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Flashback

-Primero va la zanahoria, la trozeas y con el mismo cuchillo arrastras lo trozeado a un lado-.

-¿Cómo? ¿Así?-.

-No pongas los dedos tan cerca, puedes cortarte-.

-¿Pasa algo si cae un dedo en la sopa?-.

-Reiner!- el guerrero empezó a reirse a carcajadas al ver la cara de su pareja.

Aquella pequeña distracción le hizo olvidar lo que unos segundos antes Strelizia le había dicho sobre poner los dedos tan cerca, por lo que aquella carcajada se interrumpió al sentir un pequeño dolor en el dedo índice.

-Ups...- levantó el dedo para mirar el corte profundo que se había hecho.

-Por no hacerme caso! Trae!- tiró de la mano del rubio y lamió la poca sangre que salía del corte, dejando al guerrero con una cara de confusión y sorpresa.

Luego cogió una servilleta y la dobló varias veces hasta hacerla más pequeña y rodear el dedo cortado, mientras lo hacía Reiner la veía intentando no derretirse por aquella acción, y más porque la platina había olvidado que era un titán cambiante y podía regenerarse, pues ella apenas tenía su poder y siempre lo olvidaba. Decidió no regenerarla y dejar que ella le curara, era la situación más graciosa y bonita que había visto nunca.

-Me casaré con ella-.

Fin del Flashback

Strelizia abrió sus ojos, aún era de noche, y todo estaba tranquilo, lo único que podía oír eran los suaves ronquidos de Reiner a su lado. Se giró para verle mejor, no había cosa que le gustara más que despertarse y verle dormir a unos centímetros de su cuerpo, con sus dedos comenzó a acariciar la mejilla de aquel hombre que unas horas antes le había hecho ver el paraíso.

Se levantó con cuidado de la cama y se acercó hasta la pequeña ventanilla, por la que se podía ver nada más que el agua iluminada por la luna, sin señal de ni una sola ola, se quedó allí parada unos minutos, pensando de nuevo en toda la situación que estaba ocurriendo, aunque Reiner le había hecho olvidarla por un tiempo, de nuevo debía volver a ella y estar preparada para lo que se aproximaba.

-Evie...¿qué hago?...- a veces echaba demasiado de menos a su madre, ella siempre le daba los mejores consejos y le ayudaba en las situaciones complicadas, por una parte se alegraba de que ella no tuviera que sufrir aquella masacre, pero por otro deseaba tenerla a su lado.

Aquella dulce y cariñosa niña de ojos azules que paseaba por la zona de internamiento se había quedado allí, ya no era parte de ella, no desde que Evie murió, enseñándole a ser fuerte y a seguir adelante, a superar sus miedos y conseguir sus metas. Rompió aquella promesa de no dejar de sonreír nunca, pues aunque ahora lo hiciera de nuevo, por unos años perdió esa bonita sonrisa por completo, envolviendo su propio corazón con acero inoxidable, del mismo acero que aquella flor.

Era una mujer de sentimientos fuertes, que le hacía hueco en su corazón a cada persona que se ganaba su confianza, y a pesar de la dura capa de acero, todos los soldados que le ayudaron en Paradise consiguieron atravesarla, como dijo Yelena, ese era su punto débil, amaba demasiado pronto a cualquier persona que le ayudara.

Ese punto débil fue lo que destruyó su felicidad por varios años, y que le destruía más aún cada vez que perdía a un ser querido, se sentía culpable, pues pensaba que podía haber evitado sus muertes. No dudaría en arriesgar su propia vida por salvar al resto, no iba a permitir que nadie murirera en esa batalla que se aproximaba, sus vidas iban por delante de la de ella. Sintió un nudo en la garganta dudando sobre qué hacer en esos momentos.

Flor de Acero | *Reiner Braun* Donde viven las historias. Descúbrelo ahora