En aquellos momentos, recordé cuando, de niño, pateaba los sacos de cemento que mi padre trajo a casa para la remodelación. El ruido que producían era muy parecido al que oía en los instantes en que el equipo de baloncesto me aporreaba. También maldecían y bramaban con todo tipo de groserías, pero yo estaba más ocupado en tensar los músculos para que la paliza doliera menos.
Tan concentrado me hallaba que apenas fui consciente del grito que hizo que aquellos gorilas dejaran de golpearme. Tres segundos después, todos ellos se echaron a correr, diciendo algo que no comprendí en absoluto.
Ahora que la golpiza había terminado, decidí quedarme tirado en la banqueta unos momentos, pero un repentino destello rojo proveniente del cielo inundó mis ojos.
––Interesante forma de reencontrarme contigo ––dijo una voz femenina––. ¿Estás bien?
Alcé la vista penosamente. Sobre mí, una mata de cabello rojo y un rostro familiar.
––Tú... ––Fue todo lo que dije al reconocer a la chica pelirroja que tanto había estado buscando semanas atrás.
Ella sonrió y se acomodó parte del cabello detrás de una oreja. No obstante, éste se derramó al instante nuevamente.
––¿Es puro paro o no puede moverse de verdad? ––preguntó otra chica.
Moví el cuello para verla y descubrí que se trataba de la chica de cabello corto que acompañaba a la pelirroja en aquella fiesta en que la vi por primera vez.
––Vaya, tal parece que sí puede ––dijo ella.
––No nos apresuremos, Mariana. Lo lastimaron entre varios ––señaló la pelirroja acertadamente––. ¿Puedes levantarte?
Asentí patéticamente e intenté ponerme a gatas antes que ponerme de pie. No lo conseguí, pues varias punzadas de dolor en distintas partes de mi cuerpo me abrumaron por completo.
A pesar de ser atletas en desarrollo, aquellos idiotas del equipo de baloncesto pegaban bastante duro.
Al no poder levantarme, sentí un par de manos delgadas y ligeramente pequeñas me sujetaban del brazo. Era la chica pelirroja, quien trataba de ayudarme.
––Pensándolo bien, creo que no podré ponerme de pie por ahora ––grazné y tosí un poco––. Ayúdame a sentarme.
Así lo hizo, y cuando por fin pude recargar la espalda contra la pared, me dediqué a estudiar fugazmente las facciones de aquellas chicas.
Esperaba verlas portando un uniforme distinto al de mi escuela, pero no se me cruzó por la cabeza que fuera el de una institución privada. Blusa blanca de manga larga, corbatín rojo con la apariencia de un pañuelo atado al cuello, chaleco formal y falda semilarga, ambos de color beige, calcetas blancas y un par de tenis negros con franjas rosa en las suelas.
Aquél era el aspecto de la chica pelirroja.
En cuanto a su acompañante, la única diferencia que tenía con ella era que usaba medias negras, botines de terciopelo, su falda era más corta hasta unos centímetros más arriba de las rodillas, y una chaqueta de cuero sobre el uniforme.
Otro rápido vistazo a la pelirroja me permitió identificar el emblema que tenía bordado a la altura de un nada despreciable pecho, confirmándome la escuela a la que pertenecía ese uniforme. Debido a mi puntuación en los exámenes de admisión, yo también habría podido acceder ahí. Desgraciadamente, las colegiaturas fueron un muro infranqueable que no me lo permitió.
––Es la segunda vez que te veo aguantar tan bien los golpes ––comentó la chica pelirroja, acuclillándose delante de mí.
Mis ojos se dirigieron instintivamente hacia un lugar prohibido, a lo que tuve que forzarme a mirarla a la cara.
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La conspiración de la princesa renegada
Teen FictionSegundo volumen de '¿Por qué no soy yo el protagonista de este harem?' Eduardo ha sido suspendido por hacer lo que creía correcto, o eso piensa él tras haber insultado al director de la escuela. No obstante, consiguió su objetivo de exponer al infam...