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Strelizia era una chica muy planificadora, le gustaba el orden y eso hacía que ella fuera madrugadora, por lo que a primera hora de la mañana ya se encontraba en la entrada de la cocina esperando ver alguien para su desayuno y comprobar si ella podía participar. 

Llevaba el pelo suelto y un poco despeinado, pues a pesar de que ya tenía una cierta edad para saber hacerlo sola, ella solo sabía peinar a su hermana, ya que se peinaban siempre la una a la otra, no era tan complicado peinarse a si misma pero el hecho de que no fuera Argentea quién lo hacía, le causaba un nudo en la garganta de solo coger el cepillo.

-Buenos días! ¿Hay alguien?- la chica gritó en busca de una respuesta, no habíaa nadie en los pasillos pero guardaba la esperanza de que hubiera alguien que le ayudara con el tema de la comida.

-Pero que niña mas puntual- la voz de una mujer a sus espaldas llamó su atención.

-Hola..- saludó observando a la mujer, lucía de unos 50 años-

-Así que tu eres Strelizia- sonrió parándose frente a ella.

-Si, quisiera ayudarla para cocinar, no quiero depender de nadie en ese sentido y a demás así podría aprender- habló algo tímida.

-Lo sé, lo sé...no te preocupes, ambas prepararemos tus comidas, soy tu compañera de cocina, me llamo Evie- era una señora con cabellos morenos y bastantes canas,  traía su pelo recogido en un moño con una malla negra, sus ojos eran verdes zafiro y era bastante delgada.

-¡Muchas gracias!- la sonrisa de la niña le sorprendió a la mujer, era muy bonita y pequeña y rápidamente se encariñó con ella.

-¡Vamos allá!- abrió la puerta de la cocina.

Era una cocina enorme, disponía de vajillas, grifos, utensilios, hornos, estaba totalmente equipada. Evie le fue enseñando cada cosa a la muchacha para tener un poco de idea sobre el tema, después de eso juntas hicieron su desayuno sin ningún problema.

-Oiga señora Evie, ¿usted no desayuna?- estaba muy concentrada en cortar un cachito de pan del plato, pues era bastante escasa de fuerza física, cosa que le dejó fuera del alcance del titán hembra, pero eso no le importó en absoluto.

-No cielo, yo desayuno antes de venir, no te preocupes, y no me llames de usted, puedes tutearme- la mujer le sonrió mientras se quitaba el delantal. -Yo no suelo estar aquí todo el tiempo, solo vendré a las horas exactas, ¿vale? Yo paso la mayor parte del tiempo en la cocina de los soldados marleyanos-.

-¿Eres marleyana?- preguntó curiosa.

-¡Oh no! Llevo el brazalete debajo de la chaqueta- se la quitó para mostrárselo a la niña.

-Claro, por eso te ponen a prepararle comida a los marleyanos...- habló algo apenada.

-Eres muy inteligente eh, a veces también me toca preparar cosas a los soldados eldianos- sonrió.

Realmente aquel lugar era tan grande que ni siquiera se habían encontrado a ningún soldado eldiano, además de que estos no tenían libertad ninguna de moverse libremente por el cuartel, por lo que solamente se cruzaban con algún que otro soldado marleyano que pasaba por allí.

-¿Has terminado? El Capitán Magath me ha dicho qué recibirás visita dentro de poco-.

-Si, la veo luego señora Evie, gracias por la ayuda- la chica había terminado y había lavado su plato para marcharse y dirigirse a su habitación, estaba segura de que aquella visita aparecería allí para hablarle sobre el tema de su casa y su hermana. 

Y no estaba equivocada, pues a los 10 minutos aparecieron en su puerta varios soldados y un hombre gordito con un maletín, tenía toda la pinta de ser el encargado de molestarla con el tema de los bienes.

Flor de Acero | *Reiner Braun* Donde viven las historias. Descúbrelo ahora