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Con el paso de los días Izuku había logrado salir del agua y respirar con normalidad, pero en las noches debía volver a sumergirse en ella para dormir y lo habían averiguado mediante un gran susto.

Todos dormían, hasta el kitsune que abrazaba al menor, hasta que de pronto se escuchó un fuerte grito que despertó a todos los youkais, quienes se alarmaron al reconocer de quien era la voz. El pequeño Izuku se retorcía de dolor entre los brazos de Katsuki, lloraba, gritaba y estaba cada vez más pálido. Los auto nombrados tíos del peli verde llegaron con todo lo necesario y lo sumergieron en agua por completo. Se resistió bastante al principio pero terminó por calmarse y respirar una vez más con normalidad. Así que desde esa noche, a la hora de dormir preparaban todo a un lado de la cama del kitsune y metían al niño en el agua.

Por otro lado la búsqueda iba mejor, habían escuchado el rumor que el youkai que buscaban viajaba por todo lugar posible y en ese momento se dirigía hacia donde ellos estaban. Katsuki había mandado a Todoroki y Kirishima para que lo encontraran a mitad de camino y así apresurar todo.

Ahora simplemente estaba con el pequeño en sus piernas sentados en el jardín, éste balanceaba sus piernas y tarareaba una canción que le había enseñado Yaoyorozu.

—Kacchan, –el mayor acarició su cabello en señal de estar prestándole atención– ¿crees que papá me quiera conocer cuándo llegue?

—Estoy seguro que si, así que tranquilo Izuku, todo saldrá bien. –el peli verde asintió y se aferró a la ropa del kitsune, parecía somnoliento así que sólo lo dejó acomodarse y dormir.

Katsuki amaba la tranquilidad del bosque, pero estar con el pequeño le daba aun más tranquilidad, cosa que podría terminarse dependiendo de lo que dijera el padre de éste.

Escuchó pasos corriendo a lo lejos, así que llevó a Izuku a su habitación donde lo dejó sobre la cama y arropó con las mantas. Fuera de su habitación se encontraban el pelirrojo y el heterocromatico.

—¿Y? –al ver la sonrisa de Kirishima suspiró.

—Está esperando en la sala, dijo que quería hablar contigo. –volvió a suspirar y caminó hacia cierto lugar de la casa donde mayormente jugaba Izuku.

Mirando por la ventana hacia el bosque se encontraba un hombre alto, de cabello largo color verde azulado, su torso estaba descubierto dejando a la vista un único tatuaje que abarcaba la mayor parte de su cuerpo; parecía serpentear entre las flores, como si verdaderamente estuviera vivo. Al notar su presencia se dio la vuelta dejando a la vista un rostro maduro que no llegaba a ser grotesco, la característica principal de la mayoría de los youkai era su belleza y éste hacia honor a eso, sus ojos rasgados dorados se afinaron a medida que las comisuras de su labio se elevaban.

—Bakugou, amigo, tanto tiempo...

—No te llame aquí para hablar del pasado, es un tema importante. –la sonrisa desapareció del rostro del oji dorado.

—Tan aburrido como siempre, hace siglos no nos vemos y lo primero que haces es hablar de cosas aburridas. –Katsuki caminó hacia él para hacerme frente, los demás estaban nerviosos, si se agarraban a los golpes la casa no sobreviviría.

—Creeme es importante, esto no...

—Siempre dices lo mismo Bakugou, ya no...

—¡Se trata de tu hijo, maldita sea, Akira! –el otro youkai quedó sin habla y fruncio levemente el ceño.

—¿De qué hablas Bakugou? Yo no tengo hijos, sabes que jamás me empareje con nadie, además cada vez que lo intento me causan asco. –todo lo decía con desinterés y al kitsune eso lo desconcertaba.

Desgraciada almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora