Capitulo 4

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Ahora eres una princesa tratando de olvidar y dejar atrás su pasado... Pero se te olvida algo y es lo más importante; aunque lo intentes, aunque lo ocultes, tu corona seguirá estando llena de cicatrices y nada cambiará eso. Ni tú.

¿Y adivina que? Yo sé tu secreto, mi dulce Gisselle.

Posdata: Sabes muy bien de que secreto te hablo.

Att: Anónimo. Es tu trabajo descubrir quien soy.

Me divertiré mucho con esto... Que empiece el juego.


No no no... esto no puede ser.

La carta cae al piso, mientras sollozos salen de mí. El pasado no puede estar de vuelta. Trabaje mucho para llegar a esta estabilidad mental, para que con solo una carta todo se viniera abajo.

Solo habían dos personas que sabían ese secreto, aun así no cuentan, porque los dos están muertos... ¿Cómo es posible que alguien más sepa de esto?

Si se supone que es algo privado. ¿Como demonios salio eso a la luz?

Esto tiene que ser una broma. Si, seguro es eso.

Me recuesto de la pared con la cabeza entre mis piernas a llorar. Tengo miedo, tengo mucho miedo... Con el simple hecho de que me hagan recordar todo esto, hace querer desaparecer.

Se los juro, no fue mi culpa. No lo fue.

—Esto... debe de ser... una broma —comienzo a hipar, furiosa conmigo misma. No puedo dejarme caer por una simple nota. No. He trabajado mucho, en mi autoestima, mi ansiedad, la depresión, e incluso en mis pensamientos, no puedo dejarme caer otra vez. Soy fuerte y no me voy a dejar vencer. Mejor dicho, buscaré al de la nota y será hombre muerto, por hacerme pasar por esta situación.

>>Tú no eres así Gisselle ¿Qué sucede contigo? Deja de ser tan estúpida —murmuro para mi misma. Seco mis lágrimas con el dorso de mis manos sin importarme mucho el maquillaje. Tomo un respiro para ser yo de nuevo, es necesario.

Cuando levanto la mirada, jadeo sorprendida. Hay un hombre en mi oficina leyendo la carta con el ceño fruncido.

¿En qué momento dejé la puerta abierta? ¿Cómo fue que no lo escuche entrar?

Salgo de mi asombro y me levanto como un resorte. Se da cuenta de mi movimiento y levanta la mirada. Le arranco el papel de la mano y lo guardo en una de mis carpetas rápidamente.

—¿Quién le mando eso, señorita Becher? —me mira desconcertado y yo niego. No pienso responder esa pregunta, y menos que tenga que ver conmigo.

—No es nada. ¿Qué hace aquí? —sueno más brusca de lo que debería, aún así no me importa. Rodeo el escritorio y me siento como si nada hubiese pasado.

—Claro... no es nada. Supongo, que es normal que siempre que le llegue una carta usted tenga ataques de pánico ¿Cierto? —no me pasa desapercibido su tono sarcástico. Joder, pero este hombre no entiende que ahora, no quiero hablar con nadie.

—¿Qué necesitas Matthieu? —me sonríe, y puede que eso me calme un poco. Suspiro, esperando su respuesta, mal intento, detalla mi rostro y hace lo que menos esperé, él suspira. Enarco una ceja y se da cuenta de su error. No es que me desagrade ese suspiro, no, lo contrario me parece de lo más sensual.

—¿Ahora nos tuteamos? —chasqueo la lengua. Me fastidia que me respondan con otra pregunta.

—¿Por qué ese suspiro? —sonrío a medias, pero muy interesada en la respuesta de mi pregunta.

Caída ApasionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora