Spooky Hannie || Minsung

「29」

En casa, las cosas se encontraban bastante en calma.

Aunque la abuela no había mencionado el tema de su padre de nuevo, Minho sabía que esta había estado manteniendo contacto con él a sus espaldas. Las paredes de la casa no eran precisamente gruesas, por lo que les había escuchado hablar por teléfono una noche. Más de una, a decir verdad.

Según por lo que alcanzó a oír, llegó a dos conclusiones. La primera de todo fue que pese a los hechos del pasado, la abuela no guardaba rencor hacia su padre. Era algo que no se habría esperado, ya que esa mujer casi tenía tatuada la frase "Perdono, pero no olvido" en la frente.

La segunda conclusión era que necesitaba una limpieza de oído, o quizá dejar de subir tanto el volumen de la música en sus audífonos, porque hombre, cada día escuchaba menos que el anterior. No llegó a distinguir ni la mitad de lo que hubiera querido.

Yeonjun estaría decepcionado de él por no poder escuchar a leguas un buen chisme.

El lado bueno de todo es que, después de haber levantado la bandera blanca de paz entre ambos, ahora Jisung estaba de su lado. La habitación ya no estaba dividida en dos, Minho había movido todas sus pertenencias para dejarlas en el lugar en el que estaban en un inicio con la excusa de que "Se ve mejor así, no me lo niegues".

De igual modo, la hoja con las reglas se había despegado de su sitio y ninguno volvió a levantarla, por lo que eventualmente esta dejó de existir. Ya no se gritaban por cualquier tontería y, de hecho, disfrutaban hablar entre ellos aunque no quisieran admitirlo.

Era lindo ya no estar en guerra. Incluso ahora Minho podía pedirle ayuda cuando lo necesitaba, como era exactamente ese momento.

Jisung no tenía una audición espectacular, pero al menos podía escuchar mejor que él en ciertas ocasiones. O, al menos, podía escabullirse en lugares en los que otros no.

De todos maneras, aunque estuviesen en buenos términos, los dos seguían siendo unos cabezotas. Porque tenían buenos recursos, pero terribles ideas.

—¡No escucho nada! —gritó Jisung en un susurro, justo antes de que Minho le mandase a callar.

—¡Pues es que no estás poniendo el vaso bien!

Minho, teniendo a un chico que podía encogerse hasta medir menos de treinta centímetros y que literalmente era capaz de estar en donde se le apetecía, le había mandado a escuchar la conversación pegando su oído a un vaso de vidrio contra la pared. Era obra de su desesperación por saber lo que estaban hablando de él.

Y Jisung, sin tener ninguna clase de contexto, había hecho caso sin argumentar nada. Porque también quería escuchar el chisme, y porque en ese momento sus neuronas no conectaban lo suficiente como para decirle que cualquier otra manera de espiar hubiera sido mejor.

—¿Y cómo se supone que pongo bien esto? —el menor movió el vaso, dándole la vuelta en el proceso—. ¡Ahora escucho mucho menos!

—¡Así no es!

—¡¿Entonces cómo?!

La conversación de la abuela se oía de fondo mientras tanto, escuchándose lo suficientemente distorsionada como para que ninguno pudiera descifrar sus palabras exactas.

Los dos metiches llevaban queriendo escuchar desde el principio, pero hasta ese momento no lo habían conseguido. Ya hasta estaban comenzando a dejar de susurrar por la frustración.

Entonces, entre tanto forcejear con el vaso, este inevitablemente terminó estrellándose contra el suelo. El ruido del vidrio rompiéndose fue lo único que inundó la habitación por un par de segundos en los cuales ambos se miraron sin saber qué hacer a continuación.