Capítulo 3.- Tiempo de reflexión e imprevistos (Parte 3)

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Mi primera reacción fue ponerme de pie también para alcanzar a Debani, pero antes...

––Disculpa un momento ––dije a una Sofía conmocionada por una respuesta inesperada.

Llegué hasta Debani con un par de zancadas y la sujeté de una mano.

––¿Te vas así sin más? ––pregunté.

––Le dije que lo pensaría ––contestó ella, sin voltear a verme––. Debería bastarle con eso, ¿no?

––¿De verdad vas a considerarlo?

Debani no contestó.

––Te estoy hablando ––insistí.

Se giró un poco para mirarme.

––Quiero comprobar primero que lo que dice es verdad ––dijo ella, para luego mirar mi mano agarrando la suya.

La solté de inmediato. Ella volvió a darme la espalda.

––Necesito acabar de procesarlo, ¿entiendes? ––indicó Debani––. No es algo sencillo de asimilar.

––Si necesitas tiempo, no me molestaría esperar un poco ––dijo Sofía, súbitamente a nuestro lado.

Mi amiga dirigió la vista hacia ella sin decir nada.

––Siento mucho haberte contado esta historia, pero quería que supieras que entiendo por lo que estás pasando ––explicó Sofía.

––Descuida ––Debani movió los ojos. Quizás se sentía avergonzada por la paliza que le dio––. Una vez más, lamento haberte golpeado de esa forma.

––No hay problema ––Sofía sonrió––. Eso era necesario de todos modos.

Quería decirle que no lo hiciera ver de esa forma. No tenía nada de culpa en lo referente al tema de Debani como para que ésta se desquitara de aquella manera.

––Entonces... ¿lo pensarás? ––preguntó Sofía, para confirmarlo.

Debani asintió en silencio. Esperaba que estuviera diciéndole la verdad.

––Muy bien. Ahora toma esto, por favor.

La pelirroja le tendió un trozo de papel. Mi amiga lo observó dubitativa.

––Son teléfonos de contacto en los que puedes localizarme ––dijo Sofía.

––Con el de tu celular es suficiente ––replicó Debani.

––A lo mejor es cierto, pero yo suelo apagarlo para cargarlo y nunca está de más alguna otra forma de comunicarte conmigo en caso de cualquier eventualidad.

Debani lo tomó y lo revisó durante unos momentos, para después guardarlo en el bolsillo de su blusa.

––Gracias ––dijo también.

Ahora fue Sofía quien asintió.

––Espero tu respuesta pronto ––dijo y estiró la mano hacia mi amiga.

Por un momento, ninguno de nosotros comprendió aquel gesto hasta que Debani ofreció su palma y Sofía se la estrechó.

––A pesar de que fue una primera impresión algo agresiva, ha sido un placer poder charlar contigo.

––El gusto es mío ––respondió Debani, aunque no se le veía convencida.

Sofía la soltó y se despidió de nosotros.

La conspiración de la princesa renegadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora