『14』Deseo Desatado.

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Mis labios se encuentran con los suyos, nuestras lenguas se entrelazan y el mundo a nuestro alrededor se desvanece en un torbellino de placer.

Ella pasa una de sus piernas sobre mí, y en un movimiento suave, la empujo, haciéndola caer sobre mí, quedando a horcajadas en mi regazo. Mis manos se aferran a su cadera mientras ella se mueve, y cuando separo mis labios de los suyos, comienzo a explorar su mandíbula con besos delicados, descendiendo lentamente hacia su cuello, dejando una estela de caricias cortas.

La intensidad de su movimiento provoca que mi deseo crezca, y un suave gemido escapa de sus labios cuando muerdo su cuello con ternura.

—¿Interrumpo algo?—la voz profunda de Sam resuena en la sala, rompiendo el hechizo del momento.

Ambos nos separamos de inmediato, la magia se disipa con su llegada.

—No, nada —respondo, mientras Freya se levanta de mi regazo, algo sonrojada.

—Yo... Ammm... Te espero en la habitación—dice, dirigiéndose rápidamente hacia las escaleras.

Ella desaparece de nuestra vista y no puedo evitar mirar a Sam, con ganas de lanzarle un almohadón.

—¿En serio, Christopher?—pregunta, arqueando una ceja.

—¿Qué? —me defiendo, acomodándome la camisa mientras me levanto del sofá.

—¿Por qué aquí? ¿Y si venían las chicas?—me cuestiona.

—Mira, ando bajo mucha presión. Necesito liberar mi cuerpo de la tensión y, bueno, me vendría bien un poco de intimidad—le digo con franqueza.

—No era la respuesta que esperaba, pero me conformo con ella. ¿Ya viste quién quiere asociarse a la empresa?—pregunta, cambiando de tema.

—No, ¿quién?—interrogo.

—Erick Brian Colón. El hermano menor de Eduard Colón. Ha planeado una cena de negocios contigo para que se conozcan—dice, mientras muerdo mi lengua en frustración.

—¿Solo has interrumpido mi momento íntimo por eso?—le pregunto con incredulidad.

—Creí que te interesaría—se encoge de hombros.

—Mañana en la mañana, dile a Erick que se reúna conmigo en la oficina. Ahora sí me permites, tengo asuntos que atender —le digo, encaminándome hacia las escaleras.

—¡Usa protección! —exclama, mientras yo solo puedo rodar los ojos.

Al llegar a la puerta de mi habitación, la abro y encuentro a Freya sentada en la cama, solo con su ropa interior.

«Tentador. Muy tentador».

Su piel brilla bajo la luz tenue, su cabello oscuro enmarca su rostro, y sus labios son irresistibles.

Me acerco a la cama con lentitud, bajo su atenta mirada.

—¿Ve algo que le guste, señor Vélez?—pregunta con un tono provocador.

—Creo que veo algo que me fascina, señorita Miller —relamo mis labios.

Subo a la cama, me quito la camisa y, en un acto audaz, ella tira de mi cuello y nos encontramos en un beso cargado de deseo.

Nuestros cuerpos se ajustan perfectamente, y el anhelo se intensifica con cada movimiento. Ella se mueve bajo mí, mientras mis labios descienden por su cuello, llenando su piel de suaves besos y caricias.

Con un gesto decidido, desabrocho su sostén, lanzándolo a un lado. Mis labios encuentran su pecho, disfrutando de cada gemido que escapa de sus labios.

Acaricio el contorno de sus bragas y, con un toque delicado, exploro su humedad. Su cuerpo pide más, anhelando ser mío.

—¿Estás segura?—pregunto, buscando sus ojos.

Ella asiente, su mirada intensa en la mía. Saqué un preservativo del bolsillo de mis pantalones y, mientras me quito los boxers, no puedo evitar preguntarle:

—¿Te imaginas lo que podría pasar, nena?

—Me imagino no volver a caminar en días—responde, con una risa juguetona.

Coloco el preservativo y me acerco a ella, sintiendo su calor. Paso mis dedos por su entrada, provocándola con un movimiento lento.

—Pídelo, si realmente lo quieres—le digo, viendo cómo su respiración se acelera.

—Por favor, no me hagas esperar más—murmura.

«Música para mis oídos».

Entonces me hundo en ella, y su gemido reverbera en la habitación mientras nos perdemos el uno en el otro, dejando que el mundo exterior se desmorone.

Me acerco a sus labios una vez más, dejando que nuestras bocas se encuentren en una danza apasionada. Ella se mueve bajo mí, y los gemidos se entrelazan con el sonido de nuestros cuerpos.

De repente, ella se aleja de mis labios, sus ojos llenos de anhelo.

—Chris...—susurra, y en ese momento, la deseo aún más.

—Ponte de cuatro—le pido, sintiendo la urgencia de lo que está por venir.

Sin dudarlo, ella se coloca en la posición indicada, y no puedo evitar apreciar la vista. Con un gesto decidido, bajo sus bragas y me lanzo a la acción, hundiéndome en ella nuevamente.

La habitación se llena de gemidos y el sonido de nuestros cuerpos encontrándose, creando una sinfonía de placer.

Mi cuerpo exige más, así que la tomo con más fuerza, disfrutando de cada reacción que provoca en ella. Sus gritos llenan el aire, y una satisfacción profunda me invade.

Finalmente, me detengo un momento, sintiendo que la he llevado al límite. Ella se arquea bajo mí, gritando de placer, y sé que he alcanzado el clímax.

Con un último movimiento, me derrumbo junto a ella, exhausto pero satisfecho.

Me recuesto a su lado, rodeándola con mis brazos mientras ella se acomoda contra mí.

—Me duele todo—dice con una sonrisa.

Ella acaricia mi pecho, y no puedo evitar sonreír.

—¿Nunca te habían llevado a este nivel de placer?—pregunto, intrigado.

—No, nunca—responde con sinceridad.

Me acerco a ella, sellando nuestra conexión con un beso suave.

—Si quieres, podemos practicar la búsqueda del placer, todos los días—le digo, provocando una sonrisa coqueta en su rostro.

—Interesante propuesta, señor Vélez—responde, mientras nuestras miradas se entrelazan, y sé que esto es solo el comienzo.

Subasta ||C.V. ||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora