Noemí dijo que no quería regresar a su casa, pero acudir a la mía tampoco era una opción. Y como ya estaba oscuro, algún otro parque o jardín público también quedaba descartado. Por lo tanto, y en vista de la hora, nuestro refugio fue una tienda de conveniencia que mantenía abierta las veinticuatro horas del día. Era una de esas que tenía dos letras equis juntas en medio de dos redondas O, tan conocida en todo el país.
Cuando entramos, la chica que atendía la caja registradora, y que en esos momentos se hallaba inventariando un montón de cajetillas de cigarros, nos miró con recelo. Apuesto que era debido a nuestras ropas empolvadas y mi postura encorvada, con los brazos cruzados en un curioso rictus incómodo.
––Vamos a sentarnos ––sugerí, ya que aquel sitio contaba con mesas y una barra para los clientes dispuestos a degustar los famosos hot dogs extra grandes que vendían ahí.
Nos sentamos en una de las mesas disponibles, uno frente al otro. Al principio, solo estuvimos callados. Ella cabizbaja y las manos ocultas debajo de la mesa.
––Ya que estamos aquí, ¿te gustaría tomar algo? ––pregunté a Noemí para romper el hielo.
La propuesta desconcertó a la chica, quien levantó el rostro y negó con suavidad. "Ya te causé muchos problemas como para aceptar también tu invitación", era lo que expresaban sus ojos.
––Pues yo sí quiero algo. Espérame aquí ––dije y me levanté.
Me acerqué a las cafeteras y preparé dos capuchinos. Aun cuando ella me había dicho que no, yo pensaba que una bebida le iría bien después de todo el relajo de hacía un rato.
Ya con las bebidas listas, me dirigí a la caja para pagarlas. Por la manera precaria en la que las llevaba, derramé un poco sobre la superficie pese a que llevaba los vasos en una charola de cartón.
La cajera volvió a escrutarme con su mirada desdeñosa.
––Buenas noches ––saludé, pero ella no tuvo la misma amabilidad ni aun siendo parte de su trabajo.
––Tienes dinero para pagar eso, ¿verdad? ––preguntó, indiferente y grosera.
––¿Qué? ––Hice una mueca para demostrar mi incomprensión.
La chica no hizo otro comentario similar. Se limitó a estudiarme de arriba abajo, con una evidente y gran atención.
Dejé caer los hombros y ladeé la cabeza.
––¿Es en serio? ––La muy descarada se encogió de hombros––. Tengo dinero suficiente incluso para pagar una docena.
Y levanté el portavasos para enfatizar.
––¿Entonces por qué no la llevas a un lugar mejor?
––¿Perdón? ––Fruncí el ceño––. ¿A qué otro lugar puedo llevarla, según tú?
Volvió a encogerse de hombros y la detesté por ello.
––¿Tratas así a todos los clientes? ––le pregunté, conteniendo mi enojo.
––Solo a los que vienen con cierto aspecto ––respondió sin reparos.
Inspiré hondo para guardar la calma. Acto seguido, saqué el dinero de mi bolsillo.
––Allí tienes ––dije, deslizando el dinero hacia ella––. Cóbrame también algo para el dolor muscular.
––¿En gel o tabletas?
––Tabletas están bien.
La chica me dio la espalda unos segundos. Después se volvió hacia mí y me arrojó una caja de analgésicos baratos. Luego procedió a teclear en la caja y me tendió un ticket y el cambio. Mientras lo hacía, no me resistí a decirle:
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La conspiración de la princesa renegada
Teen FictionSegundo volumen de '¿Por qué no soy yo el protagonista de este harem?' Eduardo ha sido suspendido por hacer lo que creía correcto, o eso piensa él tras haber insultado al director de la escuela. No obstante, consiguió su objetivo de exponer al infam...