Desgraciada alma

Prólogo

—Katsuki... Está bien... No estés triste...

—No hables ••• estarás bien, los demás te curarán, no vas a morir.

Sus manos se manchaban cada vez más de sangre al paso de los segundos. La enorme herida en uno de los costados de su amante no se veía nada bien. No pudiendo aguantar sus lágrimas fluyeron y juntó sus labios en un beso tierno y suave seguido de sus frentes.

—No llores, no me iré... Tranquilo si lo haces... —soltó un quejido y llevó su débil mano hacia su mejilla— Prometeme que... Seras feliz Katsuki...

—Ya, ya no hables.

—Te amo Katsuki, no lo olvides... Nunca... —su mano cayó sobre su cuerpo y la vida escapó de su cuerpo dejando unos ojos segundos antes brillosos de un color opaco.

Un grito se escuchó seguido de un fuerte llanto, personas llegaron junto a él comenzando a llorar igualmente, adoraban al amante de su amo.

—¡Vayan a la maldita aldea y den aviso de que una vez al año deberán entregar una ofrenda!

—Katsuki, ¿de que clase de ofrenda hablas?

Dirigió su vista hacia su amigo, el único que lo llamaba por su nombre sin contar a la persona entre sus brazos. Sus ojos irradiaban ira y dolor, intensificando su color carmín.

—¡Una maldita persona por año! Lo usaron de sacrificio por sus propios errores, él no hirió nunca a nadie... —sus lágrimas incrementaron y se aferró al cuerpo sin vida de su amante— Ahora pagarán, si se niegan mataré a todos.

No los perdonaría, nunca, lo que habían hecho no tendría perdón.