『12』

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Maldijo por lo bajo luego de salir de la oficina de la directora, lamentándose el tener que estar allí en primer lugar.

Luego del incidente del pastel, su abuela decidió que no lo ayudaría con su papeleo escolar, por lo que tuvo que ir por sus propios medios a la escuela (la única secundaria del pueblo, para ser exactos), y completar su inscripción. 

Odiaba la escuela.

Llegó temprano a su reunión programada, creyendo que de esta manera luciría como una persona responsable y no como lo que realmente era, pero grande fue su sorpresa cuando el tiempo transcurrió y él permaneció sentado en aquella dura silla a espera de que lo llamasen. A aquel paso se quedaría sin paciencia y sin trasero.

Aunque bueno, no poseía ninguno de los dos en realidad.

Finalmente tras casi una hora de espera, ingresó y terminó por rellenar su información, enterándose que, al tratarse de un estudiante nuevo, le habían asignado un guía para que le enseñase la escuela cuando las clases iniciasen. Le pareció algo tonto, debido a que el establecimiento no era precisamente la definición de espacioso, pero lo aceptó, porque no le quedaba de otra. Debía lucir agradecido.

Leyó el nombre de aquella persona que le haría compañía, y frunció el ceño al notar que no era Seungmin. Al parecer este se había ofrecido, pero su solicitud fue negada y Minho lo odió. No le gustaba particularmente conocer personas nuevas. Desde ya extrañaba su escuela anterior y a Yeonjun.

No se detuvo a dar una última mirada antes de abandonar la escuela, porque después de todo tendría todo el resto del año para perder cinco horas de su vida allí cada mañana. Simplemente miró el letrero amarillo colgado en una esquina de la calle, memorizándolo.

¿Por qué el letrero era amarillo? No lo sabía. ¿Por qué contenía garabatos con forma de pequeños demonios enojados? Tampoco lo sabía, y no quería averiguar el trasfondo de estos.

Caminó con tranquilidad hacia su hogar, ya que aunque el hambre estaba carcomiéndolo, caminar por el pueblo siempre le alegraba. El ambiente era lindo, y le gustaba ver las sonrisas que le regalaban las personas cada que pasaban a su lado. Las segundas intenciones eran prácticamente inexistentes, solo se trataba de gente caminando feliz y ya.

A pesar de todo, le agradaba haberse mudado allí. Se plantearía visitar a la abuela más seguido una vez tocase el momento de marchar.

Mientras caminaba, a lo lejos un puesto de comida captó su atención. Revisó entre sus bolsillos, agradeciendo internamente al encontrar un billete que probablemente su abuela había dejado allí por si necesitase comprar algo. Claramente comprar un hot dog no era una necesidad, pero la situación lo ameritaba.

La comida estaba llamándolo, y como siempre, él no pudo resistirse a la tentación.

Feliz por su nueva adquisición, empezó a caminar más lento mientras saboreaba su reciente compra. Estaba más que delicioso, por lo que se sintió culpable porque seguramente su abuela preparaba aún más comida en casa. De todas formas se la comería, porque la comida no se negaba.

Al momento de caminar cerca de un callejón, un par de sonidos provocaron que se detuviese, girando la cabeza hacia la causa de estos. Sin miedo, se adentró al sitio, pensando que lo peor que podría sucederle sería encontrarse con Jisung.

Era de día y las cosas "malas" sucedían durante la noche, así que no debía preocuparse por ello. Además, la escasez de ladrones y malvivientes era notoria. No podría tratarse de un asesino.

O quién sabe.

Dio una larga mirada al lugar vacío, topándose con un montón de cajas y unas cuantas bolsas de basura apiladas en una esquina. No había nada. 

Spooky Hannie || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora