『16』

4.2K 686 492
                                    

La mañana siguiente, Jisung irrumpe por la ventana de Minho, dirigiéndose a la cama de este para despertarlo como si se tratase de una alarma. En sus manos carga una carpeta, y ante la poca reacción de Minho a sus llamados, lo golpea repetidas veces con esta.

—¡Son como las seis de la mañana, déjame dormir! —exclama indignado, dándose la vuelta. Jisung parece pensarlo durante unos segundos, pero luego vuelve a golpearlo.

—Dormir es para cobardes.

Un carpetazo más basta para que Minho se ponga de pie de un salto, sobresaltando al contrario que se inclina levemente hacia atrás usando la carpeta en modo de escudo. Eso había sido rápido. En realidad planeaba golpearlo un rato más antes de que Minho decidiese levantarse.

El día anterior, luego de que ambos concluyeran en que lo mejor era fijar reglas para la convivencia dentro de la casa, Jisung se había ido, argumentando que regresaría después con su propuesta. Minho no había replicado ante ello, dejándolo marcharse mientras suspiraba y se ponía en el labor de limpiar el desastre que el chico provocó en la pared.

Para suerte de ambos —porque sí, Minho pensaba devolverle a jugada a Jisung en caso de que la limpieza no resultase bien—, en las fotografías no quedó ni un mísero rastro de suciedad. De hecho, ahora relucían y se veían relativamente mejor que antes de que Jisung las tocara. Minho se atrevía a decir que su abuela no había limpiado ese lugar en meses.

A la abuela Hyemi le gustaba mantener la casa en orden, pero no era una fanática declarada de la limpieza, por lo que no se preocupaba por pequeños detalles como polvo sobre los marcos o así. 

Ahora que lo pensaba, Minho no había visto a la abuela limpiar desde que llegó. Quizás no era tan aseada como se lo imaginó. Pero, de todas formas, las fotografías sucias con huellas peculiares en definitiva serían algo notorio ante su vista.

—¿Qué traes ahí? —pregunta el mayor tras lanzar hacia su cama la ropa que utilizaría aquel día. No se había tomado la molestia de escogerla, simplemente tomó lo primero que encontró y ya. Total, no tenía que agradar a nadie con su apariencia.

—Mi reglamento —dice, y del interior de la carpeta extrae una hoja que desdobla hasta que esta alcanza un tamaño similar al de una sábana.

Más que un reglamento, aquello parecía un testamento de anciano millonario con familia numerosa. Era enorme, ¿de dónde había sacado Jisung una hoja de aquel tamaño?

—Son solo unas pocas cosas, nada de qué preocuparse —agita su mano para restar importancia, tal cual no hubiera escrito un texto equivalente a unos siete artículos de la constitución política de Corea. 

Inclusive Soonie, quien daba una vuelta matutina por allí, se detuvo a jugar con una de las puntas de la hoja que caía desde una de las esquinas de la cama. Minho carraspea.

—Haremos algo —informa, y Jisung lo mira con atención—. Cada uno propondrá una regla y el otro decide si se aprueba o no. Tendremos una cantidad determinada de reglas, porque sino, presiento que tú dirás unas quinientas y esto no es una cárcel como para que tengamos un reglamento del tamaño de la biblia.

Minho no había leído la biblia —ni planeaba hacerlo, si era sincero—, pero sabía que tenía bastantes páginas. Demasiadas para su gusto.

—No me gusta tu idea.

—Genial, entonces así lo haremos —eleva un dedo en símbolo de aprobación, y el opuesto resopla con resignación.

Contrario a Jisung, quien llevaba sus reglas escritas en un papel, Minho las había escrito en su celular. No eran tantas —de hecho, no pasaban las siete—, pero de todas formas había optado por escribirlas en la aplicación de notas para no olvidar ninguna.

Spooky Hannie || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora