Capítulo Dieciocho

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Zulia se quiso fundir en el asiento, sus ojos estaban bien abiertos y tenía mucho temor de mirar hacia atrás, abrazaba su vieja mochila como si salir de esa situación dependiera de cuán fuerte pudiera sostenerla. Por otro lado, junto a ella, Hisoka estaba bien relajado tratando de perder el coche que los perseguía.


Aunque fuera en vano ya que eran los únicos autos en la carretera.




— ¿Ahora qué hacemos?— preguntó Zulia con miedo, no esperaba una respuesta ya que había formulado la pregunta más para ella que para su acompañante, por lo que no se molestó cuando no obtuvo una de el hombre a su lado. Venciendo su miedo atrevió a darle un vistazo al retrovisor.




Estaban demasiado cerca de ellos, el carro corría ligeramente más rápido que el suyo y en poco tiempo los alcanzaría, Zulia volvió a mirar al frente con el corazón en la garganta, sentía como si pudiera vomitar en cualquier momento. De hecho, tenía unas náuseas horribles, por lo que se obligó a cerrar los ojos y calmarse, pero, a mitad de su relajación algo golpeó su puerta asustándola.





Brincó en su asiento abrazando más fuerte su desgastada mochila, con miedo se giró en su asiento mirando directamente desde el auto. Zulia lo sintió todo como el cámara lenta, justo cuando ella se volteó, justo en el momento en que su cuerpo quedó descubierto, los enemigos dispararon con una puntería excepcional. En un momento Zulia estaba mirando hacia atrás y en un parpadeo ya estaba doblada sobre su cuerpo.




No supo lo que pasó hasta que fragmentos de vidrio cayeron al suelo del auto. Hisoka la había empujado hacia abajo cuando la bala estuvo a punto de darle... «¡Tienen armas poderosas!» se fascinó mentalmente Zulia, nunca en su vida había visto algo algo.




Su pueblo natal era un marginado en la civilización.



— ¡¿Estás loca, maldición?!— le gritó Hisoka alterándose por primera desde que la persecución empezó.— ¡Claro que estás loca!— le volvió a gritar, Zulia no se atrevió a mirarlo. Hisoka estaba enojado, casi pierde a su estúpida "cura" andante.— No voltees, y siéntate más abajo.





Zulia se deslizó más abajo del asiento haciendo que este la cubriera completamente, ya no podía mirar por el retrovisor y estaba muy incomoda, sin embargo no se atrevió a desobedecer. Por el rabillo de ojo pudo ver como Hisoka sacaba algo de su bolsillo y sin previo aviso lo tiraba por su ventana (ya rota por las balas).




Zulia volteó a verlo y eran cartas... ¿Cartas? La chica pudo ver como el pelirrojo lanzaba algunas cartas hacia a fuera y luego escuchar el desequilibrio del auto que los seguía. No quiso mirar para atrás, pero la curiosidad le ganó y se enderezó para echar una miradita.




Ignoró la mirada asesina de Hisoka.






Cuando sus ojos cayeron en el auto que los acosaba sus ojos casi salen de sus cuencas ¡tenían una cosa gigantesca! Tenían una ametralladora en el auto y se estaban preparando para dispararlo. Zulia sintió que aún era muy joven para morir, y que no sabía que hacía ese artefacto maligno.

No el chico malo «Hisoka Morow»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora