Capítulo Cinco

539 55 7
                                    




Antes de empezar quiero darle las gracias a Purxple_dreaxms por la hermosa portada ¡muchas gracias amiga, te quiero 💕!






























Por alguna razón Zulia se sintió fatal por estar allí, a punto de echar a un hombre con una mirada tan triste, en su rostro lo que mucho veían como una cara de maldad Zulia puedo ver en sus ojos tormento y en su sonrisa tristeza. No supo por cuanto tiempo se estuvieron mirando, pero el agarré de Hisoka en su brazo ya no era tan fuerte, y él se vio de alguna manera en los ojos de esa pueblerina.




Enojado por sus frágiles y sensibileros pensamientos la empujó, el lago no estaba muy profundo, pero teniendo en cuenta la altura de Zulia, casi se ahoga. Salió del agua con el cabello empapado y temblando más que nunca y con un temor que jamás había sentido, la suerte era que había aprendido a nadar desde niña.






Debido al empujón que la hizo tomar mucha agua del lago estaba a una distancia considerable del hombre frente a ella que, nuevamente, le daba la espalda y parecía respirar de manera dificultosa. Hisoka no tenía idea de lo que estaba pasando, sólo quería a esa loca fuera de su vista, fuera de su mente, su cabeza era un revoltijo de pensamientos y recuerdos que no eran apropiados para ningún momento. Hisoka, tomando aire y relajado sus músculos, se calmó.







— ¿Por qué estás aquí?— dijo con voz calmada y suave, sin embargo, Zulia pudo sentir como los vellos de su piel se erizaban y no era precisamente por el frío del agua.










— Los del pueblo,— comenzó sin un discurso en mente, se dijo que lo mejor era ser honesta y si no era la mejor opción pues creía que podría escapar.— ellos me han mandado





— Dime algo que no sepa, maldición.






Hisoka se estaba impacientando, ella había irrumpido su lugar de tranquilidad en ese asqueroso y abandonado pueblo y ahora también estaba irrumpiendo su maldita paz mental que tanto le había costado conseguir.







— Ellos quieren que se vaya, señor.— dijo Zulia cabizbaja, no tenía idea el porqué de decir esas palabras la hacían sentir culpable. Aunque supiera que la culpa no era toda de ella, ella no era responsable de que, en esa cuidad tan pequeña y olvidada, las personas fueran tan desagradables con los turistas, no obstante, ella había aceptado ir sin rechistar ni pararse a pensar.— Ellos están diciendo que por su... Por su culpa el cultivo y los animales de granja están pereciendo.








De todas las malditas estupideces que Hisoka había escuchado en su vida, creía que esa merecía un lugar en su top diez de cosas que no tenían ningún sentido. Aún de espalda a la molesta chica rió, era verdaderamente gracioso lo que estaba pasando.







— ¿Y te enviaron a ti como sacrificio?— dijo mirándola de solsayo en lo que fue una mirada normal y divertida, pero Zulia sintió el verdadero estremecimiento, tan fuerte que dio por instinto un paso a tras olvidado que estaba en el agua y casi cayendo.— Puedes irte, dile que no como cosas tan... Insípidas.




Lejos de ofenderse un alivio tonto recorrió la mente de Zulia «Menos mal, no quería ser comida de tal hombre» Zulia lo miró por unos momentos, su alivio no duró mucho, ya que tenía que convencerlo de salir del pueblo como diera lugar, qué pena que su determinación de antes ya la hubiera abandonado sustituyéndose por culpa y temor.










— No soy ningún chivo expiatorio.— dijo ella en un susurro que pensaba ser una declaración fuerte y firme de que no iba a ser comida de nadie.— Tiene que irse señor, sé que está mal que lo echen así del lugar pero no se puede hacer nada...









¿Han sentido alguna vez como todo pasa en cámara lenta y que todo está distorsionado?, pues así se sintió Zulia cuando la mano del chico a frente a ella se estrelló contra su rostro mandándola a volar, no sintió ningún tipo de dolor, ni siquiera cuando su cuerpo impactó con un árbol y terminó de boca al suelo. El dolor vino después, cuando Hisoka llegó a su lado y la tomó por su largo y negro cabello haciéndola mirarlo a los ojos, ella gimió de dolor.








— Escúchame bien, maldita mocosa, me tienes harto con tu palabrería de mierda.— los ojos de Hisoka eran dos huecos vacíos e impenetrables que mostraban una fiereza peligrosa, el discursito de la chica, queriendo excluirse de lo que ella llamaba injusticia, queriendo ayudarlo de falsa manera, enciendieron en él la furia que deseaba guardar. Las personas con un falso sentimiento de justicia, que se justificaban y se hacían a un lado de ante las injusticias, era el tipo de persona que más odiaba Hisoka.












Huye, huye, huye, huye, huye...






Esa era la única palabra que la cabeza de Zulia podía procesar.





«Si me golpea una vez más lo mataré.»







Dijo algo dentro de ella, algo inexplicable, algo enojado y con sed de sangre. Zulia no se sentía en pleno control de ella misma...





Hisoka retrocedió de golpe, esos ojos, los ojos de ella que antes mostraban tantas cosas que él odiaba y reprimía, de un momento a otro fueron inundado por una furia e instinto animal que jamás había visto en su vida, de la impresión la soltó haciendo que volviera a golpearse. La chica ya no parecía ella misma, quizá los aldeanos inútiles sí tenían un motivo para enviarla a ella después de todo.







— Le dirás a tu maldito pueblito que me voy cuando yo quiera.— pensó en dejarlo ahí, y ya no lidiar con esa extraña y loca chica, pero lo que había estado viendo durante el tiempo que había estado ahí era algo que él necesitaba decir.— Y, sólo para que sepas, ese pueblo que defiendes te odia. Seguro te enviaron a ti porque no importa si mueres, nadie te echará de menos. Te repudian y verdaderamente en todos este tiempo no pude saber el porqué, pero tú sí que lo sabes, y aún así continuas queriendo ser una ciega y tonta, dándolo todo por un pueblo que te considera una cucaracha que deben matar.








— Cállate.— le dijo ella, volviendo en sí, en un susurro tembloroso.— No sabes nada.






Él que se había inclinado a su misma altura, mirándola en todas direcciones menos a los ojos, sabía que eran palabras duras, pero de pequeño le enseñaron que esas palabras eran las únicas que podrían hacer que un ciego abriera los ojos. Finalmente pudo mirarla a los ojos y lo que vio fue a una frágil chica esforzándose por no derramar las lágrimas que tenía acumuladas sabrá quién desde cuánto tiempo. Hisoka sintió algo revolverse, ¿culpa, vergüenza? No sabía y no quería averiguarlo, no tenía intención de empatizar de alguna manera con ella, no, con nadie realmente.








Entonces, ¿qué eran esos malditos pensamientos? Se cuestionó internamente enojado. Quiso golpearse con el maldito árbol que tenía en frente.







— Vete.— dijo al final, levantándose y recogiendo su ropa del suelo al junto de una toalla, la toalla se la extendió a ella permitiéndose tener un gesto amable hacia ella después de semejante golpe que le propongo en un momento de ira, la razón ni siquiera él la supo, sin embargo, no se permitió sentirse mal.— Y más te vale que no te vuelva a ver a mi alrededor.















No el chico malo «Hisoka Morow»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora