Cuando el ascensor se abre, todas las miradas recaen en mi. Camino a paso lento pero firme, se qué debo verme horrible por las ojeras y lo pálido de mi rostro, aun así camino segura y sin una pizca de amabilidad en mi rostro para evitar que se acerquen a mi. No quiero a nadie cerca. No quiero a nadie hablarme.
Llego a mi oficina y me siento, soltando un sonoro suspiro en el proceso. Estoy agotada física y mentalmente, todavía me siento fuera de si, pero no tan hundida como hace unos días.
Cuando la depresión llega, me ataca sin piedad y caigo en un poso sin fondo sin evitarlo.
Recuesto la cabeza en el escritorio, con ello tapando mi rostro con mi cabello. Se qué debo verme patética así tan decaída, simplemente, es algo que se me escapa de las manos.
Mi mejor amiga me vino a traer al trabajo, con los guardaespaldas igual siguiendonos, para asegurarse que iba a estar bien. Tanto insistirle que se fuera por qué lo iba a estar, al final cedió y se fue, dejándome sola. Aun así, se como es ella y me estará llamando a cada rato para saber como estoy.
Hace unos días, después de ver películas y comer mucho helado con Rachel me sentí mejor, pero no al punto donde estoy siempre para ser deshibida y descarada, no, me sentí vacía pero con ganas de seguir.
Por eso, cuando se durmió fue a desquitar mi frustración con el saco de boxeo. Golpeé tanto el saco que mis nudillos comenzaron a sangrar y mis piernas a fallar, solo me deje llevar y al final la rabia y resentimiento habían disipado, pero no la tristeza.
Es por eso, que hoy con mis nudillos doliendo y vendados, sin una gota de maquillaje, con ojos cansados y cabello algo desalineado, puedo decir que la depresión es una mierda que te hace caer tan bajo hasta el punto de no reconocerte a ti misma.
—¿Qué le sucede? —Me sobresalto por el susto y mis manos doloridas chocan con mi escritorio, jadeo por el dolor. Maldita sea.
—¿No puede tocar antes de entrar? —Bramo algo enojada. Me detalla y frunce el ceño, buscando algo más en mi rostro. Hoy luce bastante guapo como siempre, con un traje de su medida que le luce demasiado bien.
—Toqué, pero no me respondió. —Toma asiento sin mi consentimiento y me sigue mirando con algo de confusión en su rostro.
—¿Mi secretaria no pudo avisar que usted estaba allá afuera? —Me siento derecha y arreglo un poco mi cabello, Matthieu sigue mis movimientos pero no precisamente me esta mirando a mi, si no a mis manos vendadas.
—¿Qué le sucedió? —Hago una mueca de disgusto.
—¿A qué vino?
—¿Qué le sucedió? —Insiste.
—¿Otra vez vamos a entrar en el juego de las preguntas?
—Si usted me responde, no lo será.
—Voy a correr a la inútil de mi secretaria por hacerlo pasar sin mi permiso.
—No pague su mal humor con ella —Me levanto bruscamente de la silla, algo furiosa. Ni se por qué estoy tan furiosa con él, si no me hizo nada o sencillamente creo que es con el mundo.
—Usted no me va a decir lo que hacer en mi empresa. ¿Entendido? Además usted es un empleado más. —Hunde sus cejas con enfado y se levanta también.
—Vuelvo a repetir ¿Qué le sucedió? —Se acerca tanto a mi que nuestras respiraciones chocan.
—No le importa. ¿A qué vino? —Tomo asiento otra vez de mala gana. Se limita a sacar los papeles de su maletín y me los entrega.
—Hay una nueva demanda. Esta vez por la desaparición de Julián Jefferson —Me tenso al momento... No puede ser.
—¿Quién es ese? —Él me mira con curiosidad, como si sospechara algo.
—Un agente del FBI, —frunzo el ceño con disgusto.
—¿Y por qué estoy metida yo en esto? No se quien es. —Es la verdad. A pesar de ser el infiltrado al que Steven le dijo todo en lo que trabajo, mis hombres no lo pudieron encontrar.
—Antes que desapareciera él ya había puesto la demanda. —Con que fue él. Ojalá que este muerto. —Esto lo complica todo, jefa. Por el simple hecho, de que el informante de él era una persona que trabaja para usted —llevo una mano a mi frente, esto es demasiado. Me lleva el demonio, tuve que matar yo misma a Steven.
—¿Puedo ir a la cárcel? —Pregunto, mientras leo los papeles que me dio hace un rato.
—Me temo que si. Pueden culparla de la desaparición de Julián. —Esto no puede ser.
—Dios... No se ni quien es él.
—Los policías están investigando todo, por eso van a hablar con el infiltrado de Julián —un jadeo sale de mi sin evitarlo. Esto no puede ir peor.
—¿Saben quien es? —Matthieu me observa y niega.
—No. Pero van a dar con él.
—¿No se puede hacer algo para evitar todo esto? —Asiente, no muy seguro.
—Usted puede hacer una contra demanda por difamación y puede tener un poco de ventaja.
—Hágalo entonces.
—¿Hay algo más detrás de todo esto, verdad? Siento que me oculta algo más... Y le recuerdo jefa, necesito toda la información que sea posible para que usted salga librada de todo esto.
—No hay más nada que decir. Ya todo lo que le dije al principio es lo que necesita saber. —Hace silencio para mirarme fijamente. No digo nada más y él tampoco.
Después de unos minutos de silencio incómodo Matthieu habla.—Si eso es todo, me retiro. —Asiento y tomo mi bolso para irme también. No puedo estar ni un minuto más aquí.
»¿También se va? —Asiento otra vez. Salimos de la oficina y Mario me sigue.
—¿A donde vamos jefa? —Pregunta Mario. Entramos al ascensor y mi abogado nos mira a los dos.
—A la casa. —Todo queda en silencio otra vez, pero uno incómodo.
Cuando salimos al estacionamiento, siento que alguien me observa. Visualizo a todos lados y no encuentro a nadie mirándome. Un nudo de angustia se instala en mi estómago y me detengo.
—¿Qué sucede? —Habla Mario y antes de responder suena un disparo por el lugar.
—¡Mierda! —Matthieu me rodea para protegerme.
—¡Muevanse! Al auto —Antes de que siga caminando le disparan a uno de mis hombres. Nos detenemos abruptamente. Los disparos parecen venir de varios lugares.
»¿De dónde están disparando? —Vocifera Mario. Suenan más disparo y caigo en cuenta que a mi lado hay unos de mis guardaespaldas herido o muerto no se. Mathieu me pega a un auto, mientras que el me cubre. Trato de moverme y él me lo impide.
—Quieta... Así esta segura —Todos me rodean y de repente tres autos sale a toda velocidad del estacionamiento, mis guardaespaldas comienzan a disparar y fue en vano, los autos son blindados.
—¡¿Qué mierda acaba de pasar?! —Gritó histérica viendo a dos de mis hombres tirados en el piso. Mi celular suena con un mensaje, cuando lo leo el terror y pánico me vuelven a invadir.
Desconocido:
El juego a empezado mi dulce Gisselle. Tal vez, tú seas la próxima.—¡Mierda!
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Caída Apasionada
RomanceGisselle Becher es una mujer empoderada, resiliente, decidida y sobretodo peligrosa. Ella no se deja de nadie porque aprendió a defenderse desde muy joven, porque su vida dependía de ello. Su vida no era fácil, ella ocultaba algo, muy peligroso que...