Emma Delgado Chávez era su nombre completo. Tenía diecisiete años y estudiaba el segundo año de preparatoria en una escuela retirada de la ciudad, en otro municipio. Esto era debido a que, por recomendación de sus padres, lo mejor era poner tierra de por medio con un sujeto que le desgració la vida.
Ella conoció a Alejandro Villanueva en su primer año de preparatoria, en el mismo plantel en el que Debani y yo estudiábamos. Al igual que en historias anteriores, se fueron conociendo poco a poco. Sin embargo, la variante en esta ocasión fue que Alejandro apenas se abría paso en el equipo de baloncesto como un buen fichaje, mientras que Emma optó por enlistarse en el club de teatro.
En aquella época, ambos clubes agendaban sus actividades durante los mismos días a la semana, por lo que los dos se cruzaron en varias ocasiones hasta que percataron de la química que tenían entre sí. Incluso se retiraban juntos al concluir los compromisos extraoficiales y se extendían demasiado en el camino de vuelta a sus casas.
Transcurrieron los días y las semanas. Así hasta que ambos reconocieron mutuamente que continuar siendo amigos se quedaba corto para ellos.
––Admito que me dejé llevar por su personalidad ––relataba Emma, con Debani sentada a su lado––. Era respetuoso, amable y lindo. Actuaba de una forma en la que me hacía pensar que yo era todo en lo que él pensaba.
Detuvo su narración un momento para lanzar un suspiro.
Yo me encontraba de pie, a unos cuantos pasos de ellas y noté que mi amiga se ponía tensa. Quizás recordaba algo que le afectaba.
Emma continuó hablando.
––No recuerdo con exactitud cuándo fue que nuestra relación empezó a cambiar. Lo que sí sé es que comenzó a pedirme ciertas cosas que me incomodaban a modo de "afianzar" nuestro vínculo ––Me percaté que a ella se le crispaban las manos. La parte difícil debía estar llegando––. Me sentía insegura cada vez que... me pedía una foto desnuda o algo así, pero él no era insistente y procuraba darme mi espacio. Poco a poco fui cediendo, hasta que cometí el error de normalizarlo.
»No vi que esas cosas no eran normales hasta que su actitud cambió de forma casi imperceptible. De un momento a otro, todo lo que le importaba era que cumpliera con mi rol en nuestra relación. Solo era su novia, un trofeo, no una persona.
»Sus peticiones fueron aumentando hasta llegar al grado en que me costaba cumplírselas, pero tampoco quise decirle algo por temor a que algo ocurriera. No sé. Que se enojara o peleáramos.
Esa historia me resultaba muy familiar. Quizá por eso Sofía se mantuvo en silencio cuando regresó junto a Mariana y llevando consigo algunas bebidas.
––Si él no le hubiera mostrado todo eso a su grupo de amigos, quizás yo seguiría estancada en mis miedos para no encararlo. ––continuó Emma, lo que ensombreció aún más la charla––. Según él, uno de sus amigos tomó su celular sin permiso y hurgó donde no debía hacerlo. Pero cada que me cruzaba con sus amigos, notaba sus miradas burlonas y lascivas sobre mí. Después, descubrí que esos supuestos amigos eran mayores, de tercer año. Ya estaban a un paso de graduarse y entrar en la universidad, y Alejandro les pasaba fotos mías para que le permitieran juntarse con ellos.
»Yo me convertí en una llave que le permitió entrar en un mundo diferente, en el que yo veía a niños haciendo cosas de adultos. Fiestas en las que abundaban el alcohol y las drogas, donde muchos de los invitados se escondían en los cuartos de las casas para tener sexo. Lugares donde sólo se hablaba de estupideces y se hacían pasar por gente madura. Alejandro quería encajar en todo eso y yo fungí como moneda de cambio para comprar su boleto de entrada.
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La conspiración de la princesa renegada
Teen FictionSegundo volumen de '¿Por qué no soy yo el protagonista de este harem?' Eduardo ha sido suspendido por hacer lo que creía correcto, o eso piensa él tras haber insultado al director de la escuela. No obstante, consiguió su objetivo de exponer al infam...