『15』Conexiones y confesiones.

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—¿Tienes hambre? —le pregunté mientras acariciaba su cabello, disfrutando de la intimidad del momento.

—Ahora mismo no me hables de comida, porque me duele todo el cuerpo y no pienso levantarme —dice, y yo solo me río.

—De la escala del uno al diez, ¿cuánto te duele?

—Yo creo que un cien mil. Me duele hasta el cabello —entonces sonreí, aliviado de que, a pesar de su dolor, pudiera mantener el humor.

—¿No crees que es obvio que te dolerá el cabello? —pregunté divertido.

—Si, señor agresivo —bufa, dándole un toque de desafío a su tono.

—No oí queja alguna, al menos de que "Oh sí, Chris" fuera una queja de dolor —le dije imitando su voz de manera exagerada.

Ella palmea mi pecho mientras reprime una sonrisa, y en ese instante, la conexión entre nosotros se vuelve palpable.

—¿Cómo llegamos hasta aquí? —pregunta de repente. —Digo, hasta hace unos días decías que no harías conmigo nada que yo no quiera, y tampoco me usarías como un juguete sexual.

Me encogí de hombros, consciente de que nuestras dinámicas habían cambiado de maneras inesperadas.

—Así es, y no hice contigo algo que no quisieras. ¿Qué? ¿Ya te arrepentiste? —pregunté, manteniendo la ligereza en mi voz.

—No, pero... ¿por qué no lo hicimos antes? Te lo juro, si sabía que eras buenísimo en esto, me hubiese dejado llevar desde mucho antes —dice con una sonrisa que ilumina su rostro.

Ella se pega más a mi cuerpo, y en ese momento me doy cuenta de algo crucial: no era ningún capricho.

La quería, la necesitaba y la deseaba, aún como la primera vez.

—No soy bueno solamente en esto —mencioné, sonriendo.

—¿En qué más eres bueno, señor Vélez? —pregunta, curiosa.

—En la cocina, en limpieza, en la oficina, en la música —me quedé pensando un poco.

—Y en los masajes, no te olvides de eso —dice ella con diversión.

—Oh, en los masajes, claro —dije riendo, disfrutando de su compañía.

—¿Sabes...? Me gustaría intentar algo contigo —confiesa de repente, y su seriedad me sorprende.

—Eso no lo decías hace unas horas cuando te lo propuse —le digo con diversión.

—Lo sé, pero me he dado cuenta de que tarde o temprano caeré a tus pies, así que, ¿estás dispuesto a intentar algo conmigo? —pregunta con una sonrisa que me derrite.

—Es como si me preguntarás "¿Te gusta el pan?" porque mi respuesta siempre será que sí —respondí, dejando un corto beso en su frente.

—Lo quiero, señor Vélez —dice, provocativa.

—Yo también la quiero, señorita Miller —le sonreí, aunque en el fondo, no solo la quería. No sabía con exactitud qué era lo que sentía por ella; tampoco podía llamarlo amor, porque no sabía qué era.

(•••)

Freya Miller

Al día siguiente, me dolía el cuerpo, el cabello, las muñecas, los labios, hasta la conciencia.

Pasé mis manos por mis caderas; estas tenían marcas de los dedos de Christopher. En mi cuello, tenía mordidas y chupetones, también en parte de mi pecho, y una sonrisa se marcó en mi boca.

Subasta ||C.V. ||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora