Tierras helénicas

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Su calzado blanco aterrizó en la arenisca que el lugar tenía por superficie

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Su calzado blanco aterrizó en la arenisca que el lugar tenía por superficie. Con curiosidad e ilusión sus ojos avizoraron todo lo que estaba a su alcance.

Se sentía realmente afortunada de que la universidad le diera una oportunidad como esta. Aunque serían solo siete días los que estaría ahí, aprovecharía el tiempo que tenía libre fuera de sus actividades escolares para andar por las calles del pueblo y visitar una que otra tienda. Con suerte, el dinero que le proporcionó su abuela podría ser de ayuda para que se comprara algún libro que llamara su atención.

Un autobús rentado por su facultad los llevó desde el aeropuerto hasta el lugar donde se hospedarían el resto de la semana.

Ahí, Nirvana, también se dedicó a observar con cautela su habitación y exploró el lugar mientras finalizaba de sacar sus objetos personales.

Alguien tocó a su puerta y se dispuso a ir hasta la misma para abrirla.

—¿Qué te parece el lugar? —interrogó con curiosidad su mejor amigo, Patch, y se introdujo confiadamente en la estancia de la chica.

—Adelante, pasa —enunció con burla al ver que su amigo ya estaba adentro.

—Ah, lo siento, sabes que no soy bueno en eso. —Se encogió de hombros el varón.

—Si el profesor te ve aquí, hará que te vayas a extraordinarios —advirtió, la joven, echando un vistazo a los alrededores antes de cerrar su puerta.

—Está demasiado ocupado con otros alumnos más molestos. Aún no has respondido a mi pregunta —recordó.

—Qué puedo decirte, sabes el sueño que es para mí venir a Grecia —respondió con entusiasmo.

—Es una pena que solo sea un viaje escolar —lamentó—. Hablando de sueños —el estudiante de cabellos áureos se sentó en el borde de la cama—, ¿no has tenido otro de esos sueños raros?

La americana tomó asiento junto a él. Era extremadamente embarazoso para ella contar sus sueños, sin embargo, debido a que solo aumentaron, se vió obligada a contárselo a su amigo para oír lo que tenía que decir. No fue de ayuda y meramente ganó una risita.

—No —reveló—. No sé si es bueno o malo, me mantiene con intranquilidad que se sienta muy real, pero, a la vez eso era maravilloso. Disfrutaba esa escapatoria.

—Yo creo que tus sueños son porque lees muchos de esos libros fantasiosos —la molestó.

—Es mejor que estar todo el día jugando Donkey Kong —replicó.

Ambos rieron por la manera en la que se molestaban. Era poco habitual que no lo hicieran, sabían casi todo de ellos porque se conocían desde niños y sus padres eran amigos, no fue difícil que ellos congeniaran.

   Tenían una amistad envidiable que incluso algunos de sus otros compañeros de clases creaban pensamientos románticos alrededor de ellos, lo cual no era del todo incorrecto. Hace unos tres años ellos se sentían atraídos el uno por el otro e intentaron ser pareja, sin embargo, por alguna peculiar razón no congeniaban como una. Fue así que decidieron mantenerse como amigos, de hecho se sentían mejor así.

MEMORIA KÁRMICA | Virgo ShakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora