Capítulo 2.- Las 3 del barrio (Parte 2)

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El viernes había llegado, y con éste el pesado de Martín. Justo el día en el que quería olvidarme del apocalipsis que aguardaba a mi regreso en el plantel, y mi supuesto amigo me caía de visita después del almuerzo para hablarme de cosas que no le pregunté.

––Esto se está poniendo muy feo, hombre ––se quejaba Martín. Sinceramente no le estaba poniendo mucha atención dado que tenía mis propios problemas por atender––. Ya también la traen conmigo. Esas chicas no dejan de perseguirme.

––Qué problema, ¿no? ––comenté despreocupado.

––Por favor, Ed, que esto es serio.

––No creo que pueda ser más serio que una ventana parchada con un pedazo de cartón.

––¿De qué diablos estás hablando?

––Fíjate en el agujero de ahí.

Apunté con el mentón la ventana de mi casa que estaba rota.

––¿Qué pinta esa ventana en lo que te estoy diciendo? ––preguntó Martín, volviéndose hacia mí.

Hice una mueca.

––Pues que, al igual que a ti, también a mí me acosan ––dije.

––Eso no... ––Martín se detuvo de golpe––. No me digas que...

Asentí, antes que terminara su frase.

––Tengo mis sospechas acerca del culpable- ––dije.

––¿A quién tienes en mente?

––En la Chola.

––¿Qué? ¿Cómo es posible eso? ¿Esa tipa tiene tu dirección o qué?

Me encogí de hombros.

––Digamos que tuve una amistosa charla que acabó con un intercambio de información.

––No digas mamadas.

––Es la verdad, al menos visto desde la perspectiva más positiva del mundo.

––¿Te golpeó?

––Tan duro que me desmayé y ella aprovechó para robarme la cartera. ¿Dónde crees que guardaba mi credencial de estudiante?

Como era de esperarse, Martín se empezó a reír.

––Así que ya te tocó una golpiza de la Chola ––Era como si el asunto que lo había traído hasta mi casa hubiera pasado a segundo plano––. ¿Qué tan mal te dejó?

––Sin trescientos pesos que tenía en la cartera y un fuerte dolor de cabeza ––Martín se rio con más fuerza––. ¿Podrías por favor ponerte a pensar en lo grave que es que sepa mi dirección?

––Cierto, cierto. Perdón ––Mi amigo se tranquilizó, aunque se le escapó una que otra risilla antes de conseguirlo por completo––. Así que... la delincuente sabe dónde vives.

––Y lo que pienso es que ella rompió la ventana a modo de advertencia. Tenía una nota amarrada en la piedra que usó que ponía eso.

––Vaya problema. ¿Crees que venga a buscarte en estos días?

––Es probable, pero prefiero que lo haga.

––¿Lo dices en serio? Te golpeó y te robó. ¿Acaso te volviste masoquista?

––En realidad, estaba pensando que es preferible que venga por mí a que vaya detrás de Debani o de... ––Dediqué una mirada a Martín––. Sólo a Debani.

La conspiración de la princesa renegadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora