『06』¿Por qué...?

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|Freya Miller|

Cerré los ojos mientras el eco de las risas lejanas de otros ocupantes de la casa resonaba en mi mente. Sentía un vacío en el estómago, una mezcla de asco y desesperanza. 

¿Por qué me estaba pasando esto? Era la pregunta que retumbaba en mi cabeza como un mantra, pero no había respuesta. Todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos: mis padres, la seguridad de un hogar, y ahora, una vida marcada por la desesperación y el miedo.

Eduard Colón había sido el último en irse de la habitación, dejándome sola en un lugar que solía ser un refugio. La puerta se cerró tras él, y en el silencio que siguió, el peso de la realidad se hizo aún más palpable. 

Mi tío entró, y al verme tirada en la cama, la indignación brillaba en sus ojos.

—Levantate y ponte algo de ropa—dijo con una frialdad que me hizo temblar.

—¿Por qué...?—dejé la pregunta en el aire; él ya sabía lo que iba a preguntar.

—Deja de lamentarte, ¿quieres?—respondió con desdén, como si mis sentimientos fueran una carga.

El vacío en mi pecho se expandió, llenándose de preguntas que no se atrevían a escapar. 

¿Por qué me haces esto? Era la otra pregunta que se agitaba en mi mente, pero las palabras no salían de mi boca. 

Desde la muerte de mis padres, todo había cambiado. 

La figura que antes representaba seguridad se había convertido en un verdugo. Mi confianza se desmoronaba a cada momento, dejando solo el eco de un dolor antiguo.

—¿Hasta cuándo?—me atreví a preguntar, la voz apenas un susurro.

—¿Qué cosa?—respondió, como si no comprendiera mi angustia.

—¿Hasta cuándo estaré aquí?—mis ojos se encontraron con los suyos, buscando alguna chispa de humanidad. —¿Por qué me sigues teniendo aquí? ¿Por qué, tío?

—El señor Colón paga mucho por ti. ¿Crees que voy a dejarte ir así como así?—su mirada era fría, calculadora, y mi corazón se hundió ante la realidad de su respuesta.

—No lo creo—murmuré, sintiendo que la desesperanza se apoderaba de mí.

—Mira, aún no te he contado nada, pero el señor Colón quiere comprarte—dijo de repente, como si estuviera revelando un secreto emocionante.

—¿Me lo estás consultando? 

El sarcasmo era un intento vano de ocultar el terror que me envolvía.

—No, te lo estoy comentando. Pero he pensado que si te subasto, sería un mejor negocio. Ganaría un poco más de lo que él me ofrece.

¿Subastar? ¿A mí? 

La incredulidad me inundó, pero él asintió.

—¡No! ¡Claro que no!—grité, la rabia brotando. —¿Quién te crees para venderme? ¡Estás loco!

Su mano se aferró a mi cabello, y su mirada se volvió feroz.

—No me vuelvas a gritar. ¿Quieres que te haga lo mismo que te hice el otro día?—su voz era un susurro amenazante.

—No—susurré, mi resistencia desvaneciéndose ante el miedo.

—Bien, le diré a Marco que venga a buscarte. Irás con las otras chicas.

Asentí, sintiendo que la vida se desvanecía de mí una vez más. 

¿Por qué estaba pasando esto?

(•••)

Los murmullos a mi alrededor eran como dagas que se clavaban en mi corazón. Escuché fragmentos de conversaciones que hablaban de mí, y cada palabra era un recordatorio de mi caída.

—Contaron que se acostó con Albert...

—También con el personal...

—Pero no era la sobrina... ¿verdad?

¿Así me veían? 

El asco me invadía. Me sentía atrapada, un peón en un juego cruel del que no sabía cómo escapar. La muerte de mis padres, la humillación, la pérdida de la confianza... todo se entrelazaba en una espiral descendente.

La fragancia de la comida que llegaba desde la cocina era un recordatorio cruel de una vida normal que parecía tan lejana. Recordé las risas y las charlas en la mesa familiar, cómo cada bocado era un refugio de amor y calidez. Ahora, esa calidez se había esfumado, dejándome en un frío abrazo de soledad.

¿Cómo podía salir de esto? 

Mis pensamientos giraban sin cesar. ¿Acaso había hecho algo tan terrible para merecerlo? Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, pero me obligué a mantener la mirada fija en el suelo, incapaz de llorar.

La desesperación se apoderaba de mí, y el silencio se hacía insoportable.

Todo lo que había querido alguna vez parecía un sueño inalcanzable. Las paredes de la habitación se acercaban, como si quisieran aplastarme.

Escuché la puerta abrirse y el sonido de pasos acercándose. Era Marco, un hombre de aspecto imponente, con una mirada que transmitía frialdad. Su sola presencia me llenó de inquietud.

—Es hora de que vengas conmigo—dijo con una voz grave, sin darme tiempo a responder.

¿Adónde iba? La inquietud se transformó en pánico. 

Miré a mi tío, esperando alguna señal de compasión, pero su expresión seguía siendo inmutable. Era un extraño que había dejado de ser mi protector para convertirse en un carcelero.

Mientras Marco me llevaba de la mano, sentí que el mundo se desvanecía a mi alrededor. Las luces de la casa se apagaban, y la oscuridad se cernía sobre mí, dejándome sola en mis pensamientos. 

Cada paso que daba era un recordatorio de mi impotencia, cada susurro a mi alrededor una confirmación de mi destino.

¿Por qué todo esto me pasaba a mí? La desesperación se convertía en un grito sordo en mi interior. La vida, que antes había estado llena de promesas y sueños, ahora se presentaba como una pesadilla interminable.

¿Acaso merecía esto? La pregunta se repetía sin cesar, pero no había respuesta. Solo el eco del silencio que me rodeaba, cada vez más profundo y angustiante.

Subasta ||C.V. ||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora