Capítulo Ocho

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- ¿Qué?- dijo Malcon llegando un poco más cerca de Zulia, no se había acercado mucho porque tenía pavor del hombre aunque su orgullo no le permitiera reconocerlo.



Tanto Zulia como Hisoka lo ignoraron, ambos estaban demasiado pendiente uno del otro para prestar atención a lo que pasaba a su alrededor. Está demás decir que el pueblo estaba en un estado de shock, algunos hasta pensaban que el aislamiento de Zulia le había terminado por volver loca.





«¡¿Por qué dijiste eso!?» se reprendió Zulia internamente, le iba a dar algo en ese mismo momento pero trató de verse serena frente al imponente hombre frente a ella, que de repente había comenzado a examinarla con la mirada mientras una sonrisa burlona se asomaba en sus labios.


- Esto es increíble.- dijo Hisoka pasando su mano por su cara para ocultar la sonrisa que había llegado de repente a su cara, no podía creer la insolencia de esa niña, no podía creerse que esa chica no tuviera instituto de supervivencia.- ¿Qué dijiste?- necesitaba escuchar nuevamente las palabras que ella había pronunciado momentos atrás.




La determinación de Zulia disminuyó volviéndose una hormiga, de repente fue consciente de todas las miradas del pueblo y se acobardo, quiso volver un avestruz y enterar su cabeza en el suelo. ¿Por qué había dicho eso? ¿Por qué, por qué, por qué? ¿Acaso era masoquista? No, era loca, estaba loca y no tenía cerebro para pensar las cosas. El rostro de Zulia estaba tan rojo como las fresas que había comprado en la tienda, la vergüenza la inundó por completo y un nudo se formó en su garganta.



- Y-yo bueno... Si usted quiere yo no- su voz parecía estaba más aguda de lo normal y temblaba como si fuera gelatina.-, no es una orden, es una petición- se le rompió la voz- lléveme con usted, por favor.- esa última frase sonó con desconfianza y muy bajita, sin embargo, muchas personas la escucharon.



Literalmente estaba siendo como el espectáculo del pueblo.




Hisoka la miraba serio a la chica frente a él, se preguntaba desde cuándo los niños eran tan confiados con los adultos. Suspiró mostrando un fingido pesar, y volteó su cuerpo en dirección opuesta a la de ella.




- Lo siento, no viajo con mocosos.- dijo y se dispuso a caminar para salir de ese raro pueblo, sin embargo Zulia, tirando sus compras al suelo se interpuso en su camino, por unos segundos la cara de Hisoka mostró ira, sin embargo, se quedó quieto expectante a lo que la niña frente a él dijera.




- No soy una niña.- por alguna razón que Zulia desconocía -casi siempre que Hisoka ella estaba cerca ella parecía dejar de pensar.




Hisoka rodó los ojos con fastidio, podía simplemente apartarla con una sola mano, la criatura pequeñita que estaba frente a él parecía que se podría caer con solo un fuerte soplido.



- No me interesa si lo eres o no- le dijo de manera definitiva, se oponía firmemente a viajar por ella, la razón más importante era que se consideraba un lobo solitario y se negaba a ser el niñero de una cosa tan frágil.






No el chico malo «Hisoka Morow»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora