Capítulo 1.- De mis días en el exilio (Parte 2)

295 39 21
                                    

––¿Estás segura que no quieres que te acompañemos de regreso? ––pregunté a Debani.

Debani asintió. Había dejado de llorar, pero lucía desolada y triste, sujetando con desgano su brazo derecho con el izquierdo. Ni que decir del tirante de su mochila que le colgaba despreocupadamente justo debajo del hombro derecho.

––Podríamos acompañarte hasta tu casa y... ––insistí, pero ella me interrumpió.

––No se preocupen por mí. Voy a estar bien.

––Si es por incomodarte a ti o a tu mamá, podríamos... ––decía Martín, pero a él también lo interrumpió.

––Ella quiere llevarme con la policía por la tarde. Seguro ya me está esperando.

––Al menos déjanos acompañarte hasta la parada del autobús o algo.

––No se preocupen por mí. De todos modos, ahora mismo quiero estar sola.

Tras decirlo, giró sobre sus talones y se alejó lentamente hasta dar vuelta en una esquina.

Ya solos, permanecimos en silencio durante unos minutos. Ninguno sabía muy bien qué decir.

––¿De verdad crees que esté bien? ––preguntó Martín repentinamente, rompiendo así el hielo.

––No lo creo ––No tenía ganas de mostrarme optimista––. ¿Quién estaría bien enfrentando el mismo problema que ella?

––Tienes razón...

––Dudo mucho que podamos hacer algo por ella en estos momentos.

––Lo dice el que fue con el chisme a la dirección de la escuela.

––Eso se tenía que hacer. De lo contrario, hubiese sido peor para Debani.

––Eso sí ––Martín suspiró––. Cielos. Todo esto es una mierda.

––Concuerdo contigo.

––Cambiando un poco de tema, ¿qué harás con respecto a la bronca que esas chicas quieren echarte?

Chasqueé la lengua.

––No van a hacerme nada ––dije, totalmente seguro de ello.

––Ellas no, pero la Chola sí.

Ahí estaba ese apodo. Con todas las emociones vividas un rato antes, ese tema se me había olvidado.

––Ayer lo mencionaste ––apunté––. ¿De verdad es tan peligrosa?

––¿No has escuchado lo que se dice de ella?

Me encogí de hombros. Recordaría fácilmente a cualquiera con un sobrenombre tan llamativo.

––Cuéntame acerca de ella ––dije.

––Es una chica agresiva, tanto que ninguna otra chica se lleva bien con ella y se ha trenzado a golpes con hombres más altos que ella. A la mínima provocación, te asestará un puñetazo en la cara sin pensárselo dos veces.

»Su apodo se debe a que es tan peleonera que ya ha sido suspendida varias veces. Y cuando es así, se junta con vecinos suyos que son pandilleros y participa en peleas campales entre bandas.

––Suena a que es toda una delincuente ––comenté, algo indiferente––. ¿Al menos es bonita?

––Pufff. Se nota que no conoces los rumores ––Martín agitó una mano en el aire como si se hubiera golpeado el pulgar con un martillo––. Se dice que es hermosa, quizás la que más de toda la escuela, pero que no ha tenido muchos pretendientes debido a lo violenta que es.

La conspiración de la princesa renegadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora