दो

94 12 4
                                    

Aquella calamitosa situación de muerte había traído en consecuencia una inusitada cercanía entre ellos dos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aquella calamitosa situación de muerte había traído en consecuencia una inusitada cercanía entre ellos dos.

Si se habían visto cinco veces en la semana, era decir mucho. Sabían de la existencia del otro aunque de ninguna manera existió contacto verbal anteriormente. No fue sino hasta que la vida del joven rubio colgaba de un hilo.

Hasta se podía decir que lo recordarían como un incidente divertido puesto que entre la confusión que se hacía presente, la mujer pelirroja pensó que el hombre era el agresor y no la víctima, por lo que en principio también arremetió contra él.

Ella no era precisamente agresiva aunque pecaba de ser arrebatada y enérgica. La gente que la rodeaba la conocía muy bien y tenía el respeto de algunos en consecuencia a su carácter firme.

—Entonces, ¿por qué te querían lastimar? —averiguó la de cabellos fogosos.

—Ellos no querían hacerme daño, querían matarme —aseveró el hombre mientras vendaba sus heridas.

Los ojos verdemar de la joven se deslizaron con cautela entre la piel desnuda del varón. En ella habitaban cicatrices no lo suficientemente acentuadas a excepción de que alguien mirara con detalle como ella lo hacía.

—No debes ser un santo si cosas como esta te ocurren —señaló ella.

—Nunca dije que lo fuera. —El de hebras áureas detuvo su actuar y la miró fijamente—. Aún así, te agradezco que me ayudaras. No tenías que hacerlo.

—Sí... no es nada. Lamento haberte golpeado también en primer lugar.

—Tú tampoco eres una dulce señorita. Si te metes en situaciones como esa y con objetos como ese. —Señaló con la mirada el arma que había usado para intervenir.

—¿Está mal que me guste estar segura? —comentó con tono juguetón.

—En realidad está muy bien.

De pronto, el silencio lleno la sala de estar. La fémina llevó a ese hombre a su casa para ayudarlo con sus heridas, más que nada por el hecho de que sentía que debía hacerlo después de atacarlo.

No sabía en absoluto quién era ese varón sentado frente a ella y ello ocasionó que nunca bajara la guardia, pero, se permitía parecer serena.

—¿Te quedarás mirándome? —La voz de aquel de ojos celestes la sacó de sus pensamientos y rompió con la atmósfera de quietud. Una minúscula sonrisa arrogante se le escapó.

—Dime más de ti. —Se interesó la dama. Acomodó el borde de su vestido y se incorporó en el sillón.

—No creo que tengamos que ser amigos —expresó el varón.

—No hable de amistad, sencillamente no puedo quedarme así con un hombre al que he invitado a mi casa. Considéralo un privilegio.

El rubio echó una risa y añadió—: deberías querer quedarte así.

—¿Temes algo? —Alzó una ceja la pelirroja.

Las orbes del joven hicieron un viaje de su rostro hasta su cuello y el espacio entre sus clavículas. Inhaló fuerte.

—Temo que hagas preguntas de las que no te guste oír la respuesta.

—Créeme que no cuestionaría sobre algo de lo que no estuviera preparada.

¿Realmente lo estaba? Ella podía tener la idea de que sí. Pero, ¿quién te prepara para algo como lo que vendría?

Da igual, es como tiene que ser.

—Si a ti no te importa mucho, entonces a mí tampoco. Aunque si no te molesta, aceptaría la invitación de algún licor.

La mujer sonrió levantándose de su lugar y yendo a la cocina donde guardaba una botella modesta que excepcionalmente ocupaba.

No hacía falta decir que hubo algo ahí. Ese día, si sus vidas eran inquietas y cada uno había hecho lo que tenía que para llegar ahí, solo cambiaba que fuera una suma y encuentro de actitudes desmedidas guiadas principalmente por la ambición, el deseo, el apego y la osadía.

Era una época en la que se podía oír sobre personas y situaciones poco lícitas en las cuales nadie debía preguntar "qué" ni "cómo" o "por qué". No obstante a toda acción correspondía una reacción. Sus acciones se acumularían y tendrían que hacerles frente, si en esta vida no les alcanzaba, tendrían otra para remediarlo, o las que hicieran falta.

Nadie vio una cabellera dorada salir de casa esa noche.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
MEMORIA KÁRMICA | Virgo ShakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora