Capítulo 5.- Alguien a quien solía conocer (Parte 4)

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La actuación de la Chola frente a mi madre fue tan convincente que mi excusa dio resultado cuando llamé a casa para informar que acompañaría a Ana Karen hasta su casa. Increíble lo sencillo que era convencerla cuando la chica le caía bien, no como con Noemí.

Lo más difícil fue persuadir a Amelia, la Chola, para hacer lo que le propuse.

––Si tanta confianza tienes en que todo no es más que una mentira bien elaborada, no deberías tener problema en ir a la casa de Villanueva ––dije––. No es como que fueras a hacer algo diferente. Además, si tú le importas de forma sincera como te encanta recalcar, no creo que él tenga reparos en decirte la verdad en frente de mí, ¿no?

La chica agachó la mirada, y en ese pequeño intervalo, tomé una piedra y me la guardé en el bolsillo de la sudadera.

No creía que ese tipo de manipulación tan rastrera funcionara con ella, pero el resultado fue justo lo que quería. Accedió a ir conmigo a la casa de Alejandro Villanueva por sorpresa.

––Solo quiero llamarlo antes para preguntarle si está disponible ––dijo la Chola, sacando su celular del bolso.

––Eso no ––repuse de inmediato, poniéndome de pie.

Amelia me dedicó una mirada cargada de odio. Antes de que comenzara a cuestionarme, le di mi razón.

––Si lo haces, él sospechará y se preparará para mentirte.

––No va a mentirme. ¿Por qué estás tan seguro que lo hará?

––¿Cómo estás tan segura tú de que no lo hará?

––¡Porque él...! ––La Chola se detuvo de golpe y volvió a voltear la cara––... él no sería capaz de hacer algo como eso.

¿Por qué sus palabras me resultaban tan familiares?

––Tampoco creo que sea capaz de hacer las cosas que mencionaste ––agregó ella, devolviendo la vista hacia mí, de nuevo con el ceño fruncido.

––Pues si no lo es, no te mentirá si llegas hasta su puerta sin previo aviso. Solo así conocerás si su sinceridad es real o no.

Notaba la duda en su rostro, pero sucumbió a mi reta. Me hacía sentir mal, pero no podía continuar postergando la oportunidad para hacerla entender. Además, quería eliminar el mayor número de obstáculos que pudieran obstruir los planes que tenía para el lunes.

Ya que el hogar de Villanueva se encontraba lejos, tuvimos que tomar un taxi que nos llevara hasta allí. Durante el viaje, no intercambiamos miradas ni palabras entre nosotros. Incluso nos mantuvimos alejados el uno del otro la mayor distancia posible, haciendo creer al taxista que éramos una pareja que se había peleado. Sobra decir lo mucho que batallé para evadir sus molestas preguntas al respecto. ¿A él qué diablos le importaban nuestros asuntos?

Llegamos a nuestro destino, pero le pedí al hombre que nos dejara a un par de cuadras de la casa de Villanueva; no fuera a ser que el maldito nos viera llegar desde la ventana.

Al apearnos del coche, tras pagar el viaje, la Chola me habló por fin.

––Parece que sabes moverte por aquí, ¿eh?

––Una vez Villanueva me invitó a una fiesta en su casa ––dije, echando a andar––. ¿Te ha invitado a alguna fiesta desde que tú y él terminaron?

La Chola me golpeó en el hombro, con ello brindándome una clara respuesta. Después de su agresión, preguntó:

––¿Cómo se supone que me demostrarás que él me ha estado mintiendo?

La conspiración de la princesa renegadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora