Nirvana

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Él miró a su amiga, quien con atención no apartaba la mirada de aquella clásica película de terror que se volvía un hábito disfrutar en estas épocas

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Él miró a su amiga, quien con atención no apartaba la mirada de aquella clásica película de terror que se volvía un hábito disfrutar en estas épocas. Y ella le regresó la mirada solo un breve instante. La abrazó con fuerza y luego le aventó una palomita al rostro. Recientemente estaba mejor que antes y eso le hacía sentir bien. Se aguantó el llanto, temiendo arruinar el momento. Lo que menos deseaba era amargar la noche, últimamente se había vuelto muy sensible.

   A él le daba vergüenza admitir que era una cita, pero lo era. El astro solar brillaba con fervor, las flores, se encontraban en su pleno esplendor, llenando el aire con su fragancia así, creando una atmósfera de tranquilidad. Bajo la sombra fresca de un frondoso árbol, Nirvana y Shaka se habían acomodado en un rincón sobre la hierba, rodeados por algunas flores.

   La estadounidense con gafas sostenía un libro entre sus manos, sus dedos acariciaron las páginas mientras leía en voz alta con suavidad. El Santo de Virgo, sentado a su lado, la observaba con sus inusualmente ojos azules abiertos con atención. Ocasionalmente, su mente se desprendía de sus labios (los había probado ya en bastantes ocasiones desde la primera vez) y se enfocaba en su apariencia completa, desde su cabello recogido en una trenza, su blusa verdemar que dejaba al descubierto la piel de sus brazos, hasta sus pantalones azules.

   Mientras leía, Nirvana levantaba ocasionalmente la vista del libro para vislumbrar a Shaka. Era tonto, pero su corazón se agitaba con ese simple hecho. A veces sus miradas se encontraban, y esos momentos, estaban llenos de una complicidad que solo ellos entendían, su mayor magia era que no necesitaban palabras para expresar lo que sentían; el simple acto de estar juntos, compartiendo ese momento, era suficiente.

   En la distancia se oía el cantar de los pájaros mientras el ruido del follaje agitado se sumaba a la atmósfera natural. Shaka se inclinó ligeramente hacia Nirvana, sus dedos rozaron con sutileza los de ella.

   El sol cedía lentamente con el pasar de minutos hasta que ella cerró el libro y lo dejó a un lado. No pronunció nada y mucho menos él, simplemente dejó caer su cabeza sobre el hombro del varón.

   El cuarto de hospital estaba en silencio, roto solo por el suave zumbido de las máquinas y el ocasional susurro de los monitores. En la cama, Nirvana yacía tranquila, su rostro sin expresión alguna y sus ojos enfocados en la lámpara que daba luz artificial a la habitación. Una enferma ya le había suministrado medicamento para el dolor por lo que nada la atormentaba ahora.

   Su respiración era pausada. Sentía una extraña ligereza en su cuerpo, casi como si flotara. En una esquina de la habitación, su madre dormía en un pequeño sofá, envuelta en una manta del hospital. Su rostro mostraba señales de agotamiento. La pelirroja la miró y sonrió, luego desvió la mirada. No encontraba nada que hacer por lo que la mente de la joven vagaba a lugares tranquilos.

MEMORIA KÁRMICA | Virgo ShakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora