariz. —No creo que eso último sea cierto. Por cierto, quiero que te pongas más hermosa de lo habitual. Vamos a cenar con uno de mis futuros socios, y quiero presumir a la mujer más hermosa que conozco.

—¿Soy un trofeo para ti?—le pregunté, con una sonrisa torcida.

—Eres el trofeo más hermoso y erótico que existe—respondió, relamiéndose los labios.

—Oigan, en serio, no quiero ver cómo se follan. ¿Ya puedo irme?—insistió Sam, visiblemente incómodo.

—Vete. Aprende a identificar cuándo sobras—bufó Christopher, sin apartar su mirada de la mía.

Sam desapareció rápidamente, y antes de que pudiera decir algo más, Christopher volvió a besarme. Sus manos, grandes y firmes, me sostenían por la cintura mientras me dejaba llevar por el placer de su boca.

—¿A qué hora es la cena?—pregunté, jugando con los botones de su camisa.

—En dos horas—respondió, desabrochando los botones de su camisa con un movimiento rápido. —¿Polvo rápido?

Asentí sin dudarlo. En pocos segundos, su cuerpo me acorraló contra la pared de las escaleras. Sus labios se apoderaron de los míos, y sus manos comenzaron a explorar cada rincón de mi piel.

Cuando sintió que no llevaba bragas, sus ojos se oscurecieron con deseo.

—¿Y la lencería de esta mañana?—preguntó, jadeando.

—Me la quité—respondí, mordiéndome el labio.

—¿Así estuviste todo el día?—susurró, su voz grave y cargada de lujuria.

—No, solo pensé que llegarías pronto—admití.

Sus dedos encontraron su camino entre mis piernas, acariciando mi sexo. No pude evitar gemir en su boca.

—Subamos a la habitación—sugerí, perdiendo la cordura con cada toque.

—No, te quiero tomar aquí, en las escaleras—respondió, con una sonrisa oscura.

Mi respiración se aceleró al escuchar esas palabras, y aunque la idea me hacía sentir algo de pudor, el deseo me dominaba por completo. Christopher no tardó en bajar el cierre de mi vestido, que cayó al suelo como una sombra, dejándome completamente desnuda.

Su boca descendió sobre mi cuerpo, y con cada caricia de su lengua, sentí que me desvanecía en el placer. Me aferré a la barandilla mientras él devoraba mi cuerpo con una voracidad que solo él sabía desatar.

—Eres mía—jadeó, con su rostro enterrado entre mis piernas. —Todo esto... es solo mío.

Y yo, entre jadeos, no pude más que estar de acuerdo.

Subasta ||C.V. ||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora