「24」

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Por un momento, Lee Minho no pensó. Porque vamos, si hubiera pensado, no estaría allí, de pie frente al bosque con Jisung a su lado.

Probablemente en otra ocasión no habría aceptado su propuesta, ya que esta sonaba bastante mal. A palabras de literalmente todo el pueblo —y Yeonjun, un chismoso de primera—, el bosque era peligroso. Entonces, ¿por qué razón ingresaría a este por gusto propio?

Sin embargo, en ese preciso momento, la mirada curiosa de Jisung y la bruma que se acumulaba en su mente le dijeron que lo mejor era tomar un suéter e irse con él. Después de todo, no tenía mucho que perder más que su vida. Nada realmente importante.

—No vas a matarme, ¿cierto? —inquirió, porque bueno, tal vez la vida sí importaba un poquito.

—Ya te dije que yo no mato gente, solo los asusto porque es divertido —Jisung le miró mal ante aquella acusación—. ¿Acaso tienes miedo?

¿El gran Lee Minho, escéptico, testarudo y enojón tenía miedo? La respuesta era que no. O quizá sí, pero era demasiado cabezón como para admitirlo en voz alta. Solo le generaba intriga todo el asunto.

—Ven, entremos antes de que anochezca —ante el silencio del contrario, Jisung volvió a hablar, acercándose a él durante unos segundos.

Para sorpresa de Minho, quien pensaba que Jisung solo caminaría delante de él en modo de guía mientras esperaba a que lo siguiera, este hizo algo que en definitiva nunca hubiera previsto de su parte: Le tomó la mano.

Eso no había ocurrido hasta ese día, lo cual no era inusual si tomaban en cuenta que ambos evitaban toda clase de contacto físico debido al mutuo desagrado, pero... era raro. Su primera reacción fue alejarse de golpe, sin embargo, Jisung ejerció mayor fuerza en el agarre, impidiendo así que se separase.

—Si te suelto te vas a perder —explicó simple, empezando a caminar hacia el bosque con Minho prácticamente pisándole los talones.

—No seas ridículo, yo nunca me perdería —frunció el ceño, y el hecho de que el menor ni siquiera volteó a verlo le generó el doble de disgusto.

La verdad es que Minho tenía un sentido de orientación igual o peor al de una lagartija (aunque en realidad no sabía si las lagartijas tenían sentido de orientación). Le había costado mucho acostumbrarse al sistema del pueblo en el que ninguna de las calles tenía un nombre, y todavía continuaba perdiéndose de vez en cuando durante sus momentos de despiste. Al entrar a un lugar lleno de árboles sin ninguna distinción, lo más seguro era que se perdería.

Pero, como siempre, su orgullo era mayor, y tener a Jisung sujetándolo como si fuera un niño de seis años estaba hiriéndolo internamente.

—Lo digo de forma literal —el chico se detuvo durante unos instantes, al notar como Minho todavía hacía el intento de soltarse—. El bosque tiene un algo que hace que literalmente todos los humanos que entren, se desorienten y se pierdan. ¿Por qué crees que nadie nunca anda por aquí? Todos los que vienen terminan en cualquier lado menos en donde planearon estar.

Ni siquiera Jisung entendía como era que funcionaba eso. Desde pequeño había visto como los humanos intentaban ingresar al lugar y luego comenzaban a andar en círculos sin razón aparente. Era cómico de observar, porque en un inicio pensó que esas acciones absurdas eran solo producto de la incompetencia de la gente. Sin embargo, con el tiempo había comprendido que nadie era tan sumamente tonto como para actuar de esa manera. Algo había, pero no sabía qué.

No iba a arriesgarse a que Minho se extraviase, por lo que la única manera de tenerlo seguro era pegarlo a él. Ninguno estaba particularmente cómodo, pero era lo que había.

Spooky Hannie || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora