Cap~15

50 4 0
                                    

Las suplicas sin duda no faltaron, por más que trataran de hacerla entrar en razón y olvidara su intención, no lo conseguían. Estaba más que dispuesta; estaba decidida en terminar con él.

La vista de ambos se volvió borrosa, solo podían enfocarse en lo que tenían al frente; él solo podía centrarse en ella, la forma en la que se le acercaba, con deseo y odio en sus ojos, hacia que su cuerpo se tensara cada vez más. Ella, solo podía ver como era sometido, obligado a permanecer quieto, solo para que ella pudiera enterrarle su propia arma y por fin terminar con lo que según ella, los había arruinado.

Sin poder esperar más, su paso lo hizo más rápido, sus muñecas se movieron a la misma sincronía, la hoja estaba al mismo nivel que su pecho. Solo era cuestión de acortar la distancia. Con un solo paso, termino por enterrar la katana en su pecho, haciendo que la sangre comenzara a manchar el piso y sus propias manos. Para cuando ambos reaccionaron, el mismo cuerpo que había caído al suelo, era el cuerpo de Takeshi, que sin duda, se había puesto en medio de ambos protegiendo a su hijo. Sin una pisca de resentimiento aquella mujer mantenía su misma mirada, al cuerpo de yacía frente a ella.

Sin poder contenerse, Gura se dejo llevar por la ira y el odio, con lagrimas en sus ojos, con un nudo en la garganta y gritos saliendo de su boca, trato de levantarse para poder darle al menos un golpe. Sin tener una sola oportunidad, ya que los hombres detrás de él, lograron forzarlo de nuevo, evitando todo acto suyo. Por otro lado, Garu estaba atónito; sangre cubría parte de su rostro, lagrimas caían por sus mejillas, la presión en su pecho y la misma imagen repitiéndose una y otra vez.

-esto seguirá, si sigues negándote. -dijo Kyoko, teniendo sus ojos en el inmóvil cuerpo de Takeshi.

Con total delicadeza, retiro la katana del pecho de Takeshi. Solo para incrustarla frente a Garu, haciéndolo observar de una manera espectacular, el fino trabajo que hizo con ella.

-estaré más que complacida, de hacerle lo mismo a cada uno de tus hijos. -su voz se escuchaba cada vez más profunda, haciéndole parecer que disfrutaba el momento.

Sin poder resistirse, dejo que su cuerpo se moviera por si solo. De forma rápida y sin que ninguno lo esperara, con una de sus piernas dio una patada a un costado de sus costilla, enviándola lejos de él. Y de la misma forma en que sometieron a Gura, lo hicieron con él.

-llévenlos a los calabozos y encadénenlos bien. -ordeno Dai, mientras de aseguraba del estado de su hermana.

Sin esperar más, ambos fueron sacados de aquella sala y llevados tal y como lo había dicho aquel hombre.

Mientras caminaban por los pasillos, no pudieron evitar observar el estado en el que se encontraba la ciudad, los gritos eran demasiado fuertes, tanto que eran capaces de escucharlos con total claridad. El palacio estaba destrozado; muebles tirados, puertas forzadas, vidrios rotos, sangre y muertos por todas partes. Mismos miembros del clan eran los que se encargaban de ordenar lo mejor que podían, si iban a estar en ese lugar, tratarían de gozarlo lo mejor que podrían. Por otro lado, a través de una ventana que daba vista a los jardines podían ver que todos los cuerpos eran llevados a un punto en particular; una gran hoguera en medio de todo, justo donde se deshacían de los cuerpos, no solo de los samuráis y miembros de la guardia real, también integrantes de su clan.

Así fue su recorrido hasta tener que llegar a los calabozos, que entre algunas rejas habían grupos de personas que de igual forma, habían sido sometidas; estaban golpeados, cansados, heridos y cubiertos de sangre. Sin duda su presencia no fue ignorada por ninguno, todos los miraban con asombro, miedo y duda, eran ellos los últimos que estuvieron con Sia, temían del bienestar de las dos personas, ahora más importantes del imperio. Y al juzgar por su estado, temían pensar lo peor.

Ambos fueron llevados hasta una celda apartada de todas, siendo encadenados de las muñecas, para que no pudieran cualquier cosa para que escaparan.

Ninguno de los dos decía nada, todo estaba en un total silencio, ambos mantenían sus miradas perdidas en un punto vacío, pensando lo mucho que tuvieron que pasar este día; separarse de sus familias, ver a sus hijos llorar, separarse de sus esposas, recibir tantos golpes, matar a tanta gente, tener que soportar frente a ellos la muerte de su padre.

-ten. -dijo Gura a su hermano, extendiéndole un trapo con el que pudiera limpiarse la cara.

Sin decir nada Garu termino por aceptar lo que le daba su hermano. Con algo de pesadez, limpio la poca sangre que aún estaba húmeda, dejando los pocos rastros de sangre seca, que era alrededor de su ojo izquierdo y parte de su barbilla.

-¿habrán escapado? -dijo Garu en un ligero susurro.

-los demás están con ellas, Ryo y Tobe ya debieron estar con ellos. -dijo de la misma manera.

No tenían las fuerzas para seguir hablando, ninguno de los dos la tenían, lo único que decidieron hacer fue recostarse cada uno en una de sus literas, para poder relajarse del esfuerzo físico que han hecho, más aún si les era posible, tratarían de dormir, para que pudieran olvidarse al menos, por un momento de los problemas.

[PAUSADA] Ahora Me Toca A Mí... [Garucca] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora