『11』

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La sonrisa plasmada en el rostro de Minho en el momento en que la señora Kim abrió la puerta invitándolos a ingresar no podía ser más falsa. Deseaba dar una real, mas no era posible. No cuando su abuela aún cargaba el pastel envenenado.

Bueno, no sabía si estaba envenenado a ciencia cierta, pero tampoco sabía que esperar de alguien como Han Jisung.

Había intentado muchas cosas para evitar que el dichoso pastel fuese finalizado, pero su abuela era una mujer astuta. Nunca antes se había sentido tan indignado y preocupado cuando sus planes no salieron como lo esperaba. ¡La abuela Hyemi había logrado evadir todas y cada una de sus tácticas para destrozar el pastel! Era el colmo.

Primero trató dejar caer la mezcla cruda al suelo, fingiendo torpeza. Falló, ya que la abuela rápidamente notó sus intenciones, arrebatándole el tazón y terminando por introducirlo al horno caliente sin mirarlo. También intentó quemarlo, subiendo excesivamente la temperatura de la estufa, pero oh sorpresa, la abuela también lo detuvo. Al tercer intento ya estando a punto de lanzar el pastel al suelo sin disimulo fue cuando empezó a pensar que la abuela conspiraba en su contra, puesto que también fue impedido.

Todos sus intentos dieron con un pastel decorado de una manera elegante y su abuela alejándolo con recelo. La señora Kim los observó incómoda al ver como ambos se mantenían a una distancia considerable, y como la abuela Hyemi parecía querer empujar a su nieto hasta que este se encontrase en otro continente.

—Hyuna, cariño, te hemos traído un pastel de fresas —sonrió amplio la abuela, extendiéndole el pastel a la mujer frente a ellos—. Minho y yo esperamos lo disfrutes.

La mueca de Minho indicaba precisamente lo contrario.

Sin embargo, la señora Kim lo ignoró, correspondiendo la sonrisa a la vez que sostenía el pastel con ambas manos, dando una reverencia en modo de agradecimiento.

—No dudo que así sea, abuela —respondió contenta—. Lo partiremos luego. Seguro a los demás también les agrada la idea de probar las delicias que cocinas.

La abuela se mostró satisfecha, y Minho quiso ahorcarse con papel higiénico al ver como esta asentía una y otra vez. 

Con la idea de que quizás no se tratase de tantas personas en la reunión, caminó con tranquilidad hasta el jardín, siendo guiado por la señora Kim. Su rostro perdió color al dislumbrar aproximadamente a veinte personas repartidas en el lugar, todas fijando sus ojos en el pastel.

Incluso oyó exclamar de felicidad a un señor, lo cual fue tan sumamente extraño que deseó ser un avestruz para esconder su cabeza debajo de la tierra. 

—Seungmin me ha hablado de ti, Minho. Es un gusto conocerte al fin. Puedes ir con él si así lo deseas —señaló la dueña de casa tras dejar el pastel sobre la mesa central, y no le costó entender que básicamente estaba obligándolo a ir con su hijo.

Se sintió incómodo más que todo porque era claro que Seungmin le había contado acerca de su amistad. Le parecía raro aún cuando no debía, puesto que una buena relación madre e hijo no debería ser tan extraña para él. 

Bueno.

Seungmin se aproximó a él con rapidez, tomando su mano y atrayéndolo hacia la esquina en la que se encontraba antes de que llegase. No opuso resistencia aunque en el fondo quería permanecer cerca del pastel por precaución.

—No te he visto en días —comentó sincero cuando Seungmin le entregó un vaso rojo con un conocido líquido oscuro en su interior. A Minho ni siquiera le gustaba la Coca Cola, pero ya se había acostumbrado a tomarla nomás porque no había nada más a su disposición.

Spooky Hannie || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora