Capitulo 22

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Me puse de pie y me dirigí al baño de la habitación de Adrián. No puedo decir que está ordenado porque no tenía nada básicamente, solo tenía un sanitario, la ducha y un lavabo, encima yacía un pequeño espejo. Proseguí a lavarme los dientes y ducharme, salí solo con una toalla a la habitación donde busqué mis cosas y saqué la ropa que me pondría para vestirme en el baño. Una vez lista fui a despertar Adrián.

—Es hora de despertar. —Acto que no sirvió de nada porque ni siquiera abrió sus ojos.

—Es hora de ponerse de pie. Levántate.

—No quisjhs ed.

—¿Qué demonios dijiste? no habló taka taka.

—No quiero ir. —Contesta aún con los ojos cerrados.

—No te pregunté eso, párate.

—Quedémonos aquí.

—Nada de eso, ponte de pie. —Pedí un poco irritada.

—¿No quieres quedarte aquí? —pregunta abriendo solo un ojo.

Y ahí es donde se me ocurre una idea. Hablarle bonito, a ver, si hay algo que Adrián le gusta es que le diga cosas lindas. Usaría eso a mí favor como mi arma secreta.

—Vamos cielo, despierta. —Murmuro besando su mejilla.

Abre los ojos y una sonrisa baila en sus labios.

¡Bingo! punto para mí.

—Bien, dúchate y vístete, tenemos que irnos o llegaremos tarde.

—Lo haré solo si me llamas cielo una vez más. —Pide sentándose en la cama.

—Perfecto, me voy sola.

—Espera. —Se pone de pie y me toma de la muñeca en cuanto me vio caminar hacia la puerta.

—Arréglate, ahora. —Ordeno cuando quedo frente a él.

—¿No hay beso de buenos días? —pregunta enarcando una ceja.

—¿No tienes mal aliento mañanero? —bromeo.

Iba a reírme, su cara me causó mucha risa, fingió estar indignado y fue a ducharse.

Bajé las escaleras para revisar el estado de mi teléfono que aún seguía sumergido en arroz, llego a la cocina y me encontré con el señor Carls.

—Buenos días, señor Carls. —Saludo un poco avergonzada.

—Buenos días Jade, ¿qué dije de dejar de llamarme señor?

—Disculpe, Carls. —Corrijo y sonrió un poco.

—Eso, ¿quieres un poco de café?

El porta un traje, camisa, pantalones, saco y zapatos elegantes, lo que me da a entender que irá a trabajar.

—No, gracias. Solo vine para revisar si mi celular ya funciona.

El asiente y prosigue haciendo su café, tomo el celular sacándolo del recipiente lleno de arroz, presiono el botón de encender y...

¡SI! funciona.

Lo enciendo y lo primero que veo son mis mensajes, tengo tres mensajes de Carlos y una llamada perdida.

Sospechoso.

Aún pensaba en lo que Adrián me había dicho ayer, estaba sorprendida no podía negarlo, y empezaba a cuestionarme las razones del acercamiento de Carlos hacia mí.

: Hola Jade, soy Carlos.  —dice el primer mensaje.

: Pedí tu número a Emma, espero que no te moleste. —Informa en el segundo.

: Llámame en cuanto leas este mensaje. —Y pide en el tercero.

Bueno, no suelo tomar malas decisiones en mi vida ¿por qué? pues, eso pasa cuando no tienes amigos ni nadie en tu vida, no tienes problemas ni cosas que decidir. Pero... En esta ocasión cambiaremos eso, así es. Llamaré a Carlos.

Usualmente soy yo la que propone cosas estúpidas ¿pero esto? esto lo supera, maldita.

Cállate, mi misma.

A nuestro Adrián no le gustará esto.

Ignore mi conversación conmigo misma porque no quiero terminar de volverme loca y marco el número de Carlos.

—¿Jade?

—Hola.

—Que bien que has llamado ¿cómo te encuentras?

—¿Bien y tú?

—Bien. Me apetece mucho verte, ¿quedamos?

—No estoy segura de eso.

—¿Por qué? oh, déjame adivinar... El capullo de tu novio.

—Primero: no lo llames capullo, se lo que quiere decir. Y segundo: digamos que no me gustan las mentiras.

—¿Mentiras?

—No te hagas, sé que conociste a Marco, que estuviste en ese negocio de las drogas. Tú ya me conocías antes de ir a ese bar, sabías quién era yo y aun así actuaste como si no me conocieras.

—Joder, ¿Por qué te lo ha contado?

—Me lo contó un pajarito —dije con sarcasmo— escúchame bien, odio las mentiras, pero no más que quien me las dice, hazme un favor y aléjate de mí.

—No Jade, no hagas eso, tú de verdad me interesas y...

Lo interrumpí colgando la llamada, puse los ojos blanco y dirigí mis vista a las escaleras donde estaba Adrián. Estaba en el último escalón cruzado de brazos, una ceja enarcada y su expresión para nada feliz.

—Te ves muy bien... —Halagué evitando el tema.

—¿Por qué lo llamaste?

—Porqué quería dejarle claro que ya no quiero hablar con él. —Dije firme.

—Ojalá se lo grabe bien y no sea necio. No dudare en golpearlo si intenta hacerte daño.

—Si algún día pasan de ser intenciones a actos yo misma me encargaré, puedo encargarme de un idiota que no me deja en paz, de eso que no te quede duda. No necesito que quieras protegerme, llevo diecisiete años haciéndolo yo misma y no cambiara eso ahora.

—La diferencia es que ahora tienes a alguien que, si quiere protegerte y cuidar de ti, ya no tienes que hacerlo tú.

—Ja, eso mismo dijo Marco, y estando de novia con él un hombre me acosó durante semanas y nadie dijo nada. Lo mismo dijo Valentina y se besó con él. Lo mismo me dicen todos, pero nunca es real.

—Yo no soy el hijo de puta de Marco, no soy Valentina, no soy ninguno de ellos. Soy tu novio, y lo digo porque me importas y no quiero que nada te pase. Ya no es motivo de que quiera protegerte, es que lo necesito, necesito protegerte de este maldito mundo de mierda, es hora de que alguien te enseñe que no todo en la vida es ser fuerte. Ahora tú eres mi problema, Isabella.

No llores, no llores, estúpida no llores.

Tarde, una lágrima está bajando por mi mejilla.

¿Por qué decía esas cosas? ¿De verdad las sentía? 

—Adrián yo...

—Escúchame. Estoy aquí, estoy aquí por ti y para ti, sin importar que ni quien, estoy contigo ¿bueno? y grábate esto en tu mente: estamos y siempre estaremos 𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑙𝑎 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑎 𝑡𝑜𝑟𝑚𝑒𝑛𝑡𝑎. —Termino abrazándome,

—Voy a crear una página con el nombre de su ship. —Dice una voz femenina que reconocí al instante.

Adrián y yo nos separamos, miramos a las escaleras y nos encontramos con una Emma sonriente.

—¿Con que nombre? —le pregunta Adrián burlón.

—Jadrian.  —contesta emocionada.

—Es ridículo. —Dice Adrián.

—Métele creatividad, mujer. —Respondí.

—¡Que odiosos! Está hermoso.

—¿Quieres desayunar? —pregunta Adrián.

—Tenemos que irnos.

—Responde mi pregunta. —Dice poniendo los ojos en blanco.

—No. Subo por mis cosas y nos vamos.

Asintió y me dirigí a su habitación.

Dejé el pijama y mi ropa en su armario junto con la de él, uno nunca sabe.

Tomé mi mochila y bajé, nos pusimos de camino a la secundaria.

Tenía un mal presentimiento.

Tenía primera clase con el señor Rodríguez, mi maestro de ciencias sociales.

El horario de clases continuó como de costumbre, me dirigí hacia el baño una vez que estuve en descanso, estaba cansada y estresada, producto de las miles de tareas que dejaban.

Me lavé la cara y escuché como una puerta se abría, dirigí mi vista hacia ella y vi a Roy entrando al baño de las chicas.

Activando modo Karateka.

Me tensé, alejé mi cuerpo del lavabo y puse posición firme, lo miré a los ojos. Su mirada irradiaba rabia y mucho enojo.

—Ahora estamos solos, no tienes quien te defienda.

—Aléjate, yo puedo defenderme sola.

—No creo eso.

Se acercó a mí con un pañuelo en la mano, intenté golpear su estómago, pero fue más rápido, me dio una cachetada girando así mi rostro, puso el pañuelo en mi nariz y lo mantuvo ahí haciendo presión durante un rato, hasta que...

Empezaba a marearme.

Intenté hacer fuerza para que eso no pasara, patalee, lo golpee, pero nada sirvió.

Mis ojos se empezaron a cerrar, mi cuerpo perdía su fuerza, mis piernas flaquearon y...

Todo negro.

No se cuánto tiempo pasó, pero lo siguiente que vi fue gente mirándome y murmurando, yo estaba recostada en la camilla, me sacaban de la estancia y luego...

La ambulancia, estaba en una ambulancia y alguien habló. Una voz que reconocí a pesar de lo débil que me sentía.

—Por fin te veo, chiquita.

Asoma su rostro y puedo verlo y confirmar mis sospechas.

—¿Que estoy haciendo... aquí? —pregunté con mis ojos casi cerrados.

—Luego te cuento. —Dice Robert con una sonrisa.

⁂𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚 𝐀𝐝𝐫𝐢𝐚𝐧⁂

Estaba buscando a Isa en la hora del descanso, no la encontraba, fui al patio con Emma y decidí esperarla allí a ver si aparecía. Minutos pasaban y nada, Em tampoco sabía.

Mi paciencia se agotó, entré y había un movimiento extraño, todos estaban alarmados y parecían asustados.

—... Eso creo, dicen que es Jade, pero no sé, nunca creí que fuera una drogadicta. —Escucho decir a una chica.

Me detuve en seco y me giré hacia ella.

—¿De que hablan?

—De lo que acaba de pasar con tu novia, perdón no sabía que...

—... ¿Qué pasó? —pregunté alterado, ya me estaba preocupando.

—La acaban de llevar en ambulancia, un chico dice que la encontró en el baño, según dijo tuvo una sobredosis por las drogas, informaron al director y el llamo a emergencias, la acaban de llevar al hospital.

—¿Como que drogas? ¿Quién diablos dijo eso? ¡Isabella no se droga! ¿a qué hospital la llevaron?

—No lo sé, pregunta al director, yo no sé nada más.

Fui a la oficina del director de inmediato, abrí la puerta sin aviso previo, estaba furioso, asustado, preocupado.

—Debe tocar la puerta antes...

—...¿Que le pasó a Isabella? —Lo interrumpí.

—Los paramédicos dicen que es una sobredosis, la encontraron desmayada en el baño de damas, ya llamé a su prima y su hermano, se supone que están de camino al hospital Medesa.

—Ella no usa drogas, esto puede ser algo malo director.

Maldije varias veces y salí de allí, llamé a Valentina y Jonathan y este último respondió al segundo tono.

—¿Están en el hospital?

—La ambulancia en la que transportaron a Jade nunca llegó al hospital, dicen que ni siquiera enviaron una unidad al liceo. Parece un secuestro más que nada. Algo muy raro está pasando.

Colgué el teléfono, maldije una y otra vez, esto no podía estar pasando no de nuevo ya fue suficiente con el secuestro de Emma de hace dos años.

Me dirigí a la casa de ellos y una vez allí toqué la puerta. Mi campo de visión observó a una Valentina devastada llorando en el sofá, Jonathan de pie con el teléfono en su oído y Rubén me abrió.

—¿Novedades?

—Nada. —Responde Jonathan furioso.

—Hay que intentar rastrear su celular. —Propone mi hermano.

—Tengo un amigo que es experto en tecnología, lo llamaré. —Dice Jonathan.

Asentí y el hizo la llamada, salí de la casa un momento, estaba nervioso, sentía un miedo inexplicable. Así que me prometí a mí mismo no dejar que nada le pasara.

—Necesito tu ayuda. —Pedí en cuanto Marco descolgó la llamada.

—Hey, ¿qué pasa?

—Secuestraron a Jade, no sabemos nada de ella.

—¿QUÉ? —tuve que alejar el celular de mi odio.

—Necesito la ayuda de tus amigos para encontrarla, y golpear a cualquier hijo de puta que esté detrás de esto.

—Cuenta con eso, iré para allá, protegeremos a Jade a toda costa.

Colgué, me pasé las manos por el pelo frustrado y entre a la casa otra vez.

—¿Que te dijo tu amigo? —pregunté a Jonathan.

—Viene en camino. —Responde.

Valentina levanta su mirada y me ve, sus ojos están hinchados de tanto llorar.

—No le puede pasar nada, ella es fuerte, pero... ha pasado por mucho... no se lo... no se lo merece... no merece más sufrimiento. —Balbucea.

Sospechaba de Carlos, o del escorpión, talvez de Sebastián, pero mi cabeza era un desastre. Era agresivo, lo admitía, pero lo era aún más cuando lastimaban a las personas que yo quería, y tocar a Isabella era como declarar una guerra. Guerra que yo pelearía, solo por ella.

* * *
capítulo dedicado a: nataliagalvis4, gracias por leer y votar en los capítulos.⛈♥️

Bajo la misma tormenta [✔] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora