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Enredó sus dedos entre el fuego de sus mechones y la acercó a él

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Enredó sus dedos entre el fuego de sus mechones y la acercó a él. Era adicto a su esencia.

Cuando la conoció, de ninguna manera imaginó lo sentimientos que encendería en su persona. Eran diferentes entre sí y a pesar de todo, encajaban muy bien. Se trataba de un amor que se definía en cuánto ansiaban protegerse mutuamente, en cuánto deseaban el contacto entre sí y en la añoranza de un bien por el otro. Un tipo de amor que te marcaría toda la vida.

—Estaré contigo a dónde quiera que vayas.

Él era todo lo que ella quería y ella era todo lo que él quería.

   —Te seguiré siempre.

¿Cuándo amas a alguien por qué lo haces? ¿Es por su apariencia? ¿Su manera de ser? ¿Sus cualidades? ¿Lo que puede aportarte? ¿Por el cariño que te da? ¿Por lo que te enseña?

Si era así, por supuesto que se amaban, por eso y más.

No deseaban que su amor se extinguiera, en cambio era una llama que se acrecentaba más y más. En ese entonces podría ser que no fueran conscientes de que el compromiso que hicieron se extendería una y mil vidas (o lo que durarán sus karmas), aunque si lo hubieran sabido, una elección diferente tampoco habría ocurrido.

Sus cuerpos podrían ser diferentes cada vida, pero, sus almas eran en esencia las mismas siendo ellas conscientes de lo que implicaba un juramento como ese. Fue una conexión, la convergencia de un abrazo intangible de destino y una voluntad de permanencia tan extraordinaria lo que los unió desde entonces y así cada vida de una u otra manera terminarían juntos. El amor entre ellos se convertía en un testimonio de la fuerza que residía en la unión de dos almas afines.

   Las palabras no eran necesarias, pues sus almas se comunicaban en un idioma sosegado de una conexión profunda. Su amor era como una constelación resplandeciente en el cielo nocturno.

La fémina lo miró con precisión, cautivada por su fino rostro, que no siempre era expresivo; sus labios delgados y firmes, su nariz puntiaguda y sus ojos cerúleos concentrados en los detalles de alrededor.

Después, sus miradas se entrelazaron como hilos dorados en un telar mágico, susurrando en el silencio secretos que las estrellas se niegan a divulgar. Así, en cada latido compartido, en cada palabra no dicha pero sentida, se forjaba un lazo que superaba la barrera de las palabras. El varón hallaba en ella un refugio de calma donde sus inquietudes encontraban paz. Y ella, a su vez, encontraba en él la fortaleza que anidaba su ser vulnerable.

Cada gesto, cada mirada, era una promesa susurrada en el viento, una melodía que solo ellos podían escuchar. Su cariño era un reflejo de la belleza etérea que yacía en la conexión humana más íntima.

   Su amor trascendía el tiempo y el espacio, uniendo sus destinos en un abrazo que desafiaba las limitaciones mortales.

   —Te amaré cada día de mi vida, lo juro.

    —Te amaré cada día de mi vida, lo juro

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MEMORIA KÁRMICA | Virgo ShakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora